8. Monstruo.

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Cuando habían pasado seis días desde que encontré el río, la pesca con arpón se convirtió en uno de mis pasatiempos y me había vuelto lo suficientemente buena como para prescindir de la caña. Ese día estaba en el río con mi arpón listo mientras esperaba que una presa se acercara lo suficiente. Un pez de unos veinte centímetros pasó cerca de mi pie y casi por reflejo lancé mi arpón, atravesándolo justo por la mitad. Era una buena presa. La saqué del río y caminé a la orilla donde el conejo me esperaba con el pelo erizado, los ojos bien abiertos y temblando como si estuviera congelado. En cuanto me vio, saltó a mis brazos ignorando el pescado que llevaba.

- ¿Qué tienes! ¿Te pasó algo!

Dejé caer el arpón y abracé al conejo mientras revisaba que no estuviera herido. Afortunadamente ese no era el caso, pero estaba tan asustado que no pude dejar de preocuparme por él. Mientras lo abrazaba, el conejo intentaba ocultarse ente mis brazos e incluso cubría sus ojos con sus largas orejas.

Todavía con el conejo en mis brazos recogí el arpón y quité el pescado que había atrapado. Algo había asustado al conejo y la sensación de seguridad que había comenzado a sentir se esfumó. Si otro lobo estaba cerca, tenía que estar lista para defenderme. Miré a mi alrededor y ubiqué todas mis pertenencias. La fogata seguía encendida y había un par de pescados asándose a un lado. Mi bolsa con las piedras que usaba para iniciar el fuego, los colmillos de lobo y mi roca-cuchillo también estaba cerca. Había algunos lugares donde un depredador podía esconderse, pero con el río a mi espalda tenía un lugar menos del cual preocuparme.

Al cabo de unos minutos el conejo finalmente se tranquilizó y bajó de mis brazos para comer un poco de pescado. Su sabor seguía siendo plano, quería comer algo más sustancioso pronto, pero seguía sin tener ningún indicio de cualquier tipo de presencia humana. Me mantuve al pendiente en todo momento, pero incluso cuando anocheció nada se acercó a nosotros, ¿acaso era por el fuego? No tenía forma de preguntarle al conejo qué lo había asustado, pero me negué a bajar la guardia.

No dormí esa noche mientras vigilaba el campamenro, solo cuando amaneció tomé una pequeña siesta antes de comenzar mi día. Decidí seguir adelante con cuidado y el conejo me siguió muy de cerca. Al cabo de un par de horas, apareció ante mí una criatura aterradora. Su cuerpo era similar al de un caballo, pero mucho más grande, era como un alce de dos metros y medio de alto. La cabeza de esa criatura era parecida a la de un rinoceronte sin cuernos y su piel se veía tan fuerte como el acero. Era un animal enorme mucho más peligroso que el lobo de antes, supe de inmediato que el arpón en mi mano no podría hacer nada en contra de esa bestia.

Ni siquiera tuve tiempo de esconderme, cuando miré a la gigantesca criatura, ella también me miró con sus pequeños ojos negros. Me sentí intimidada como nunca antes, ni siquiera podía moverme, pero afortunadamente el monstruo frente a mí no parecía tener la intención de atacarme. El conejo reaccionó de alguna forma y logró esconderse detrás de mí.

El monstruo no dejaba de mirarme, pero seguía tranquilo. Retrocedí con un paso y fue en ese instante que la criatura reaccionó. Con un pesado paso acortó la distancia entre nosotros y se acercó tanto a mí que sentí que mi alma se escapaba de mi cuerpo. Sujeté mi arpón con fuerza, pero no pude reaccionar a tiempo, lo siguiente que sentí fue algo áspero contra mi cara, como si alguien presionara un papel de lija con fuerza intentando desgarrar mi piel. Era la lengua del animal, ¿acaso estaba probándome para decidir si me comía o no?

