epilogue

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14 de febrero, 2019

LONDRES, INGLATERRA

Después de casi dos meses de no tocar el tema, la mañana del doce de febrero del dos mil diecinueve, Daniel lo dijo. Estábamos en el salón del departamento de Nueva York, él estaba sentado en el sillón leyendo aquel raro libro que tanto había ya releído y yo estaba acostada en suelo viendo la televisión. Se removió incomodo en su asiento y suspiró, bajando el libro. Lo miré y después de unos segundos de lo que me parecieron como una intensa deliberación de su parte, lo dijo:

-Los llamé.

No tenía idea de que hablaba. Fruncí el ceño y le hice una mueca para darle a entender que con eso no me bastaba para averiguar nada. Resopló.

-A los señores MacQuoid, sus padres -miré al techo un momento en busca de respuestas; luego se me prendió el foco.

-¿A los padres de...?

-Sí, de la niña -la niña, se llamaba Katrina y a Daniel no parecía convencerle la idea de haberlo hecho. Parecía incomodo de hablar de tema. Pero era algo, era lo más lejos que habíamos llegado. Era la primera vez desde que lo sabíamos que hablábamos de ella y aunque tal vez era la primera vez que él pensaba en ella, en mi caso tenía que diferir. No había un día en el que yo no pensara en ella y solo esperaba el momento perfecto para preguntarle a Daniel si alguna vez se acercaría a conocerla.

-¿Y qué les dijiste? -intenté no sonar tan contenta como en realidad estaba. Daniel se alzó de hombros.

-Les dije quién era y lo que James había pedido. Les pregunté si estaba bien que lo hiciéramos y cuando podíamos ir -dijo. Parpadeé dos veces, ¿El hizo eso? ¿Solo? Eso era muchísimo más de lo que esperaba y no era algo de lo que me pudiera quejar. Me senté y gateé hacia él.

-¡¿Qué?! -le pregunté.

-Puede que también haya comprado boletos de avión para Londres en dos días -lo miré incrédula. Soltó una risa nerviosa- ¿sorpresa?

-¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cómo reaccionaron a la llamada? -me apresuré a preguntarle, golpeando su pierna con ansiedad. El solo se rio.

-No sé por qué no te dije nada, creo que solo estaba nervioso. Y, reaccionaron bien, obviamente estaban confundidos al inicio, pero luego aceptaron nuestra visita -me explico.

-Pensé que no querías ir -confesé. Apretó los labios, soltó aire y se alzó de hombros- ¿Qué te hizo querer?

-No soy su mayor fan, pero creo que todos merecemos una oportunidad -se me achicó el corazón y lo miré con ternura. El me miró con cara de "¿En serio?"

-¡Espera! ¿Tienes sentimientos? -me burlé. El refunfuñó y soltó una risa sarcástica.

-Muy graciosa, idiota.

Y entonces, esa fue la introducción a nuestra pequeña aventura británica. Ante la puerta de la casita roja, que en realidad parecía de película, ambos esperábamos por algo que aún no sabíamos (Probablemente valentía) para tocar a la puerta.

-No se lo diremos todo, ¿o sí? -le pregunté, nerviosa y sin despegarle la vista a la puerta.

-No, claro que no. No hay manera de que podamos convertir todo en una historia para niños

-Seria gracioso, ¿no crees? -le dije, aun con la vista clavada en la madera- Contar como casi me muero tres veces y... todo lo demás.

-¿Crees que se parezca a nosotros? -le pregunté.

-No tengo idea.

-¿Se lo tomará bien?

-No tengo idea.

𝐛𝐚𝐝 | 𝐝𝐚𝐧𝐢𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐚𝐯𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora