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La bebé estaba sobre sus muslos, y ella sentada en la camilla, tomándola de las manitos. Estaba muy pocos minutos con los ojos abiertos, como ahora.

—Que lindos ojitos tienes, hermosa —sonrió, acariciándole uno de sus cachetitos.

Su mamá le había traído un bolso de ropa para la bebé, y la verdad no se había sorprendido que su progenitora tuviera eso. Después de todo, ella estaba convencida de que Eliana se iba a quedar con la niña.

—Sabes, creo que tus ojos son algo almendrados como los de tu padre —habló en un tono bajo, observando la forma de ojos de la pequeña.

Le soltó las manitos, y se llevó una a la boca, chupándola, antes de quejarse. La castaña suspiró y la tomó, para acostarla sobre su brazo y abrirse los botones del camisón.

Dolía dar de mamar, y es por eso que intentaba no hacerlo tan seguido. Dolía ser madre, jamás creyó que podría doler tanto. Desde que la niña había nacido, ya habían ido a conocerla sus padres, su hermanita, e Ivanka.

Héctor se había quedado del otro lado con Uriel, y aunque Eliana no la había visto bien, la joven le había asegurado que no pasaba nada. Pero ella sabía que no era así, Ivanka era muy mala mintiendo.

Abrió los ojos suavemente, luego de cerrarlos al sentir que la niña empezaba a mamar, y la miró. Cómo sus mejillas se inflaban con su leche, como apoyaba una de sus manitos sobre su pecho, sujetándose de él, y esa respiración sonora, que la enfermera le había explicado que era típica en los bebés pequeños.

En la pulsera de la muñeca de la niña, estaba el nombre de ella, con la fecha de nacimiento. La pequeña aún no tenía nombre, y no sabía si elegirle uno o no.

Ya no sabía que hacer, ya no sabía si podría dejarla.

Lo que sí sabía, es que si decidía conservarla, debía hablar con Martin. Él tenía que saber que la bebé era su hija, para evitarse luego una posible demanda.

***

—Una semana después—

Martin estaba descargando unos cajones con productos, cuando vio que aquella joven castaña entraba al negocio. ¿Qué hacía ella ahí?

Desde que habían reabierto el negocio, trabajando para Iván, Eliana jamás se había aparecido por allí.

Entró, y la vio hablando con su madre, que era quien lo atendía.

—Martin, Eliana está aquí para hablar contigo.

—¿Qué quieres? —le inquirió secándose las manos.

—¿Podemos hablar a solas?

El castaño suspiró con fastidio, y la llevó hasta el depósito de productos secos, mirándola desinteresado, esperando a que le dijera a qué se debía tanto misterio.

—¿Y bien?

—Cuando me preguntaste si el bebé era tuyo, mentí, sí lo era. Pero como también dijiste que no te harías cargo, preferí seguir con lo mismo.

—¿Y tú pretendes que crea eso? —rio con burla—. Ve y dile al que te embarazó que se haga cargo.

—No espero que te hagas cargo, Martin —le dijo indiferente, deteniéndolo, ya que se estaba por ir—. Sólo que renuncies a tu paternidad. Y si no crees que la bebé es tu hija, no me interesa, puedes hacerte una prueba para comprobarlo. Yo lo único que quiero, es que legalmente sepas que es tu hija, y que renuncies a ella.

—Asi que fue una niña.

—¿Firmarás o no?

—No lo sé aún.

—No me hagas perder el tiempo, a ti no te interesa la niña, y-

—Pero podría, es mi hija, y creo que me gustaría conocerla.

—No —le dijo seria, al momento en que él se giraba para verla—. A ti no te interesa la bebé, y haces las cosas por las buenas, o serán por las malas. No voy a permitir que le arruines la vida también a mi hija.

***

—¿Podemos hablar? Hace una semana que estamos así, y no me hace bien, Ivanka. Ni a mí, ni a ti, ni al bebé.

—No hay nada que hablar, Héctor —le dijo mientras doblaba la ropa de su hijo.

—Tú sigues creyendo que yo te engañé, y no es así, jamás lo haría. Te amo, eres mi mujer, sólo a ti te quiero, no me imagino-

—¿Ella es la mujer del engaño? ¿Del motivo del divorcio? Cuando hace meses atrás me dijiste que me habías engañado, ¿Te referías a ella? —le dijo en un hilo de voz.

Ivanka no podía ser fuerte, ni dura, ni firme. Era imposible que su voz no se quebrara, que no llorara cuando se sentía tan afligida, tan triste.

—Eso fue mentira, sólo dije eso porque necesitaba un motivo. Ivanka, sabes bien-

—Y-Yo sé que no soy suficiente —sollozó—. Q-Que tardé m-mucho en darte un hijo, q-que... Me cuesta expresar mis emociones, pero en verdad te quería, Héctor. Y c-creí que podría s-soportar un engaño, pero no puedo, no puedo hacerlo.

—¿Cómo debo hacerte entender que no te engañé? —le preguntó ya perdiendo la paciencia—. Ya no sé qué hacer para demostrarte que no es verdad. Te amo a ti, jamás haría algo así.

—T-Todos lo hacen aquí —lloró.

—Pero yo no. Y me duele que creas eso de mí. He intentado tanto que nuestro matrimonio funcionara, que no puedo entender que creas tan fácilmente una mentira de mi madre. Sabes bien que ella no está feliz con nuestro matrimonio, y a mí no me importa.

Se acercó a él, y lo abrazó, sollozando.

—Sabes que te amo, Iva, tú me haces feliz, me haces sentir completo, no sé cómo decirlo o explicarlo, pero sólo me siento bien contigo. No existe posibilidad de que sienta lo mismo con otra mujer, porque tú eres mi mujer, y yo sólo te elijo a ti. Y para demostrarte que nada de eso pasó, haré que mis padres vengan mañana.

—¿Q-Qué? No, no lo hagas —le pidió con temor, alejándose de él.

—Sí lo haré, no me gustan las mentiras, y mi madre ya pasó todos los límites con esto. No voy a seguir permitiendo que se meta en nuestras vidas, en nuestra familia.

...

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