[Capítulo Cuatro]

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[ J A N E ]

Un olor delicioso inundo mis fosas nasales, a un perfume suave y exquisito, no quería despertar por miedo a que fuera un sueño pero empecé a sentir una ligera presión en el abdomen. Abrí los ojos y note que había medio cuerpo encima de mi, con su cabello castaño sobresaliendo de mi cuello y sus manos acariciando mis brazos.

Así que Rubén resultaba un maldito acosador. No se dio cuenta de que había despertado menos aún cuando moví la rodilla hasta poder sentir su endurecido pene. Levante la rodilla con fuerza y su cuerpo se doblo de dolor, trate de huir pero caí en cuenta de que aún estaba esposada.

- ¡Maldita perra! - dijo con voz ahogada mientras se llevaba las manos a los huevos.

- ¡Eres un jodido violador! ¿Crees que no me di cuenta de que me tocabas?

- Estas buscando una muerte estúpida, niña. Me has partido los huevos...

Aún se quejaba en la cama y en eso, el chico de lentes, Mangel, entro. Me miro con el ceño fruncido tal vez por que supo desde el principio el daño que le había dado a su jefe.

- Ya esta el auto - dijo -, estamos esperando, ¿estas haciendo el gilipollas?

- Cállate - dijo Rubén -. Bajen ustedes primero. Tengo asuntos que resolver con esta mujer...

Trague grueso y mire al chico de gafas, de ves en cuando me daba miradas de pena pero nunca decía nada. Tal vez era el único que sabia que su jefe era un hijo de puta. Miro a Rubén por ultima vez y salió de la habitación. Duramos un rato en silencio mientras se colocaba la misma camisa que llevaba el día anterior, luego se acerco a mi y me tomo el rostro bruscamente.

- Vamos a salir como la pareja de recién casados que somos - sonrió sarcásticamente -. No vayas a hacer alguna estupidez...

- Primero suéltame, cara huevo, ¿no crees?

Me miro mal y saco la llave que abría las esposas, me sobe las manos y me apuro para salir de la habitación. Bajamos sin decir nada y llegamos a recepción donde se entregaría la llave. La misma chica que nos había recibido ayer nos sonrió.

- ¿Qué tal la estadía? - dijo.

- Excelente. Descansamos y la pasamos muy bien - dijo Rubén -. Ya sabe.

El muy pervertido me dio una nalgada para mi sorpresa y yo sonriendo irónica mande una mano abierta a sus, suponía yo, doloridas bolas. Se quejó pero no dijo nada. Le entrego la llave a la chica y esta dijo que haría el recibo de la cuenta a pagar. Se metió al computador y tecleo unas cosas. Preste mucha atención, pues el rostro de la chica había palidecido y miraba un volante en el mostrador y me miraba asustada.

Rubén empezó a impacientarse y miro el mismo volante, era una foto mía con descripciones y números de teléfono, en mayúsculas había una cifra enorme de dinero y la palabra "Desaparecida". La recepcionista me había reconocido.

- Tu... - susurro la chica.

Como en una película de acción, Rubén saco el arma en su pantalón y disparo en la frente de la chica, la sangre salpico y grite de horror. No solo ella tuvo que pagar por eso, si no también testigos, como otra chica que se hallaba detrás del muro y un turista que intentaba sacar un chocolate de la maquina expendedora.

Cautiverio [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora