[CapítuloTreintaYCuatro]

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[ J A N E ]

Mi cabeza golpeó fuertemente con el borde de la compuerta antes de caer a lo que suponía era el vagon del auto. Todo parecía igual que al principio, solo que esta vez no iba acompañaba por Cheeto y Rose, tampoco había sangre seca en el auto y tampoco tenía el corazón destrozado por haber confiado en un hombre que había prometido mi libertad.

Me hice lo más chiquita posible en un rincón del vagón y empecé a llorar, buscando respuestas a lo que había pasado y sobre todo a su traición.

¿Por qué cuando me había jurado seguir conmigo y salir de esta situación sin entregarme a estos tipos, pasa todo lo contrario? ¿Todo esto fue un plan desde el principio para que yo bajará la guardia? Que estúpida había sido, el amor por Rubén me había cegado y no había visto sus intenciones.

Segura de que si el no hubiese querido entregarme no hubiera recibido el dinero. Lo vi con mis propios ojos, Rubén había recibido el maletin, no había dicho una sola palabra, me había dejado a mi suerte.

Con lágrimas inundando mis mejillas, me recoste en el suelo de la camioneta que daba tumbos al andar, tomé mis piernas y pegue mis rodillas al pecho, asimilando todo lo que pasaría en este viaje y al llegar de él. ¿Que harían? ¿Podría tener la posibilidad de escapar? Lo dudaba, no sabía a dónde iba a parar.

No pude dormir en todo el tramo hasta no se donde, tal vez por que había tomado una siesta en el auto con Rubén... Rubén, aún recordaba la sonrisa que se le había hecho en su hermoso rostro al saber que había decidido irme con él. Que mala decisión.

La puerta del vagon se abrió con un estrépito y uno de los chicos que me había tomado fuera del auto de Rubén, se hizo presente. Subió y sin decir nada me tomó de los brazos haciéndome daño a lo cual pegue un horroroso grito pero con aquello, el tipo no bajo la intensidad de sus jalonasos para sacarme de la camioneta.

Caí fuera del auto y rápidamente el tipo me puso en pie. La luz me cegó de inmediato y podía escuchar como de algún lugar corría agua. Al aclarar mi vista note que estábamos en un puerto y cerca un yate. Entre todos los señores que me sabían tomado a la fuerza empezaron a hablar en Japonés, así que mi confusión era mayor, aunque tenía claro que teníamos que viajar por mar hasta Japón, era obvio.

Minutos después de su charla, volvieron a empujar e, subiendo al yate y sin dejarme mirar más, me llevaron hasta una habitación, allí me esposaron a la cabecera de la cama y para asegurarse de que no huiria cerraron la habitación con llave.

- ¡Imbéciles! - grite.

¿Cómo podría huir si viajábamos por mar? Idiotas. Aunque debo admitir que en algún momento en el que me llevaban hasta aquí, pensé en lanzarme al agua.

Eche un vistazo a todo el sitio y ni estaba mal, parecía que el tipo que hacía este negocio conmigo tenía dinero pues hasta la habitación de la secuestrada era bonita. Sin embargo, no sentía ganas de detallar las cosas, en mi cabeza solo estaba Rubén. ¿Que podría estar haciendo con todo el dinero que recibió por mi? Imaginándome miles de situaciones, me quedé dormida.

Un estrépito me hizo despertar y era que el tipo de antes había abierto la puerta casi tumbando la. Este hombre tenía un serio problema con las puertas. Llego a mi lado y me quito las esposas para nuevamente jalarme. Pasamos de nuevo por los pasillos del yate y al cruzarse con algunas personas intercambio palabras en Japonés. Bajamos del yate hacia otro puerto.

El hombre que le había entregado el maletin a Rubén, me tomó suavemente de la mano y me condujo hacia un auto.

- Debo suponer que a lo que Rubén se refería cuando dijo que ya no eras virgen es que el mismo te quito esa pureza... - dijo.

- Que le importa... - dije, con algo de miedo en la voz.

El tipo sonrió con cinismo y rápidamente levantó la mano para darme una cachetada con el dorso de la mano, con lo cual me golpeó con uno de sus anillos e hiciera que me mordiera una mejilla y empezará a sangrar. Me desubico un poco y fue aprochado para meterme rápidamente al auto.

Durante el trayecto, fui custodiada por dos tipos diferentes los anteriores. No vi a donde nos dirigíamos por culpa de las ventanillas negras.

Estaba tan cansada de este trajín, de jalarme a las malas para sacarme y volver a entrar a otro sitio que sólo esperaba a que ya terminarán con esto y me mataran.

A la luz del día, salimos del auto y el tipo, que suponía era el jefe, me tomó de nuevo del brazo y me jalo dentro de un lugar. Por fuera era un edificio alto y parecía más un hotel, no tenía letrero de algo y sus ladrillos y vidrios eran completamente negros.

Pasamos por un largo pasillo que daba algo de miedo por sus luces bajas y una alfombra roja hasta que el tipo abrió unas grandes puertas doradas.

Ahora estaba segura de que no iban a matarme. El lugar era un enorme prostíbulo, había chicas bailando en escenarios y bajo ellas unos hombres fofos en traje, bebiendo y hasta sobando su creciente ereccion. Mi cara era de horror.

Caminamos por entre las chicas hasta llegar a un pasillo que a sus lados tenía múltiples habitaciones, entramos a la última del pasillo.

El jefe me empujó dentro. Solo había una cama, un pequeño armario y un tocador diminuto. Aquel hombre cerró la puerta tras de él y tomó la silla del tocador, acercándose a mi, intimidandome un poco. Me senté en la cama y me aleje lo más posible de él.

- Estoy casi seguro de que pensabas en que iba a matarte... ¿ahora que crees? - pregunto. Parecía tan sereno.

- Que estás loco, no se... No se realmente que es lo que quieres hacer conmigo.

- Oh... - rio suavemente -, no vas a bailar como lo viste allá afuera...

- ¿Vas a matarme?

- No, ya lo hubiese hecho linda y por si te preguntas también, no voy a sacarte los órganos y venderlos. Es lo que siempre me preguntan.

- Entonces...

- Estoy haciendo un proyecto muy grande con chicas como tú... - sonrió -. Vas a ser vendida a uno de los más grandes empresarios, o narcos o cualquier tipo con dinero que esté dispuesto a pagar tus servicios como objeto sexual...

- ¿Y piensas que voy a hacer eso?

- No, por tu voluntad estoy seguro que no lo harías pero, ¿quién dijo que tendría que ser así?

Sin dejarme pensar, se levantó de la silla y de su bolsillo sacó una jeringa que sin pensar incrusto en mi cuello.

Alcance a gritar pero no lo suficiente. Todo se volvió negro.

Cautiverio [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora