Paternidad.

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—¿Cómo te sientes?


—De maravilla. —Sonrió exhausto acariciando la espalda de su pequeño.


—Tony, comprendo que quieras encargarte de Peter pero...


—Estamos bien Carol, gracias.


—Pero aún así... —¿Realmente no pensaba callarse?.


—¿No ves que por fin logré que se durmiera?. —Le reprochó en voz baja viendo como se removía encima de su pecho.


—Que encanto. —La rubia negó con la cabeza.


—Adiós.



—¿Sigues enojado?. —Le dijo su pareja apoyado en el umbral de la puerta viendo a su prima dejar la habitación.


—Para nada. —Dijo acomodándose en la cama con los ojos cerrados. —Te estábamos esperando.


Tony no era bueno aceptando que le dijeran lo que podía o no hacer.

No es que fuera arrogante ni nada.

Pero luego de haber luchado durante años para convertirse en un inmortal, alcanzar a Steven y poder estar juntos otra vez.

El quedar embarazado de su pareja, y poder por fin cargar a su pequeño entre sus brazos.

No era tan descabellado el pensar que no existiera nada que le pudiera detener.

Ni siquiera el hecho de ir en contra de su propia naturaleza.

Pero esta vez había chocado con un problema más gordo y prolongado.

La paternidad.

Desde hace meses había platicado con Carol y su suegra sobre la alimentación de su cachorro.

Para los Licántropos, aunque la madre era la principal encargada de la alimentación de sus cachorros, habían veces en la que alguna fallecía en el parto y otras debían encargarse.

Ahí entraban las madrinas.

Habían ocasiones, en las que varias hembras se encargaban de la lactancia y cuidado del pequeño.

Así comprendían el respeto y fomentaban sus lazos, que todos eran una familia.

Eso explicaba porqué el comportamiento de los más jóvenes con su suegra.

Sarah era la madre de su pareja, pero muchos otros le respetaban y admiraban como su propia madre.

El proteger a un cachorro, en especial al hijo del Alfa Dominante era prioridad ante todo.

De esa manera aún cuando no fuera una hembra, su hijo tendría cubierto su alimentación.

Si era honesto, la idea de que su cachorro dependiera de alguien más no era de su agrado, pero haría lo que fuera necesario por su bienestar.

Claro que ninguno contó con que su hijo se negaría tanto a que Carol le diera pecho.

Habían intentado de todo para convencerlo, pero Peter era testarudo, lloraba pataleando para regresar a sus brazos.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora