dieciséis.

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Bills la tuvo con él, el resto del día. Era tan insoportablemente amable que a Whis, le daban ganas se darle un buen golpe,
pero se conformaba con hacerle uno que otro comentario irónico que sacaba una sonrisa a Yume.
Sin embargo,la insistencia del dios en el concierto a las demás deidades, si lo estaba logrando poner de mal humor. La forma en que Bills,lograba hacer que ella hablara tan naturalmente también lo molestaba sobremanera. Yume no sonreía asi en su presencia,ni hablaba tanto,ni le contaba cosas ¿por qué con Bills si? ¿Cual era la diferencia entre él y su señor?

Por fin la noche y Yume cantó para Bills,quien tuvo la osadia de dormirse en el regazo de ella, pero no podía impedircelo de ninguna forma,después de todo él,mismo le dijo que la había llevado ahí para ese propósito ¿y para que se inventó eso? Bills ya tenía una idea bastante clara de lo que sucedía y se divertía fastidiandolo. Estaba de mal humor y a diferencia de las otras veces,en que esa ánimo desaparecía en minutos u horas,en está oportunidad se prolongó durante todo el día y se intensificó tras ver a su señor disfrutar de lo que sentía le pertenecía. No queria oírla esa noche por lo que,al acompañarla a su habitación, le dió un cortés "buenas noches" y se retiró sin decirle ninguna otra palabra.

Yume lo vio alejarse por el pasillo y apartó de él la mirada sin ningún expresión particular. Había muchas cosas que quería saber y le daban curiosidad,pero acostumbrada a permanecer en silencio;no sabía muy bien como formular preguntas o expresarse, de forma más extensa que esas frases concisas y cortantes. Se sentía triste y sola, completamente sola. Robarse la atención de ese ángel,mitigaba aquello,pero no era suficiente. Se miro al espejo que había en esa habitación y se quedó absorta en su reflejo. Era hermosa o eso siempre escucho,pero era una belleza que la hizo cautiva. "Te pareces tanto a tu madre" le decía su padre, que era la única persona con la que interactuaba de forma prolongada,pero que tampoco aliviaba su soledad,
pues él, la veía más como un objeto valioso que como una hija.

Eran tantas cosas que morían en su garganta. Tantas emociones, tantas ideas, sueños y añoranzas que silenciosas, parecían sin que alguien las conociera. Tantas, pero tantas cosas que sólo podían fluir en el canto.Canto que es hilar palabras que caprichosamente coincidían con lo que sentía,pero que no decían el motivo de su sentir.

Largas eran las noches para Whis  que no necesitaba dormir. En el día podía hablar con el pez oráculo, pero en las noches este descansaba dejandolo solo, en ese espacio tan reducido y amplio a la vez. Sentado en la sala con una taza de té en la mano repasaba la enorme congoja que experimento la noche anterior.

No fue para él desconocída la indignación,pero la tristeza fue toda una novedad. No sabía que se sentía triste y mucho menos que ese sentimiento podía llevarlo a un llanto tan intenso. Recordaba el calor con el que esas lágrimas brotaban de sus ojos, casi le quemaban el rostro. ¿por qué se sentía triste? Se pregunto en ese momento de reflexión y se quedó repasando su vida. A pesar de tener tantos miles de millones de años a cuestas;su vida pasó ante sus ojos bastante rápido. Se sonrió con cierto desdén por eso. Miles de personas conoció en su vida y no recordaba sus nombres si quiera y ellos,con suerte, recordarian que él;es el asistente del dios de la destrucción. Su existencia era irrelevante para todos. A Whis nadie lo recordaba de alguna forma, a su señor en cambio lo veían como un sujeto terrible, monstruoso incluso,capaz de destruir mundos por capricho ¿a él? A él como el que acompañaba al dios,un individuo del que podían recordar su rostro sólo en asociación a su señor. Era parte de ser un ángel llevar una vida irrelevante;mas en ocasiones,al menos él,sentia ganas de ser recordado por algo más.

Entrenar a Goku y Vegeta tenía varios propósitos,uno de ellos era precisamente ser visto de una forma particular al menos por esos dos,sin embargo,ellos no estaban hechos de forma demasiado sensitiva como para plasmar en sus personas, alguna huella ajena a esa relación de maestro-pupilo. Seguramente le guardaban algo de respeto o lealtad,que duraría lo que se tardaría su señor en poner a la tierra bajo una real amenaza. Quizá una poca estima,porque los mortales suelen tomar algún afecto a quienes ven regularmente,pero fuera de eso no habia más que decir a su relación con ellos y honestamente él,veia en ellos algo semejante nada más.

Mi Sombra no tiene derecho a la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora