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—No es un mal resultado, esto suele suceder —sonrió, dándole unas palmaditas—. Pero ochocientos gramos están bien.

—Creo que es culpa mía, tal vez comí de más ayer.

—¿No estás siguiendo con la dieta?

—Sí, sí, pero ayer vinieron unos amigos... Y creo que me excedí —pronunció disconforme—. Lo siento.

—Está bien, a veces pasa, pero tendrás que hacer más ejercicios este fin de semana —sonrió.

—Sí —suspiró—. Si bajar de peso fuera tan fácil como subirlos.

—Lo sé, es complicado.

Iban ambos caminando por los pasillos de la clínica, de salida ya de la consulta de Martin.

—¿Y a dónde viajarán? —sonrió el muchacho, ya en la puerta de salida.

—No lo sé, no me ha dicho nada aún. Quizás sea una sorpresa, él a veces hace este tipo de cosas —sonrió incómoda.

—Oh ¿Te da sorpresas como regalos y esas cosas? —sonrió.

—Sí, él... Lo hace todos los días —pronunció bajo, recordando que el día anterior no le había dado nada.

Tal vez lo había olvidado.

—¿Sí? —sonrió divertido—. Tiene esa cara, bueno, tú sabes —rio—. Creí que sería más serio.

—Es un hombre serio, pero supongo que siente que tiene la obligación de hacerlo.

Martin negó con la cabeza, sonriendo.

—No, no lo creo, nadie hace eso. Mi padre no lo hace, ni mis hermanos. Incluso yo no lo haría, a menos que fuera una ocasión especial, claro. Tal vez, intenta agasajarte.

—¿Agasajarme? —preguntó confundida.

—Sí, eso, como en las relaciones que tienen los novios, que intentan enamorar a sus chicas y todo eso —sonrió.

—Él sabe que eso no es necesario, ya que es mi esposo.

—¿Pero tú se lo has preguntado?

—¿Preguntas por el motivo de un regalo cuándo alguien te lo da? Yo creo que no, sólo lo aceptas y agradeces.

—Supongo, pero es tu marido, no cualquier persona. De todos modos, si así se entienden ustedes, y su matrimonio funciona después de seis años, supongo que está bien —sonrió.

***

Se sorprendió al llegar a su casa, y ver que el auto de Héctor ya estaba allí... Y el de sus suegros también. ¿Qué hacían sus suegros un viernes tan temprano en su casa?

Con nerviosismo buscó las llaves, y entró, encontrando a los padres de él, y su hermana, sentados en la sala.

—Al fin llegas —pronunció la madre de Héctor, con cierto disgusto.

—Buenos días —los saludó, visiblemente incómoda—. Lamento mucho no estar para recibirlos.

—Tú eres la mujer de la casa, mi hijo no tiene porqué estar atendiendo a las visitas.

—S-Sí, usted tiene razón. Lo lamento mucho, no volverá a ocurrir —se disculpó bajando la cabeza, antes de dirigirse a la cocina, temblando.

"—Es muy joven para mi hijo, no hará un buen trabajo jamás. Es sólo una niña, Héctor necesita una mujer de verdad, de su misma edad —pronunció con molestia, al ver a Ivanka—. Y además... Es muy bonita para él, no quiero que mi hijo se divorcie a los meses de casarse, porque su mujer atrae la atención innecesaria de otros hombres."

Aún podía recordar, una y otra vez, el desprecio de las palabras de la madre de él, cuando la había vuelto a ver, una semana antes de la boda. Rosa no aceptaba a Ivanka como mujer de su hijo, no la quería.

Cuando ellos iban a casarse, Héctor tenía ya su casa, su trabajo fijo, su vida hecha. Sabía que necesitaba una mujer, y es por eso que no quería una niña que recién había salido del secundario como esposa.

—¿P-Por qué no me llamaste? H-Habría llegado antes.

—Creí que estabas ocupada, es por eso que no quise molestarte.

—No, no, tú debiste llamarte —le dijo con la voz quebrada.

Se giró al escucharla de ese modo, y la vio con los ojos llorosos, temblando.

—¿Qué pasa? —le preguntó preocupado, dejando de lado las tazas con café.

—E-Es que yo tendría q-que haber estado aquí, p-para recibirlos... Estoy h-haciendo un mal trabajo.

—Claro que no, tú también estabas trabajando, no te preocupes. Además, sólo preparaba café, no hace ni diez minutos que llegaron, no es tan tarde.

—Pero está mal, y-yo tenía que r-recibirlos —le dijo bajo, sin mirarlo, sintiendo como las lágrimas mojaban su rostro.

La miró con pesar, y no supo que hacer ¿Abrazarla? No, ella se pondría tensa como siempre, y sólo la haría sentir peor.

—Yo no estoy molesto contigo ¿Sí? Y si servir el café te hace sentir mejor, iré a la sala con mis padres.

—S-Sí por favor.

—Está bien —murmuró antes de salir de la cocina.

Cuando él se fue, Ivanka fue hasta el lavado, para abrir el grifo y mojarse el rostro. Al final le estaba dando la razón a Rosa, no estaba siendo una buena esposa para su hijo.

***

Todos los viernes salían a cenar, pero no hoy. Él en ningún momento le había dicho que se preparara, incluso, luego de almorzar y que sus padres se fueran, no había salido de su oficina.

E Ivanka comenzaba a sospechar que su marido estaba molesto, porque aquel día tampoco le había traído nada.

Esperó luego de cenar, y que estuvieran en la cama, para darle los resultados de los análisis, ella no los había abierto tampoco.

—Ten.

Él sólo los recibió, y los dejó sobre la mesa de noche, antes de acostarse, y apagar la luz.

—C-Cariño, sé... S-Sé que estás cansado, pero... ¿Q-Qué debo preparar para mañana?

—¿Preparar? ¿A qué te refieres? ¿El almuerzo? ¿La cena? Lo que tú quieras está bien.

—No, no, las maletas... Para el viaje.

—Ah, eso —murmuró—. No, no haremos el viaje, creo que ambos estamos muy ocupados con nuestros trabajos.

—S-Sí, pero creí que tú querías hacerlo.

—¿Y tú querías?

Ella miró hacia abajo, de todos modos Héctor no estaba viéndola, ya que estaba acostado de espaldas.

—Lo qué tú quieras y decidas, está bien para mí, cariño.

Él miró la pared, sintiéndose tan miserable. Su matrimonio era mentira, era un fracaso.

—Buenas noches, Ivanka —murmuró.

—Buenas noches, cariño.

...

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