Ataque.

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Durante su viaje para hallar la inmortalidad, hizo de todo para encontrar a un hombre lobo. 

Jamás imaginó que tras casi 200 años uno se le apareciera esa noche dispuesto a transformarle en su cena. 

Si no fuese porque Alanah tenía un agudo sentido del olfato quizás no hubiese podido salvar a los pequeños y dejarlos en su madriguera.

Las garras de la enorme bestia destrozaron todo a su paso. Lo esquivó y se paró encima de la rama de un árbol. No tenía de qué preocuparse, con lo escandaloso que era, su pareja ya estaría en camino.


—¿Se te perdió algo o sólo viniste para remodelar el bosque?. —Le dijo con burla, tenía que atraer su atención y alejarlo de la manada. —Porque debo decirlo amigo, eres fatal para esto, si quieres puedo darte clases de como cazar.


Vale, quizás iba a ser más fácil después de todo, ya que se lanzó contra el aún más enojado dispuesto a cortarlo como si fuese un trozo de queso.

Un ladrido atrajo su atención. Uno de los cachorros, su revoltoso favorito había salido a buscarlo.


—¡No!. —Se lanzó a buscarlo al ver como las grandes fauces se cernían sobre él.


Logró llegar a tiempo, pero su brazo no salió impune. La enorme cola le azotó contra el suelo.

Atónito, observó como una enorme sombra se alzaba frente a él, derribando al primero. Ambos rodaron en el suelo enredándose en una sola bola de pelo, sus garras y colmillos pronto se cubrieron de sangre y tierra.


—¡Quedate adentro!. —Volvió a meterlo en la madriguera rasgando su camisa y tapando su herida.


Su "rescatista" era mas pequeño que el otro, pronto pudo darse cuenta que estaba en clara desventaja.

Puede que sus garras no fueran tan filosas como las de ellos, pero con gusto las usó contra aquella molesta masa gelatinosa que tenía con ojo. 


—¡Ya estamos a mano, salvaje!


La furiosa bestia soltó un alarido de dolor y liberó el cuello del menor. Rodó y se puso enfrente suyo gruñendo con afán de protegerlo.

Vale, quizás no sería la cena esa noche.

La bestia soltó un gran rugido, olfateo en el aire; y justo como llegó se marchó. 


—¿Quién eres?. —Alzó la voz . —¿Por qué me ayudaste?


Con ayuda del viento, las nubes liberaron la claridad del halo lunar.

Aquellos ojos le vieron curiosos y con molestia, pero a diferencia del otro, no representaron ningún riesgo potencial.

Amagó con avanzar hasta él. Sonrió al verlo retroceder.

Su alfa había llegado y no precisamente de buen humor.


—Ahora sí, ¿qué dices si respondes como debes amigo?.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora