58. Lurene.

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*Este capítulo no es desde el punto de vista de Diana*

- ¡Lurene! ¿Qué estás esperando para traer el agua?

Mi maestro, el caballero Zendal, me gritó pidiéndome que me apresure, pero eso era más difícil de lo que sonaba. En mis brazos sostenía un gran barril lleno de agua caliente. El barril era pesado y apenas podía levantarlo, por si eso no fuera suficiente, no puedo derramar una sola gota del agua caliente. No temía quemarme, pero si un poco del agua terminaba en el suelo mi maestro me golpearía otra vez. Los golpes de mi maestro eran pesados y solían dejar marcas dolorosas en mi cuerpo así que tenía que ser especialmente cuidadosa para llevar el barril hasta el baño sin tirar nada.

Bajar las escaleras era la parte más complicada de transportar el agua, pero tenía un truco para hacerlo. Desde hacia mucho tiempo había descubierto un humo de colores que salía de mi cuerpo, pero un par de semanas atrás aprendí que podía moverlo y manipularlo como si fuera un tercer brazo, gracias a eso fui capaz de formar una especie de tapa transparente que impidió que el agua saliera del barril. Me sentía agradecida con el humo de colores y había empezado a llamarlo Humo Asistente porque podía usarlo para un sinfín de cosas. Gracias a ese humo mi maestro me golpeaba mucho menos que antes.

El baño era grande, tanto que mi habitación completa cabría varias veces en él, había vapor elevándose por todos lados y sentí mucho calor apenas entré. Mi maestro estaba de pie, esperando con un rostro molesto y los brazos cruzados.

- ¿Qué estás esperando? Prepara mi baño, maldita inútil -dijo el maestro amenazando con patearme.

En silencio caminé hacia la bañera y vertí el agua caliente, mi Humo Asistente me protegió de algunas gotas que estuvieron cerca de golpear mi mano y le agradecí en mi mente por la ayuda. Cuando terminé de preparar el baño me acerqué a mi maestro y lo ayudé a quitarse la ropa, desnudarlo era parte de mis deberes como su sirviente. Con el maestro completamente desnudo recogí la ropa y me dispuse a salir de la habitación, pero el maestro me detuvo sujetándome por los hombros y arrojándome al suelo frente a él. Ese día tenía que cumplir con mis otros deberes para con el maestro. Era la parte que más despreciaba de mi trabajo.

Mientras el maestro me miraba con asco comencé a quitarme la ropa. Me concentré en mi Humo Asistente mientras el maestro hacía con mi cuerpo lo que quería. Odiaba aquella sensación y quería resistirme, pero si lo hacía no solo recibiría los golpes de mi maestro, sino que el collar alrededor de mi cuello comenzaría a apretarse amenazando con terminar con mi vida. la primera vez que lo hizo intenté defenderme, no pude moverme durante los días siguientes a causa del dolor así que me prometí no volver a ir en contra de mi maestro nunca más.

Después de un par de minutos el maestro parecía estar satisfecho, respiraba de forma agitada pero mantenía en su rostro una expresión de disgusto. Pateó mi abdomen antes de levantarse y entrar en la bañera.

- Eres una criatura repugnante, pero ya encargué una humana para que te reemplace.

Las palabras de mi maestro dolían más que sus golpes. Ser llamada repugnante era doloroso, sabía que lo era pero no necesitaba que me lo recordaran. Mi madre siempre me dijo lo mismo, que era repugnante y no soportaba verme, que me odiaba por lo asqueroso que le resultaba mi rostro y lo mucho que le recordaba a "ese hombre". Desnuda, esperé afuera del baño en el frío invernal a que mi maestro terminara de limpiarse para poder ayudarlo a vestirse una vez más.

-Lurene, estaré en el sótano, no me molestes.

Esto era un secreto que mi maestro no sabía, pero cuando me quedaba a solas en el baño, utilizaba algo de agua limpia para lavar mi cuerpo e intentar quitar la suciedad que sus manos habían dejado sobre mi. No tenía muchas oportunidades de lavarme con agua caliente así que tenía que aprovechar cada oportunidad. Se sentía bien, pero no podía disfrutarlo, me sentía asquerosa y con tanto asco que solo quería olvidarme de todo. No importaba cuánto tiempo pasara, lo que el maestro hacía con mi cuerpo me hacía pensar que no sería tan malo si el collar se cerrara por completo alrededor de mi cuello.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora