7. Pescado.

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Una vez vi en un programa de televisión a un hombre atrapar un pescado en el río usando sus propias manos, parecía algo sencillo, pero cuando intenté hacerlo en la vida real solo salpiqué agua por todas partes mientras el pez nadó lejos de mí sin ningún problema. Si quería atrapar algo comestible iba a necesitar una caña de pescar.

Resolver ese problema resultó ser más simple de lo que esperaba. Tenía acceso a cuerda, varas resistentes y tallos de flores con espinas que podía usar como anzuelo. Me tomó alrededor de una hora construirla, pero mi caña de pescar estaba lista. Como carnada utilicé un trozo de carne de lobo que no tardaba en comenzar a podrirse y, luego de esperar por solo cinco minutos, atrapé a mi primer pescado. Era pequeño, del tamaño de mi mano, y sus escamas eran apenas visibles. Clavé la caña en el piso y preparé una fogata pequeña, después, convertí el pescado en una brocheta y comencé a asarlo. Al cabo de media hora había comido dos pescados y tenía tres más asándose en la fogata. Su sabor era simple y plano, pero era mejor que la carne de lobo así que la comí con gusto.

El río era la solución a casi todos mis problemas. Me daba una fuente constante de agua y comida y mientras siguiera su cauce terminaría por encontrar a otras personas. El terreno a su alrededor era un poco más complicado que al interior del bosque, pero considerando las ventajas que suponía, quejarme por algo como eso sería demasiado egoísta de mi parte.

Los siguientes días mi rutina fue diferente a la de antes, despertaba temprano, pescaba mi desayuno y tomaba un baño mientras asaba mis presas en una fogata improvisada, después caminaba hasta que mis piernas no podían más y entonces descansaba en el río un momento antes de comenzar a preparar el campamento, lo cual incluía atrapar la cena antes de que comenzara a anochecer.

No tenía idea de cuánto había caminado, pero en ese punto debería estar cerca de algún asentamiento. Había pasado más de una semana desde que llegué al bosque y no había dejado de avanzar desde entonces, ¿cuánto tiempo más faltaba para salir de ese lugar? Comenzaba a desesperarme y perder las esperanzas, pero cada vez que eso ocurría me obligaba a recordar los días anteriores. Cuando desperté por primera vez no tenía nada y estaba indefensa, pero ya no más. Había sobrevivido y solo era cuestión de tiempo antes de encontrar ayuda y poder volver a casa. Ya no era la misma de antes.

Yo no era la única que parecía haber cambiado, antes el conejo solía comer césped y algunas hojas de los árboles, pero después de probar uno de los pescados que asé, comenzó a acompañarme en el desayuno y la cena. Creía que los conejos eran herbívoros, pero a ese conejo realmente le gustaba el pescado. Tal vez era porque su dieta había cambiado, pero el conejo comenzó a crecer. Al principio creí que lo estaba imaginando, pero todos los días despertaba con él en mis brazos y en algún momento me di cuenta de que ya no podía sostenerlo como antes. Su crecimiento fue demasiado rápido, pero no pensé que fuera extraño, después de todo, no sabía nada sobre conejos para empezar.

Tanto el conejo como yo nos hemos acostumbrado a nuestra rutina, las ampollas ya casi no aparecen en mis pies, e incluso cuando lo hacen, desaparecen al día siguiente como por arte de magia. Mi condición física también había mejorado y cada vez podía caminar por más tiempo y a mejor velocidad, incluso había empezado a disfrutar de la caminata y el paisaje. Dentro del bosque podía ser confuso y debía estar pendiente si no quería perderme, pero siguiendo el cauce del río eso no era un problema.

Junto al río crecían plantas diferentes que las que podía encontrar en el bosque, entre ellas destacaba una planta delgada y alta, similar a un junco, la cual tenía espigas secas que había empezado a utilizar como yesca para iniciar las fogatas, algo que mi blusa agradeció pues se había convertido ya en una ombliguera que rozaba lo erótico. No había nadie cerca para verme, pero incluso así era inevitable sentirme expuesta con ropa como esa.

El río también era diferente a cómo lo era cuando lo encontré por primera vez. Había comenzado a ser menos profundo y con una corriente más rápida, lo cual dificultaba un poco la pesca. Ya que la caña no era tan fuerte, tuve que improvisar un arpón usando ramas secas que afilé con mi roca-cuchillo. La pesca con arpón era mil veces más complicada que usar una caña, así que mientras dejaba la caña clavada en la tierra a la espera de una presa, yo practicaba con el arpón a mitad del río. La primera vez que atrapé algo con ese método me emocioné tanto que estuve a punto de tropezar y perder mi presa.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora