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T W E N T Y S I X !

T W E N T Y S I X !

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La habitación era pequeña, pero era del tamaño suficiente para que pudiese dormir una noche cómodamente. Las paredes eran de un verde pino intenso y no tenía ventanas. Había una televisión retro, un armario y una cama de doble plaza con sabanas verde limón y dos cajoneras a sus lados. Tal vez ahí estaban los putos condones.

Había una puerta en una esquina y supuse que ese era el baño.

Daniel me ayudó a llegar a la cama y me sentó. Dejó las dos maletas a un lado de la puerta y se paró enfrente de mí.

- iré a la farmacia para curar tu pierna y tu hombro. No te muevas- me avisó. No dije nada pero asentí. El me miró una última vez y salió por la puerta.

Me quedé sola otra vez, no me gustaba estar sola. Miré mi pierna, hice una mueca. ¿Cómo terminé así? Nunca pensé que por ir a trabajar ese día iba a terminar siendo una fugitiva y con dos balas adentro de mi cuerpo y un dolor mortal. Temí que se infectaran, porque eso hubiera sido simplemente terrible.

Me recosté en la cama con un suspiro y cerré los ojos con fuerza.

¿Por qué tenía tan mala suerte? Creía firmemente en la ley de Murphy, si algo puede salir mal, va a salir mal. Sentía como si mi vida fuera esa ley. Todo salía mal siempre que había una posibilidad de que lo hiciera. ¿Mis padres? Muertos ¿mi inocencia? Destruida ¿mi vida? Un desastre.

La puerta se abrió, levanté mi cabeza levemente para asegurarme de que fuera Daniel.

- volví- anunció. Sí, no me había dado cuenta, capitán obvio.

Volví a lanzar mi cabeza a la cama.

- tengo que curar eso- me dijo con obviedad mientras se acercaba a mí.

Suspiré y con lentitud me senté en la cama.

- Está bien- le dije.

El dejó la bolsa de la farmacia que tenía en la mano a un lado de mí y comenzó a sacar las cosas de ella. Sacó un antiséptico, alcohol, vendas, unas pinzas, algodón y algunas otras cosas de las que desconocía el nombre.

Se puso de rodillas frente a mí para comenzar, pero se dio cuenta de algo y vaciló en decírmelo.

- Necesito que te quites el pantalón.

Oh, eso era.

Lo miré un segundo, asimilando sus palabras. No era la gran cosa y además solo estaba haciendo su trabajo, pero aún seguía siendo una situación algo incomoda. Asentí y me levante con cuidado para comenzar a quitarme la prenda.

Sacarme la pierna izquierda fue una tarea sencilla, pero intentar quitar la pierna derecha fue una tortura, claramente. Cada vez que la movía un ardor terrible se expandía desde la herida por toda la pierna haciéndome jadear y mascullar.

𝐛𝐚𝐝 | 𝐝𝐚𝐧𝐢𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐚𝐯𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora