Alma.

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Créditos a : Ilitia por tan bellísimo arte.


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Sarah había pasado por muchos inviernos. Pero aquel siempre lo recordaría como el más frío y tempestuoso.

Las últimas semanas había estado tan ocupada que no había podido visitarles como era debido.

Carol le había contado del aumento de sus malestares. Eso sólo podía significar una cosa.

Y necesitaban apurarse.

Esa noche decidió darse un paseo por ahí.


—¿Cómo has estado?. —Le preguntó al verlo salir de la habitación con paso lento.


—Pues, los malestares no me han matado eso es una buena señal, no?. —Dijo con un suspiro el castaño.


Asintió con una pequeña sonrisa. No pudo evitar recordar cuando ella los tuvo. Sí, eran peor que la muerte.


—¿Y Steve?


—Duerme al fin, cada vez que me movía saltaba como un pez fuera del agua. —Admitió con una sonrisa.


—Y, me imagino que siguieron mi consejo no?. —Sonrió al ver la mueca de culpa en su rostro.—Tony.


—Fuimos cuidadosos. —Le aseguró con una traviesa sonrisa. —Además, después de eso dormimos excelente.


Se le escapó la risa mientras negaba con la cabeza. ¿Para qué si quiera lo intentaba? Esos dos eran insaciables.

Y eso, era una fortaleza más para su pequeño.

Ambos se mantuvieron en silencio.


—Será mañana. —No supo bien que responder a eso.—Steve no quiso decírmelo. Pero supongo que es por eso que quisiste hablar con él ayer, no?.


Asintió con pesar. Odiaba ser quién les trajera esas noticias. Más cuando por fin lograban tener un tiempo para ellos.


—Supongo que se habían tardado. —Caminó hacia la ventana observando la nieve caer de nuevo.


—Quisiera no haberles puesto en esta situación. —Admitió con dolor.


—No es tu culpa Sarah, tu hiciste todo para evitarlo. —Giró a verle con una pequeña sonrisa.


—En realidad si lo es. —Se cruzó de brazos. —Siento que si hubiese sido más atenta a él, quizás no hubiera sido.


—Helmut no es tu hijo. —El menor bufo enojado. —Es culpa de su odioso padre.


—No, pero mi deber como Alfa es la de proteger a cada miembro de la manada. — Cerró los ojos lamentándose de ver en lo que se había convertido ese cachorro. —Quizás si hubiese insistido más, si lo hubiera protegido alejado de él, Heimrich no le hubiese contaminado su mente y corazón.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora