Cicatriz.

945 128 3
                                    

Para los vampiros, las cicatrices eran como los mortales. Efímeras e insignificantes.

Sin importar que heridas físicas recibieran, éstas desaparecían. Eran aquellas que no se veían las que más dolían.

El había sentido ambas, conocía el dolor y el alivio. Pero jamás había sentido una igual.

Desde que fue transformado, había olvidado lo que era. Hasta que se despertó ese día.

La mordida en su cuello había sanado, pero había dejado un gran cicatriz. 

Acarició con sus dedos aquella marca. Por raro que fuese, en vez de darle miedo, le daba una gran alegría.


Una calma que no sabía que necesitaba hasta obtenerla.


—¿Estás bien?.


—Por vigésima tercera vez Beloved, si.—Sonrió nervioso. —Pero sólo aún no me hago a la idea.


—Lo siento, debí tener más cuidado.


Su rubio no dudó en ir hasta él y abrigarlo entre sus brazos.


—Hey, no me estoy quejando. —Cerró sus ojos disfrutando de su calor.—Menos arrepintiendo.


Y no mentía. Aunque después de aquella descomunal sesión de sexo que duró casi tres días ¿cómo podía esperar salir impune?.

Steve le había contado que durante el celo, los licántropos expulsaban unas toxinas a base de plata, con ello marcaban de por vida a sus parejas.

No sólo era un mecanismo de protección, era un vinculo. 

La unión y promesa de que ambos serían uno sólo. En cuerpo y alma durante toda su vida. 

Se había preocupado al saber que sería su primer y último celo con él. Aquel ciclo solo se mantenía hasta que encontraban a sus parejas.

Claro que eso no significase que no podrían seguir "jugando" con sus pieles. 

La felicidad de saberse por fin suyo era tan gratificante. Podía sentirlo, no solo por su aroma. 

Aunque su pareja se sentía culpable de haber sido tan brusco. Desde entonces no dejaba de llenarlo de mimos. 

Y lo admitía, eso le tenía más que encantado.


—Creí que podría—


—Steve, yo también lo quería. —Sujetó su rostro sonriendo al ver su cara de cachorro regañado. —Además.. Esto me hace tu esposo, no?


—Mi marca te hace MI esposa. —Le sacó la lengua enojado pero se rió al sentir como la mordía mientras lo abrazaba. —¿Ya te he besado hoy?


—La pregunta que deberías hacerme es, ¿te he comido hoy cariño?. —Ambos unieron sus frentes sonriendo. 


—Eres insaciable. —Besó su nariz. 


—¿Yo, insaciable?. —Dijo incrédulo. —¿Quién fue el que no dejaba de insistir en otra ronda una y otra vez?


—Vale, ambos lo somos. —Repartió besos por todo su rostro. —Pero, amo que sea así.


—Y por tu bien espero que se mantenga así Beloved.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora