51; in my dream

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F I F T Y O N E !

my favorite sweets are raspberry amphetamines

『  my favorite sweets are raspberry amphetamines 』

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En mi sueño nada de esto había pasado. Estaba con Daniel y estaba feliz. Ambos estábamos en la casa de Hood River, caminábamos por el bosque tomados de las manos con una sonrisa en nuestros rostros. Nunca había sentido una paz así de maravillosa, supuse que en ese universo alterno ninguna preocupación existía y ambos podíamos disfrutar de nuestra compañía sin tener en mente que en cualquier momento todo se podía arruinar. Sus labios se sentían más suaves y cálidos que de costumbre y su cabello más sedoso. Todo se sentía más íntimo, los sentimientos eran más fuertes y profundos, mas apasionados; como si los tuviese a flor de piel. Era porque no era real, supongo. Todo se veía más bonito en el mundo de los sueños. Y cuando separó su rostro del mío y dio por terminado nuestro húmedo beso, tuve que despertar.

Abrí los ojos de par en par y sentí como si hubiese vuelto a la vida. No me moví, me quedé perpleja unos minutos aun atontada por mi sueño. Miré a mí alrededor por unos momentos intentando enfocar mi visión del todo y ver en donde me encontraba. Odiaba como siempre me tomaba tanto tiempo en reconocer los lugares. De todas maneras no tardé mucho en recordar la mayoría de las cosas. La habitación estaba casi a obscuras, de no haber sido por la tenue luz de una lámpara de noche a mi lado no hubiera sido capaz de ver nada más que obscuridad. El olor a cigarrillo inundaba el cuarto y el humo se hacía visible con la luz anaranjada.

Me intenté sentar, lo cual, obviamente, fue un intento fallido que solo me hizo recordar todo con claridad. Esto porque en cuanto intente flexionar mi torso un dolor punzante me inmovilizó y me entumió todo el cuerpo. Ahí fue cuando recordé la historia completa, a Vincent sobre mí y el cuchillo ensangrentado saliendo de mi abdomen antes de desmayarme. Gemí por el dolor y no tuve más opción que lanzarme de nuevo a la cama. No había notado que estaba vestida hasta que llevé mis manos a la herida y me encontré con la fina tela del camisón, en vez de mi piel abierta húmeda y tibia, como estaba esperando. Fruncí el ceño mientras adentré mi mano por debajo del camisón para tocar la piel lastimada cuando escuché su voz, que solo me hizo saltar en mi lugar y un dolor agudo recorrer mi caja torácica como mil piquetes de aguja y siete horas de ejercicio seguidas.

-No lo fuerces -pronunció Vincent. Yo giré mi cabeza hacia la dirección en la que la voz había venido y pronto me sentí estúpida por no haberlo visto antes.

El rubio yacía sentado en una silla con la pierna derecha recargada en su rodilla mientras sostenía un cigarrillo humeante en su mano izquierda. Su rostro estaba tenuemente iluminado por la lámpara, haciéndolo lucir espeluznantemente atractivo. Parpadeé dos veces y tragué en seco, solo dando me cuenta en ese momento que tan seca tenía la garganta.

- ¿Qué quieres? -le pregunté. Se alzó de hombros restándole importancia y supongo que vio mi rostro de sorpresa cuando en vez de encontrarme con la herida de navaja me encontré con vendas y algodón en su lugar, porque negó con la cabeza y me regaló una risita inocente pero real.

𝐛𝐚𝐝 | 𝐝𝐚𝐧𝐢𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐚𝐯𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora