SCHIZOPRENIA✔

Capítulo 34: Hilando hilos.

Capítulo sin corregir, lo siento pero no tuve tiempo y estaba impaciente por subirlo, lo corregiré mas adelante! Se les quiere to much!

Alan.

—Nena...yo... no lo veo claro.

—Oh, vamos Alan, solo es una iglesia, ¿por qué tanto miedo? 

—¿Solo es una iglesia? ¿Has visto esos cristales de colores tan horribles? ¿y esas estatuas? por no hablar de la vieja que está en la puerta dando de comer a las palomas, las palomas me odian, siempre me cagan encima cuando me ven.— Hago pucheros, tirando de mi brazo hacia atrás, mientras ella me arrastra hasta el interior. 

Cuando estoy dentro, siento fobia, es como ahogarme dentro de una piscina de agua densa que no te permite salir a flote.

—Dak...nena... 

—Alan, tranquilo, todo estará bien, confía en mi, gatito.

—Te pones cariñosa para que ceda ¿ah? eso es hacer trampas.

—¿Buenas tardes?—Saluda un señor que va en camisón.

—Hola, padre.—Responde Dakota.

¿Qué hace el padre de Dakota en camisón dentro de una iglesia?

''Es el cura, idiota''

Oh.

—¿Qué os trae por aquí? 

—Mi... amigo.—Mira hacia mi con preocupación, mordiéndose el labio.

—Novio.—Corrijo.

—¿Novios? ¿No habréis hecho nada antes del matrimonio no? 

—Mire, señor con pijama, usted a mi no...

—Alan, amor.

—Me ha dicho amor.—Festejo, meneando los brazos y la cintura, en un baile parecido al vaivén de un calamar. 

—Disculpen pero tengo que prepararme para la misa.

—¡No! ¡Padre! Por favor...—Insiste ella, con esa cara de ángel a la que nadie se podría resistir. Yo no me resistiría.—La casa de Alan, está maldita.

—Oh chicos, venga ya, ¿sabéis cuantas bromas pesadas me gastan con eso diariamente? 

—¡Es en serio!

—Pues tendréis que contactar con un exorcista, yo no me dedico a ir a casas embrujadas.

—No, padre, verá...—Ella ya no sabe como explicarse, y verla tan angustiada me está poniendo de mal humor.— Solo queremos que le haga una revisión a Alan, sospechamos de que está poseído.

Él me mira, la mira, nos mira, le miramos.

—De verdad, no tengo tiempo para esto.

—¿Por qué no nos cree?—Gime desesperada, cuando él nos da la espalda.—Vamos, Alan, amor, haz algo, haz que vea que no miento.

—Yo ya te dije, nena, no puedo controlarlo, no es cuando yo quiero.

—¡Por favor, padre! ¡Solo bendígale al menos!

—¡Señorita!—Alza la voz, provocando que mi cuerpo se tense de inmediato, mi cuello cruje a un lado cuando le veo fruncir el ceño, observando la angustia de Dakota acrecentarse.—¡No se permiten burlas en la casa del señor!

—Yo...yo no me estoy...

—¡Fuera de aquí!—Ruge, a lo que el corazón de Dakota da un pulso en su pecho, con tanta fuerza, que puedo oirlo con claridad.