Caí de bruces al suelo -el conejo saltó justo antes de mi caída así que no fue aplastado- y entonces, caballo-rinoceronte se acostó junto a mí y cerró los ojos como quedándose dormido, ¿estaba a salvo? Parecía que el monstruo no tenía intenciones de atacarme, pero tenía tanto miedo que no fui capaz de moverme enseguida.

- H-hola.

Con algo de miedo logré decir eso, no sabía qué más hacer o por qué dije eso, pero el animal abrió los ojos y lamió una vez más mi rostro antes de volver a dormitar.

- No vas a comernos, ¿cierto?

El caballo-rinoceronte no respondió -obviamente-, solo hizo un sonido similar al graznido de un cuervo. Escuchar algo así salir de un monstruo tan grande e intimidante me hizo reír un poco. Sonaba alegre, pero me negué a bajar la guardia, incluso si actuaba dócil, seguía siendo una bestia bastante aterradora. Nos quedamos acostados en el suelo por más de quince minutos, yo tenía miedo de hacer cualquier movimiento, pero el conejo se había relajado lo suficiente para quedase dormido en mis brazos. Cuando escuché al monstruo roncar, toda la fatiga que sentía por no haber dormido el día anterior me golpeó y también yo me quedé dormida.

Cuando desperté todavía no oscurecía. El sol seguía alto y tanto el conejo como el caballo-rinoceronte seguían a mi lado. Me levanté con cautela y ambos despertaron también, mirándome con curiosidad.

- Conseguiré algo de comer. Esperen un poco.

Comencé a pescar con el arpón. En solo unos minutos conseguí algunos peces grandes. No sabía si el caballo podía comer pescado, pero no quería que un animal como ese estuviera hambriento cerca de mí así que, después de asarlos, le entregué un par de peces que devoró con entusiasmo. Igual que antes, el monstruo hizo un sonido similar al de un ave. Parecía feliz y no pude evitar reír un poco al escucharlo. No tenía idea de lo que era ese animal, pero no parecía tener malas intenciones así que me armé de valor y lo acaricié un poco. Su piel era áspera y tosca, sobre su cabeza había una crin como la de un caballo, pero más corta. Nunca había visto un animal como ese antes y eso me preocupó todavía más, ¿seguía en México? Tal vez estaba en Asia o Europa y no podría volver a casa incluso después de encontrar a otras personas. Mi corazón se apretó y la ansiedad comenzó a invadirme una vez más. No quería pensar en eso así que tomé un pescado y empecé a comer.

El caballo-rinoceronte parecía tener hambre así que tuve que atrapar más peces. No me molestó porque usar el arpón me ayudaba a olvidarme de mis problemas. Cuando anocheció comimos más peces y finalmente tanto el conejo como el caballo se quedaron dormidos acurrucados junto a la fogata. Pensé en hacer guardia, pero todavía me sentía cansada y quería seguir caminando el día siguiente así que me quedé dormida recargada en un árbol.

Todavía no amanecía cuando desperté. La fogata se había apagado, pero la luz de la luna me permitió ver la silueta del caballo-rinoceronte, que estaba de pie mirando a la distancia.

- ¿Estabas haciendo guardia?

Nuevamente el caballo hizo un sonido similar al de un ave y dio unos brinquitos, parecía feliz así que acaricié su cabeza y le agradecí. No sabía si realmente había hecho guardia, pero en definitiva me sentía más segura sabiendo que una criatura de ese tamaño estaba cerca para protegerme. Sonreí, pero me preocupaba que la falta de contacto humano me estuviera volviendo loca, o tal vez me había convertido en una domadora de animales. La idea de iniciar un circo circuló por mi mente, pero la descarté de inmediato. Tenía que concentrarme en salir del bosque.

Estaba sumida en esos pensamientos cuando escuché aquello que estaba esperando desde hacía días: una voz.

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Nota de un Orco: En mi idea original el caballo-rinoceronte tenía un pico similar al de un ave, pero luego de ver esta ilustración generada por una IA, decidí cambiar un poco su aspecto. Me encantó como se ve, ¿ustedes qué piensan?

 Me encantó como se ve, ¿ustedes qué piensan?

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Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora