Las varas que había cortado no eran lo suficientemente largas, así que para conseguir una cuerda decente me acerqué a un árbol alto y comencé a treparlo con la gracia de un pescado. A poco más de dos metros de altura pude sentarme sobre una rama lo suficientemente gruesa. Pensé en cortarla, pero parecía una tarea imposible para mi pequeño cuchillo de piedra, en su lugar, lo clavé en la corteza y comencé a trazar una línea hacia el exterior. Cuando la rama comenzó a doblarse, marqué el límite de mi cuerda y volví al comienzo. Haciendo un corte circular alrededor de la rama logré hacerme con una capa de corteza de algo más de un metro de longitud y un grosor de 30 centímetros. La fibra debajo de la corteza serviría como cuerda, pero la corteza en sí misma podría convertirse en el techo de mi refugio.
Me sentí realizada. Era la primera vez que intentaba algo en el bosque y funcionaba sin problemas. Por supuesto, mis brazos dolían y estaban cubiertos en pequeños raspones por subir el árbol, mis piernas se sentían cansadas y mi espalda comenzaba a entumirse por el cansancio, pero lo había logrado.
Bajé del árbol con miedo de caer y romperme la espalda y, como resultado, nuevos raspones aparecieron en mis brazos, piernas y mejilla. No me importó, quería examinar mi botín y comenzar a preparar el refugio para tenerlo listo antes de que anocheciera.
Dediqué cerca de una hora a cortar la parte interna de la corteza en pequeñas cuerdas de un centímetro de grosor, lo hice con sumo cuidado para aprovechar los recursos al máximo. Podía conseguir más en cualquier momento, pero no era fácil y consumía mucha energía, algo que no podía permitirme en esos momentos. Al final, tenía conmigo suficiente cuerda para preparar mi refugio... o eso fue lo que pensé en ese momento. Resulta que debajo de la corteza de los árboles existe más de una capa y el material que trabajé tanto en conseguir no era flexible ni resistente, por lo que cuando intenté hacer un nudo se rompió en un instante.
Intenté utilizar la corteza de todos modos, pero cada nudo que hice resultó inútil. En mi frustración no pude evitar soltar un grito antes de darme una pequeña bofetada.
- Cálmate -me dije-, enojarte no te llevará a ningún lado.
Respiré profundamente y me puse de pie. Volví a subir al árbol y usé mi cuchillo para cortar la corteza interna que seguía unida a la rama de antes. En cuanto la corté me di cuenta de la diferencia. Las fibras debajo de la corteza eran rígidas, pero las que se quedaron unidas a la rama eran flexibles y elásticas. Era un material perfecto para hacer una cuerda así que comencé a recolectarlo en el acto.
El hambre me llevó a darle una mordida a la fibra, comparándola con un poco de queso, pero el sabor era completamente diferente, amargo, terroso y desagradable. Morder las fibras de corteza solo avivó mi hambre. Para distraerme continué consiguiendo fibras y, al cabo de unos minutos, bajé del árbol y comencé a trabajar en la cuerda. Trenzar las fibras fue más fácil de lo esperado, aunque no menos agotador. No me tomó mucho tiempo conseguir un par de cuerdas de más de cincuenta centímetros de longitud, y cuando comenzó a anochecer ya había repetido mis acrobacias en el árbol y el trenzado varias veces, así que contaba con más de una docena de cuerdas de lo más útiles.
Sonreí ante mi éxito, pero por dentro sentía una preocupación cada vez mayor. El viento soplaba cada vez más fuerte a medida que la temperatura descendía. Mi piel se erizó cuando noté que el sol había empezado a ocultarse nuevamente y solo entonces me di cuenta de mi aspecto. Mi blusa desgarrada y cubierta de sangre, mi falda, medias y zapatos cubiertos en lodo y completamente arruinados. A todo eso se le sumaban dos días enteros de esfuerzo, cansancio, sudor y dolor. Mi cabello era un desastre también. Quería bañarme, pero en un lugar donde ni siquiera puedo encontrar comida, un baño era un lujo imposible de obtener. No me importaba mucho mi apariencia en esos momento, pero la suciedad en mi cuerpo provocaba picazón, ¿o tal vez era resultado de los insectos en el bosque? Pensé en eso, pero lo cierto era que en todo ese tiempo no había visto ningún insecto, ¿no era eso extraño?
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Morí y ahora vivo en mi libro favorito
Viễn tưởngDiana es una chica de 16 años que se vio envuelta en un trágico incidente, cuando despierta se da cuenta de que ya no está en México, sino en un bosque. Ahora tendrá que usar todo lo que sabe sobre los mundos de fantasía para tratar de volver a casa...