Consentido.

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—Si valoras tu pellejo te mantendrás en tu esquina.


—Tony... Hace frío.


—Pues usa tus pieles. —Jaló las enormes cobijas y se envolvió en ellas. —Yo las necesito más que tú.


Los meses de invierno jamás le parecieron tan largos y tortuosos. Con ello los malestares de su embarazo.

¿Qué esperaba? Había una pequeña vida formándose dentro de su cuerpo. La cual, considerando su anatomía no debería de hacerlo.

Los dolores eran tan fuertes que le tumbaron.

 Se cansaba cada vez más rápido, sólo quería estar acostado todo el día y lo peor de todo es que nunca podía estar cómodo.

No. Lo peor de todo... ¡Era que cada día estaba más gordo!

Sarah le había calmado al decir que  era algo normal.

 Su cuerpo estaba adaptándose no sólo para tenerlo, luchaba constantemente para preservarlo en su organismo.

Su naturaleza de vampiro luchaba arduamente para eliminar cualquier agente invasor en su cuerpo. Y por desgracia su pequeño ni en su cuerpo era tan bienvenido.

No le agradaba usar esas ropas que le dio su suegra, pero considerando que cada rato tenía visitas no podía andar desnudo.

 Por fortuna no había vomitado, pero las náuseas que le atacaban eran la muerte, si fuera así su pareja estaría más seca que una pasa.

Su preocupación mayor era que esa tormenta había pospuesto demasiado tiempo su enfrentamiento, con ello alcanzando el tiempo de su embarazo.


No negaría que la idea de tener que ver a Steve en otro duelo a muerte era aterradora.


Confiaba en la fuerza de su pareja, pero la espera incrementaba no sólo sus temores.


También sus pesadillas. 


Carol le había contado que los primerizos siempre eran de alto riesgo, considerando que su embarazo además de ser masculino era entre dos especies estaba el doble de jodido.

Jamás habían sabido de un híbrido entre las especies y que viviera para contarlo.

¿Como sería su cachorro?

Odiaba no poder tener el control de su cuerpo como de su vida. Jamás le había gustado ser dependiente de nadie.


Si era honesto, preferiría que su hijo fuese como Steve, por lo menos le aceptarían ahí como a su padre. 

Había notado que aquellos hipócritas que antes le habían despreciado al llegar, ahora le trataban como si jamás se hubiese ido.


Pero no dejaban de verle diferente a el.

No le importaba si era o no aceptado ahí. No necesitaba su permiso ni el de nadie.

Pero no perdonaría a nadie que viese mal a su cachorro.


Y esa noche, que su pareja se marchará dejándolo mientras dormía no sólo había ayudado a empeorar sus síntomas, había tenido horribles pesadillas.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora