The Stripper - Juliantina (Adaptación)

Capítulo 23. Arriesgarse.

"Recuerde, hay muchas maneras de mirar la vida. Mírela siempre como una promesa." – Ángeles Doñate, el último vagón.

Canción sugerida: Love on the brain – Rihanna.

Valentina.

Lleve mis manos a la cuerda que estaba alrededor de la bata, sin apartar los ojos de Juliana, la dejo caer a nuestros pies. Juliana miró profundamente a mis ojos, tan intensamente que podía sentirme débil. No sabía si estaba bien, acabo de hacer lo que realmente quería esa noche.

– Si no es así, me detengo – le dije inclinándome para aspirar lentamente el aroma de la piel de su cuello.

Ella tenía una linda esencia, un dulce aroma mezclado con la frescura de su cuerpo acabado de duchar. Besé su cuello y lleve las manos a la cintura sacudiéndola con fuerza contra mí.

– ¿Quieres esto, Juliana? – le susurré, ella cerró los ojos para sentir mis labios sobre su piel -. Sé mía esta noche – insisto -. Dime, ¿Quieres esto? – inquiero.

– Si quiero – Juliana susurró en un jadeo ronco.

Viajé por la línea de su columna vertebral con una de mis manos hasta que llegué a su cuello, donde delicadamente enlazo mis dedos en sus cabellos oscuros tirando su cara hacia la mía. Tomé el cuerpo desnudo de Juliana contra la pared fría, haciendo a la mujer jadear cuando sintió mi cuerpo presionado contra el suyo. – Yo sé que lo quieres, no es necesario decir nada más. Sólo siente – murmuré lenta y sensualmente en su oído.

Retiré un par de hebras de su cabello, dejando su cuello a merced de mi boca, que se movió contra él dejando besos y prolongados chupetones. Su piel morena era tan suave y sensible que el enrojecimiento se hizo más visible. Podía sentir los vellos de su cuerpo erizarse justo en el momento exacto que mi lengua se deslizó sobre su pulso con un poco de presión.

Juliana deslizó sus pequeñas manos por mi espalda, clavando las uñas en la tela húmeda de mi suéter. A medida que subía con los besos desde su cuello hasta el lóbulo de su oreja succionando con apuro. La morena se quedó sin aliento, dejando escapar un gemido que me dejó casi por completo húmeda. – Quítate eso, ¡Ahora! – ordenó la mujer perdida en deseo.

Solté una sonrisa maliciosa en su contra, ella me miraba con esos ojos ardientes de color marrón que ahora eran tan familiares para mí. – Porque no me la quitas tú, Valdés – le digo.

Ella no lo pensó dos veces, apartó la prenda de mi cuerpo dejando mi torso al desnudo. Apartó mi cabello, admirándome. Me sentía tan caliente bajo el fuego de su mirada lujuriosa.

Ágilmente toda la ropa cayó al suelo, dejándonos completamente desnudas en la habitación oscura. La penumbra de la noche la hacía ver tan atractiva, destacando sus sinuosas curvas bajo la poca luz que las lámparas ofrecieron.

Besé su boca intensamente, y Juliana correspondió de la misma manera. Ella separó sus labios permitiendo el paso de mi lengua que se deslizó sobre ella con hambre. Estamos batallando quien domina y yo gané. Maldita sea, ella era una buena besadora. Sus manos se movían arriba y abajo a toda prisa, presionando mi cuerpo contra el suyo. Rápidamente guie a la mujer conmigo a la cama pequeña de la habitación.

Tiré el cuerpo de la morena en la suave cama. La miré en aquel momento, pidiéndole a Dios que no fuera un sueño, porque si así fuera yo no quería despertar hasta hacer a esa mujer mía. Me arrastré sobre ella, encajando nuestros cuerpos de manera tan perfecta que no podía evitar el gemido ronco que escapó de mis labios.