2. Comida, agua y refugio.

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Al menos media hora había pasado desde que comencé a caminar, pero todavía no encontraba un lugar seguro. A principio pensaba en llegar a una casa o una cabaña, pero llegados a ese punto me conformaba con encontrar una cueva o algún árbol hueco. Mis pies comenzaban a doler por caminar en el bosque usando zapatos escolares y mi estómago empezaba a rugir, ¿hace cuánto tiempo que no comía?  Pensé en mi casa, en lo fácil que sería ir a la fonda de mi mamá y pedirle una comida corrida o, si eso no era posible, al menos prepararme unas quesadillas en casa. Pensar en comida es una mala idea cuando tienes hambre, peor aún es recordar la sazón de tu madre cuando no sabes si podrás volver a verla. Tuve que morder mi lengua para evitar un colapso mental, las lágrimas estaban por abandonar mis ojos, pero logré controlarlas gracias al dolor.

Sin importar cuánto caminaba, el paisaje no parecía cambiar en lo absoluto. Si se tratara de un videojuego definitivamente habría una flecha indicándome el camino que debía seguir, pero ese no era el caso, no había flecha ni camino, solo árboles hasta donde alcanzaba la vista. Árboles delgados y árboles gruesos, algunos de apenas uno o dos metros de alto y otros tan altos que no podía ver su copa desde el suelo. También había muchas flores diferentes, de colores brillantes y opacos. Encontré tréboles y margaritas, también había flores un poco más grandes que nunca había visto, con pétalos moteados y hojas en forma de estrellas, no solo eran flores que no conocía, no se parecían en nada a cualquier cosa que haya visto en el mercado. Un pensamiento empezó a circular discretamente en mi mente, ¿y si ya no estaba en México? No tenía sentido, pero despertar en el bosque después de recibir una bala en el pecho tampoco lo tenía y era justamente lo que había ocurrido.

Mis pies dolían cada vez más, los zapatos escolares definitivamente no están diseñados para caminar en el bosque donde el terreno era irregular y tan húmedo que con cada paso terminabas enterrándote en el lodo. Fue ese problema el que me hizo darme cuenta de algo.

- ¿Lodo?

Llevaba por lo menos dos horas caminando sin rumbo cuando me di cuenta de algo que debió ser obvio desde un comienzo. Había lodo en todas partes, y si había lodo debía haber agua, ¿cierto? Miré a mi alrededor pero no encontré ninguna fuente de agua, solo había árboles, flores y arbustos. ¿De dónde venía el agua entonces? Me detuve un momento a pensar al respecto y aproveché para descansar sentándome sobre una roca del tamaño de una pelota de fútbol, ¿el agua provenía de la lluvia? No había ni una nube en el cielo. ¿Era posible que proviniera de los árboles? El agua del rocío debería ser potable.

En uno de los árboles que era casi de mi tamaño las hojas se sentían frías, pero no había ni una gota de agua sobre ellas. Recordé haber visto en un programa de supervivencia a cierto presentador exprimiendo hojas de los árboles para obtener agua de ellas, ¿podría yo también hacer algo como eso? Corté algunas hojas del árbol y las presioné en mi puño. Algo de líquido salió de ellas, pero apenas era suficiente para mojar un poco mi mano, no había forma de que bastara para quitarme la sed. Si tuviera una botella podría intentar llenarla y luego beberla, pero en esos momentos no tenía absolutamente nada conmigo, ¿usar hojas más grandes tal vez? Valía la pena intentarlo.

Busqué a mi alrededor algún árbol pequeño con hojas grandes, al cabo de unos minuto finalmente encontré lo que buscaba: un árbol de aspecto similar a un sauce, pero de solo un par de metros de alto. Sus hojas eran largas y tenían la forma de puntas de lanzas. Tomé un par y las exprimí igual que antes, el agua comenzó a brotar de ellas. No era mucha, pero al menos pude refrescar mi garganta. No me había dado cuenta de lo sedienta que estaba hasta ese momento, ¿acaso se debía a la pérdida de sangre?

El agua con sabor vegetal era amarga, pero no podía permitirme ser exigente en esa situación. Exprimí más de una docena de esas hojas en mi boca y finalmente dejé de sentir sed. En un principio pensé en masticarlas, pero hacer eso podría ser peligroso ya que las hojas suelen estar cubiertas de polvo y bacterias, y la idea de enfermarme en medio del bosque no era muy atractiva.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora