Capítulo 8: Otra vez ella.

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Alan


Peter Flich examina la nota una y otra vez, sus manos temblorosas me ponen de los nervios, por no hablar de esa forma que tiene de respirar, es como una agonía constante.

—Definitivamente, esta nota ha sido escrita por el asesino.

—Joder, Peter.—Alzo los brazos con desespero, culumpiándome en el respaldar de la silla.—A esa conclusión podría haber llegado solo ¿sabes? 

—No.—Me mira.—Alan, esto es bueno, muy bueno.

—Usted debería pedir cita a mi psiquiatra.

—Alan, Dakota está viva, el asesino ha establecido contacto contigo, quiere decir, que podemos hacer algo por recuperarla.

Respiro profundo.

—Te repito, Peter, a eso podría haber llegado yo solo.

—¡¿Qué quieres entonces?!—Me chilla, a lo que mis ojos se abren como platos y él enseguida baja el tono haciéndose pequeño, muy pequeño.

Así me gusta. 

—Quiero que averigües todo lo posible sobre ese tal Ra, y de paso, que me digas donde está ''La coneja Caliente'', en la tarjeta no viene la dirección, y por internet no hay nada.

¿Quién hace tarjetas publicitarias sin direcciones? 

—Porque no es una tarjeta cualquiera.— La inspecciona minuciosamente.—Es un pase vip.— La huele, dios, es tan asqueroso.— Huele a señoritas jóvenes.

—¡Peter joder! ¡Me están dando ganas de matarte! 

—Claro, como tú eres un muchacho atractivo y viril, no tienes estos problemas.—Me la lanza de mala gana, a lo que la atrapo entre las palmas de mis manos, guardándola en la cartera. —Con esa tarjeta, te dejarán acceder al cuarto oscuro.

—Bien, parece que conoces ese burdel.

—Sí, pero nunca tuve tanto dinero como para ser un cliente de ese tipo, dicen que las chicas que hay en ese cuarto son...—Empieza a babear.

—Solo espero que no pongas esa cara de guarro cuando piensas en mi madre.

—¡Por dios santo, no! —Se santigua.—¡Que Ágata esté en la gloria!

Brindamos con los botellines de cerveza y bebemos.

Mi cabeza empieza a dar vueltas, la necesidad de la medicación está haciendo estragos.

—¿Todo bien, Alan?

—Todo mal.—Golpeo mi frente con brutalidad, sintiendo como algo se coloca en su sitio, a veces pienso que mi cerebro está lleno de tuercas y tornillos que se salen de sus respectivos lugares.—Ah...mejor.

—Bueno, el burdel se encuentra en el centro de la ciudad, pero no a simple vista, de hecho, pasa desapercibido para todo el mundo, está en un callejón subterráneo, bajando a la estación de trenes, girando a la izquierda tras la tercera máquina expendedora y tomando la desviación hacia lo que parece un callejón sin salida.

—¿No lo es? 

—Si lo es.

—Entonces no lo parece, lo es.—Aclaro.

Él resopla.

Ahora entiendo que su carrera haya fracaso, y creo que cuando mamá decía que veía un gran potencial en él, tan solo estaba haciendo uso de buena voluntad ayudándole. 

SCHIZOPRENIA✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora