Madre.

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Las hojas bailaban al ritmo de la primavera, cálida, suave y refrescante.

Sentía que como ellas, su momento de dar el siguiente paso había llegado.

Habían estado tan envueltos en la felicidad de poder estar juntos otra vez, que no había podido platicar con él sobre su enlace. 

Su conversación con James le recordó que no podía dejar pasarlo más.

Desde que lo conoció no pudo pensar en nada más. Pero temía que era muy apresurado.

A diferencia de los humanos, quiénes tomaban una pareja y podían deshacer a su voluntad. Sus votos, si eran eternos, fieles y para toda su vida.

Por ello, antes de hacerlo, tenía que hacerle una visita a los suyos, y no disponía de mucho tiempo.

Quería hacer las cosas bien. Pensó que su pareja le reclamaría.

Seria un viaje de tres días de ida y vuelta. Quería llevarlo, pero solo tenían permitido el paso a los suyos.

Tony solo le deseó un buen viaje y regresó a su oficina.

Era esa frialdad la que comenzaba a preocuparle. ¿Cómo habían pasado de estar abrazados riendo a despedirse con solo una mirada?

Como lo pensó no fue bien recibido. Pero sólo le importó llegar hasta ella.

Como siempre, admirando la gran cascada que se abría paso por todo el valle.

—No estas aquí realmente.

—Lo siento. Pensaba en—

—¿Tu vampiro?. —Asintió con culpa, como pensó ya era noticia de todos, como su fracaso. —Debes dejar de culparte. Como tu padre, tienes la mala costumbre de cargar el peso de los tuyos.

—Si hubiera sido más fuerte aún estaría aquí. —Cargaría por siempre la culpa de sus errores.

—No escogemos como venir, pero el irnos es sólo nuestra decisión Steven. — Acarició el pelaje de su compañera. —Tu padre hizo labró su propio camino, el tuyo apenas inicia. 

—Sé que no tengo derecho de pedirte nada pero—

—¿Eres feliz con él?

—Lo amo. —Admitió con firmeza. —Tanto, que me duele no estar a su lado en éste momento.

—¿Pues que esperas para irte?. —Le sonrió con amor. Como había extrañado estar en sus brazos. —No me importa lo que digan esos estúpidos ancianos, siempre serás mi cachorro. Por supuesto que tienes mi bendición cariño.

—Gracias. —La estrechó con fuerza entre sus brazos. No lo diría en voz alta, pero para él, su apoyo era lo que más quería.

—Y traedme nietos pronto. —Su rostro enrojeció. —Cinco camadas serán suficiente para perdonarte que no me hayas visitado en más de cinco siglos.

—¡Mamá!. —Le vio avergonzado y desanimado. —Si fuera posible, ya tendrías mas de cuatro.

—¿Así que lo han hecho hasta desfallecer eh?. —Le picó divertida. —Cariño, hasta que dos inmortales no se entregan por completo, no son capaz de crear vida.

—¿Se puede?.

—Nuestras especies son más parecidas de lo que muchos quieren ignorar. —Se dio la vuelta. — Ahora vete, con la única condición de que la próxima vez no vengas solo.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora