Caza.

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El manto de la oscuridad desde hace horas había cubierto las calles.

Muy pocas almas desdichadas o con mala suerte eran las que todavía no estaban en sus casas.

Pero mientras todos corrían para resguardarse de lo inevitable, ellos eran los únicos que caminaban sin temor alguno.

Se desplazaban entre risas y besos.

Si había algo que extrañaba de su vida anterior no era el arrebol de cada tarde, ni siquiera el maravilloso espectáculo de luces del amanecer que creaban la más grande gama de iridiscencia.

Era un placer más sencillo. El comer sólidos.

Aunque eso no significase que no comiera alimentos de primera calidad.

Y desde hace meses, había encontrado su comida favorita.

Había sentido antes lo que era la sed, ese desgarrador impulso y adicción que te consumía desde adentro.

Cuando le dijeron que el beber la sangre de tu pareja era una experiencia que no tenía comparación, pensó que era una tontería.

Pero la sangre de Steven era no sólo deliciosa, se había vuelto una droga para él.

De hecho, era lo único que su organismo aceptaba ahora. Y no se quejaba de ello.

Lo prefería de esa manera. Aunque a veces buscaba una presa solo para darle celos y conseguir que se desquitará con él en una dura ronda de sexo.


—Tony. —Sintió la mano de su rubio ejerciendo presión en su nuca. —No pares.


Si su pareja fuese humano, de seguro que ya hubiera muerto con la fuerza que ejercían sus colmillos.

Para ambos era una experiencia deliciosa.

Con molestia se apartó de la calidez de su cuerpo y aquel maravilloso sabor para ver el horror grabado en el rostro de aquella mujer.

Odiaba que los interrumpieran. Pero no por eso era menos oportuno.


—Bueno cariño. —Lamió las gotas que se escapaban por su piel. —Yo ya terminé, ahora te toca a ti.


—¡N—No, por favor!.


Su pareja le dio un beso antes de seguirla, admiró el majestuoso cambio de su pareja. Como sus pieles cubrían su escultural y firme cuerpo dándole paso a su verdadera naturaleza.

Se apoyó en el muro y sonrió orgulloso al escuchar el escalofriante y potente alarido de dolor que llenó aquella plaza.

La luna le saludó en todo su esplendor. Amaba salir a cazar juntos.

Le excitaba ver cazar a su rubio, ya que sabía que esas noches, eran las mejores y más placenteras para ambos.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora