37. Cacería

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Cuando desperté me encontraba sobre una cama y con Bunny a mi lado, mi cabeza dolía y podía sentir la fiebre en mi piel, mi condición no mejoró mis quiera después de beber una poción de salud y una de energía, lo que tenía no era una aflicción del cuerpo, sino de la mente. El día anterior había golpeado hasta el cansancio a Bon, la furia se apoderó de mí y tuve deseos de matarlo, ¿siempre había sido una persona tan violenta? En mi mundo nunca me había peleado e incluso cuando me provocaban prefería escapar, ¿por qué me había dejado llevar por la violencia?

- ¡La señorita despertó! -Gritó una niña de la mitad de mi altura mientras salía corriendo de la habitación.

Era eso. Bon le hizo algo imperdonable a niños tan pequeños como ella. Solo pensando en eso había convertido mis manos en puños y sentí que la ira intentaba nublar mi mente otra vez. Bunny presionó su cabeza contra mi pecho una vez más y logro sacarme del transe en el que había entrado. Había algo aterrador en mi interior y tenía miedo de saber lo que era. Desde que llegué a ese mundo poco a poco había acumulado estrés, miedo y ansiedad, pero lo que ocurrió el día anterior fue la gota que derramó el vaso, quería volver a casa, ver a mis papás y abrazarlos, daría todo por sentir un abrazo de mi mamá y escuchar su regaño por haberme desaparecido por tanto tiempo. Lloré una vez más mientras abrazaba a mi conejo. Me estaba desmoronando y no sabía qué podía hacer al respecto.

- Diana... ¿estás bien?

Kat me abrazó mientras me preguntaba eso. Ser consolada por una niña de 13 años era extraño, no quería mostrarme débil ante ella pero las lágrimas no dejaban de salir. Kat era huérfana, había visto a su querida señora Leticia ser asesinada y tuvo que escapar al bosque para evitar vivir un infierno, a pesar de eso era ella quien me estaba cuidando, ¿qué tan patética podía ser? Todavía con lágrimas en los ojos me levanté de la cama, no podía seguir hundida en mi miseria cuando estaba preocupando a una niña que había sufrido tanto.

- Gracias, Kat. Creo que estoy mejor ahora.

- ¿Segura? No te ves nada bien.

- En realidad me siento terrible. Como si hubiera una roca enorme en mi pecho, pero puedo moverme. ¿Cómo están los niños?

- Las pociones ayudaron -respondió- todos están mejor, pero no quieren salir.

- Tomará tiempo recuperarse -le dije- no solo sus cuerpos fueron maltratados, Bon hizo todo lo posible por romper sus corazones.

- ¿Sus corazones?

- Necesitarán mucho tiempo y ayuda para sanar. No hay pociones para eso, pero si te quedas a su lado algún día podrán sonreír de nuevo.

Kat parecía no entender lo que le decía, pero me dedicó una sonrisa enorme y me aseguró que no los dejaría solos. Kat era una niña increíblemente fuerte, no podía sentir más que admiración por ella.

- ¿Ya comieron? -pregunté- puedo prepararles algo.

La sonrisa de Kat desapareció y fue reemplazada por una expresión de miedo.

- ¡No! -gritó- Preparamos algo... por favor no nos hagas comer eso.

¿Se refería a la salsa? Qué grosera. Pero su reacción me hizo reír. No me había dado cuenta, pero mi ceño había estado fruncido todo ese tiempo y sonreír resultó incluso un poco doloroso. Tuve que respirar profundamente para relajar mi rostro un poco.

Creí que Kat era quien había preparado la comida, pero en realidad había un par de adultos en la cocina encargándose de todo. Sus nombres eran Félix y Mara, luego de que los bandidos escaparon fueron ellos quienes me llevaron a la cama y quienes estaban cuidando a los niños. Al parecer eran conocidos de la señora Leticia y habían querido ayudar a los niños desde antes, pero los bandidos no permitían que nadie se acercara. Bon había hecho un caos en la aldea, asesinó a muchos guardias y personas inocentes, pero al parecer también habían asesinado al jefe de la aldea cuando se hizo con el control.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora