29. Flor de ámbar. Parte IV

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Había sido una batalla difícil, pero pude derrotar a uno de los lobos. Gané un poco de confianza después de hacerlo, pero era muy pronto para celebrar mi victoria, el otro lobo atacó con sus garras otra vez y tuve que alejarme de ahí saltando tan lejos como pude, por desgracia, mi espada quedó enterrada en la cabeza del lobo y no podía recuperarla en esos momentos. El lobo saltó sobre mí y no pude evitar recordar mi primera pelea, esa vez estuve a punto de morir y había sobrevivido solo por suerte. Rodé en el suelo antes de que el lobo aterrizara y me levanté tan rápido como pude, solo para recibir otro golpe de las garras de la bestia que parecía más salvaje que antes. El golpe alcanzó mi pecho, era una herida superficial pero dolía terriblemente. Seguí alejándome tanto como me fue posible, pero el lobo era mucho más rápido que yo y luego de unos segundos recibí otro golpe esta vez en el estómago. Caí al suelo y vi al lobo saltar una vez más sobre mí, pero había algo más, pude sentir que había tocado algo al caer, el aura de algo que había tocado antes, sabía exactamente lo que era así que no dudé y me concentré en la Roca de Ámbar Azul a mi lado, al hacerlo, apareció en mi mano justo a tiempo para recibir al lobo con un golpe en el que puse toda mi fuerza.

El golpe no había sido suficiente para acabar con él, pero por lo menos me permitió levantarme y ponerme en guardia para el siguiente round. El lobo se sacudió y me mostró sus colmillos una vez más antes de lanzarse con sus garras por delante en mi contra. Esquivé lo mejor que pude pero recibí otro golpe, la sangre había manchado completamente mi ropa que empezaba a desgarrarse, posiblemente debido a la adrenalina el dolor era soportable en esos momentos. El lobo volvió a saltar y esta vez lo recibí con un golpe de la roca que tenía el tamaño de mi puño. Retrocedí un poco más hasta quedar casi de espaldas con un árbol, cuando el lobo saltó hacia mí una vez más, esquivé y saqué algo del aura que había en ese lugar, un tronco de medio metro de alto apareció donde yo había estado un segundo atrás y el lobo chocó contra él con tanta fuerza que lo empujó a un metro de distancia. Mientras el lobo se quejaba del dolor, golpeé su cabeza con la roca usando todas mis fuerzas y finalmente dejó de moverse.

Me dejé caer al suelo mientras todas mis fuerzas abandonaban mi cuerpo cuando de pronto lo vi: el primer lobo que apuñalé, el líder de ese grupo, se había puesto de pie y parecía estar en perfecto estado. A su lado solo quedaban algunas plumas de colores, ¿comerse al búho restauró su salud? ¿Qué clase de videojuego era ese? No tenía energías para levantarme, mucho menos para defenderme. El lobo comenzó a caminar hacia mí y mientras lo hacía parecía estar volviéndose más grande, ¿era porque estaba en el suelo o porque me sentía intimidada? Del líder de la manada comenzó a surgir una delgada pero intimidante aura negruzca que me puso la piel de gallina. No sabía lo que era, pero mi instinto me decía que era peligroso. El lobo abrió la boca y el aura comenzó a acumularse en su interior formando una esfera negra, ¡era magia!

Quise saltar de inmediato, pero mis piernas no respondían. No tenía caso, estaba a punto de recibir un ataque mágico que acabaría conmigo. Cerré los ojos por instinto, pero también por miedo, no quería ver aquello que iba a terminar mi vida. Recordé el día que me dispararon en el autobús, ¿morí esa vez? De ser así, tal vez en esta ocasión volvería a despertar en un lugar desconocido. Darme cuenta de que estaba pensando en esa clase de tonterías provocó una sonrisa en mi rostro. Era muy pronto para morir por segunda vez. Tenía que hacer algo. A mi alrededor había algunas auras: hongos Laif, flores Riris, Agua de Guyan y Mineral de Ross, los dos últimos eran nuevos, aunque no muy útiles en esa situación.

La bola negra salió disparada hacia mí y solo pude intentar protegerme cruzando mis brazos, pero el dolor nunca apareció, una silueta blanca había saltado entre la esfera mágica y yo y la había recibido por mí.

- ¡Bunny!

Grité mientras un fuerte golpe se pudo escuchar a un lado de mí. Arthur cargó con toda su fuerza en contra del lobo que, de alguna forma, se había vuelto casi tan grande como mi lefi. Reuní todas mis fuerzas para correr hasta Bunny, que parecía estar sufriendo mientras sujetaba en sus patitas un par de frascos de poción de salud. No lo dudé ni un instante y lo obligué a beber. Mi conejo dejó de temblar, pero estaba inconsciente. Bebí la otra poción y miré hacia el lugar donde Arthur usaba su enorme cuerpo para embestir al lobo cuya aura negra volvía a acumularse a su alrededor.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora