Nieve.

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Por mucho que Steve quiso acabar con aquella rivalidad con Helmut cuanto antes, su madre había intercedido para evitarlo.

Habían acordado que dentro de tres semanas se efectuaría el ritual, mientras se hacían los preparativos, con ello que sus heridas sanaran a tiempo.

Las primeras nevadas habían llegado, haciendo que el frío invierno llenase la montaña de inmensos campos de nieve.

Por su seguridad debía permanecer en aquella cabaña, cabe destacar que Anthony no era alguien que se mantuviese quieto.

Le molestaba que por culpa de todo ese asunto no habían podido disfrutar de la compañía del otro, ni siquiera de la dicha de saber que pronto serían padres.

El cuerpo de su castaño comenzaba a dar las primeras señales de que su embarazo avanzaba, y con ello, estaba más ansioso que nunca.


No era la primera vez que le detenía de escaparse, ese día después de tanta insistencia había aceptado acompañarlo a dar un paseo por el pueblo.

El encierro no le ayudaba tampoco, si lo que le habían dicho James y su madre era cierto; cada minuto que se postergaba ese asunto, más peligroso se volvía.


—¿Por qué ese sujeto les odia tanto?


—Cuando mi padre se convirtió en el Alfa dominante cambio muchas costumbres y reglas. —Acomodó su abrigo mientras caminaban por el puente. —La mayoría para proteger nuestra descendencia.


—Dejadme adivinar, no a todos les agradó eso.


—Al padre de Helmut en especial.—Asintió mirando las estrellas. —Se reveló contra él y lo retó a un duelo.


—¿Y qué pasó?


—Mi padre ganó, pero en ese entonces tanto yo como Helmut estábamos en los vientres de nuestras madres. Mi padre no lo mató —Se apresuró de decir al notar su expresión. —Le perdonó la vida, con ello también salvó las vidas de su pareja y cachorro.


—¿Es estúpido o qué? Debería estar agradecido que tu padre les salvó la vida.


—Justo por eso. —Suspiró agotado. —Para él, eso fue una peor deshonra que la muerte, su padre le crió odiando a mi familia. Tomó su misericordia como una debilidad, que luego supo como explotar para poner a todos en su contra. Mi padre logró apaciguarlo en ese entonces. Ahora, el sigue sus mismos pasos.


—Así que todo esto es por venganza.


—Así es, pero descuida, no permitiré que lastime a ninguno de ustedes.


—¿Quién dice que me preocupo por él?. —Le sonrió con malicia. —Ese pobre bastardo aprenderá pronto que se metió con la familia equivocada.


—Puedes apostarlo. —Le abrazó apoyando sus manos en su vientre. —Ahora volvamos adentro, empieza a empeorar el clima.

Mordida SempiternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora