50; so pretty

848 81 92
                                    

F I F T Y !

baby look what you've done now


Debía ya de haber llevado una hora sola deambulando por la habitación cuando la puerta se abrió, lanzándome a la cama de golpe.

Para ese momento, cuando por fin tuve compañía, ya me había encargado de hacer una casi completa exploración de la habitación donde me encontraba cautiva. Descubrí varias cosas, empezando con que la cadena estaba -obviamente- inteligentemente relacionada con las distancias de ambas puertas. La cadena llegaba a su final solo unos centímetros antes de que alguna de mis dos manos pudiese siquiera rozar la puerta con la yema de los dedos. Vincent estaba loco y era muy listo, por lo que había visto, no sé por qué esperaba algo menos que eso.

Para mi sorpresa, si era lo suficientemente larga para llegar a los dos muebles que se encontraban conmigo. Aunque aquello tampoco me era muy útil, después de todo estaban cerrados con cadenas y candados y sabrá dios quien tenía las llaves. Igual dudaba que hubiese algo adentro que me fuera relevante.

Entonces cuando Vincent cruzó la puerta yo me encontraba muy aburrida y también muerta de miedo. Supongo que el tiempo espantó al miedo por un rato, mas no se lo llevó. Aquel volvió en cuanto mis ojos vieron su figura entrar a la habitación. Los nervios casi me estallan cuando lo vi sacar las llaves y cerrar la puerta antes de tan siquiera pasarme la mirada por encima. Y cuando eso hizo, mirarme como si fuese un trozo de comida, sentí que vomitaba todos los órganos. Era asco, aso y mucho, mucho, muchísimo miedo. No sabía lo que me pensaba hacer, pero no hacía falta conocerlo de toda la vida para saber que no se iba a limitar con la imaginación.

Que no me viole, por favor, pensé.

Cuando comenzó a caminar hacia mí casi por reacción comencé a gatear en reversa por la cama. Quise detenerme, porque no quería que el supiera que me sentía muy intimidada por él, porque lo estaba, pero mi cuerpo no me respondía. Parecía tener cerebro propio. Sonrió de lado cuando vio mi acción, se veía raramente satisfecho, como si eso fuera lo que esperaba que hiciera. Maldije por haberle dado el gusto.

-Ya no pareces tan valiente como cuando estabas atada -dijo-, si quiero a esa Maya de vuelta, ¿necesito volverte a amarrar?

-Vete al infierno -agradecí a dios que no me tembló la voz.

-Llevo ahí varios años, pero gracias.

¿Por qué mierda tenía que ser así? ¿Por qué no podía tan siquiera demostrar un poco de enojo ante mis insultos? Era jodidamente frustrante no encontrar una manera de insultarlo.

Siguió caminando hasta llegar al borde de la cama. Aun así, yo ya había retrocedido tanto que le faltaban aun un medio metro para alcanzarme.

-¿No vas a venir? -me preguntó, haciendo una mueca triste- no tengas miedo.

Debía de estar jugando.

-¿Por qué debería de hacerlo?

-Por qué de nuevo, tú eres la prisionera, tú eres la encadenada y tú no tienes el cuchillo -por un momento no supe de que cuchillo hablaba, hasta que mis ojos detuvieron su camino en su bolsillo, donde una navaja de bolsillo sobresalía. Tragué audiblemente y maldije en voz baja.

-¿Qué demonios me vas a hacer? -le pregunté. Una sonrisa malvada, aunque atractiva, se formó en sus labios. Me comenzaron a temblar las piernas.

-Aún no se, tengo tantas opciones. Aunque... -se separó de la cama y comenzó a caminar hacia la cajonera de madera. No lo despegue los ojos en ningún momento. No noté que ya no llevaba el saco azul hasta que se remangó la manga de su camisa blanca y de su muñeca sobresalió un brazalete dorado con una llave del mismo color como dije. La llave de los muebles y de quien sabe que más. Logró abrir uno de los cajones y comenzó a rebuscar en él, encontrando pronto su objetivo y haciéndome al verlo.

𝐛𝐚𝐝 | 𝐝𝐚𝐧𝐢𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐚𝐯𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora