Reunión Familiar.

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Sarah no se consideraba una anciana.

No en vejez por lo menos, ya que era sincera sobre su edad.

Se trataba sobre su conocimiento. Contrario a las opiniones de su propia manada y su hijo, el actual Alfa de su manada. Ella era la más indicada para tomar el puesto.

No sólo fue educada por sus ancestros, tenía sus conocimientos y experiencias propias en combate y las reglas antiguas de los suyos. Los requerimientos importantes de sabiduría al ser una guía para los jóvenes y conflictos futuros.

Pero la alfa no deseaba ser un impedimento para los jóvenes, la misma que durante años se esforzaron para hacer más difícil su trabajo como la Alfa Dominante.

Era cierto que los jóvenes necesitaban una guía, y; más pronto que tarde cada individuo debía crecer por su propia voluntad.

Aunque su corazón estaba cubierto de heridas y lamentos, el ser la última de su generación con vida era una tristeza más sumada a la pérdida de su amado.

Después de tres mil años y contando de eternas guerras frías, bendiciones, pérdidas y tragedias ella aún conservaba la esperanza en los suyos.

El mundo que los rodeaba ahora mismo era la prueba irrefutable de que por cada lágrima derramada, una sonrisa prevalecía.

La rubia sonrió al ver como un grupo de chicas y niños le agradecían al joven que jamás desapareció de su vista por su asesoría con algunos dulces.

Ver como los humanos eran cálidos y devotos a sus semejantes siempre era algo interesante y agradable para admirar.

El doble, cuando se trataba de uno de los suyos.


-Sarah. Estamos retrasados.


-¿Cuál es la prisa? Es una noche hermosa. -La rubia le respondió con una suave sonrisa sin apartar su mirada del menor.


-Sabes que no hablo del clima. -El hombre se cruzó de brazos señalando al menor perdido en sus pensamientos. -No es seguro para ambos el estar expuestos de esta manera.


-¿Te parece que un lugar tan hermoso y alegre como este es peligroso?. -La rubia soltó una risa suave señalando a las personas que al igual que ellos visitaba aquel museo de historia.


-Siempre que la luna está presente es una oportunidad para ellos. -Le recordó con una mueca el hombre.-No veo cuál es la prisa para estar aquí, otro día en compañía de la luz del sol podemos regresar.


-Lo sé. -Sarah entendía que los viejos instintos de supervivencia, incluso en tiempos de paz eran imposibles de olvidar, en especial cuando uno de sus jóvenes estaba presente. -No es el arte lo que me preocupa, es su corazón.


Sarah suspiró con pena y se acercó al más joven para atraer su atención.

Se reunió a su lado, pero no dijo una palabra. Se mantuvo analizando cada uno de sus gestos. El menor miraba una pintura con sus manos en sus bolsillos sentado en un banco, con esos "cables" ensordecedores que tanto le gustaban a los jóvenes.


-No es necesario que estés preocupado, pequeño. -Tocó suavemente su hombro para atraer su atención.


-¿Hm? Oh, para nada. Estoy calmado. -El menor le respondió casi de inmediato, quitándose del oído el auricular más cercano para escucharla.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora