e x t r a: corbyn and anastassia

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E X T R A !

t w o y e a r s b e f o r e "b a d"


take me back to the night we met


El cabello platinado reflejaba la luz de la luna, y tal y como una estrella, era hermoso. No era la primera vez que yo veía a Anastassia Kampouris, era obvio, yo trabajaba con su padre, pero nunca había tenido la oportunidad de verla tan de cerca. No sabía de lo que me perdía. Era, sin duda, una de las chicas más hermosas que mis ojos habían llegado a ver. Tenía ese tipo de belleza que era exótica, poco común. Tenía los rasgos finos, la nariz era recta pero respingada, las pecas le caían suavemente sobre ella como lluvia. Contaba los ojos más grandes y azules que había podido ver. Su mirada era fuerte, misteriosa y sentía que en el segundo que sus ojos se posaran en mí ella conocería todos mis secretos. Tenía unos pequeños labios en forma de corazón pintados de un rojo obscuro, casi guinda. Todo eso debajo de una piel tan pálida que parecía que no corría sangre por su cuerpo, blanca como la nieve. Parpadeé dos veces y luego me di cuenta que debía llevar ya mucho tiempo mirándola. Me removí incómodo y me apresuré a aportar la mirada.

-Anastassia, este es Corbyn -Marcus le habló a su hija, apuntándome a mí. Intenté sonreír. Ella me analizó y asintió, un gesto que me pareció bastante grosero de su parte. Pero estaba bien, ella no tenía que ser amable conmigo-, Corbyn, mi hija mayor Anastassia.

-Hola -saludé. Ella forzó una sonrisa y me di cuenta que no planeaba llevarse bien conmigo. No podía hacer nada al respecto, no tenía sentido quejarme por eso.

-No puedo dejar a Anastassia ir a aquel lugar sola, aun así, es imprescindible que esté allí en mi lugar. No quiero que le quites un ojo de encima. Y recuerda, si alguien pregunta eres su cita -Marcus me explicó, haciendo los ademanes de manos tan excesivos que le gustaba hacer. Asentí y le di la mano.

-Sabes que conmigo no le pasara nada -estreché su mano por última vez. Marcus me mostró una sonrisa y se acercó a mí. De un momento a otro tenía las mejillas apretujadas entre sus manos.

-Buen chico.

Anastassia soltó una risita y yo sentí mis mejillas enrojecer. ¿Por qué Marcus tenía que ser Marcus ahora mismo? Me sentí genuinamente avergonzado, pero a la vez, estaba feliz: la había hecho reír.

Marcus se despidió de su hija y una vez que se fue, ambos caminamos a una distancia razonable hasta el auto blanco de lujo que nos llevaría a la famosa fiesta de caridad de los Statler, una de las familias más ricas e imponentes de Oregón. Yo normalmente no debía saber de ellos, pero Marcus había insistido en que si quería trabajar con él debía conocer todas las mafias, carteles y familias en el negocio.

Nos detuvimos frente al auto blanco y me apresuré a abrirle la puerta a la señorita Kampouris. Me miró un momento y sonrió levemente, aun así, se veía más sincera que la sonrisa que me había mostrado antes. Se subió al auto, dejándome espacio, y se dispuso a acomodar el vestido guinda en sus piernas. Me metí a su lado, de nuevo con una buena distancia de por medio, y cerré la puerta. Le indiqué al chofer que podía empezar con el viaje. El auto comenzó a moverse y yo, algo nervioso, comencé a jugar con mis manos.

-Le gustas mucho -su voz era mucho más cálida de lo que su apariencia me hizo pensar. La miré, confundido-. A mi padre, te ha tomado mucho cariño. Eres como el hijo que nunca tuvo.

Se me escapó una sonrisa y me llevé la mano a la nuca inconscientemente.

-Oh, bueno, yo también lo apreció mucho. Le debo muchas cosas a Marcus -le dije. La analicé mejor, la luna que se colaba por la ventana iluminaba su piel pálida y sus ojos resplandecían de una manera mágica. Yo debía de dejar de pensar así de ella. Me sonrió y volvió su cabeza a la ventana.

𝐛𝐚𝐝 | 𝐝𝐚𝐧𝐢𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐚𝐯𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora