Sólo se había podido quedar un día en casa de sus padres, pero su papá le había asegurado que el trato que Martin tenía con ella mejoraría, y que incluso, no tendría que volver al departamento, ya que el muchacho le había dicho que había comprado un casa.
Eso había aliviado un poco a Eliana, y que su papá la acompañara a su nuevo hogar, también la había tranquilizado bastante.
Bajaron del auto de su progenitor, y ella observó sorprendida la casa. Era bonita, se veía pequeña, pero realmente linda. Tenía colores cálidos por fuera, un color durazno algo claro y café en el techo y columnas, y las ventanas estaban pintadas de café.
El césped estaba bien cortado, y al fondo podía verse dos grandes árboles, uno de ellos de manzanas. Su mamá podría venir y hacerle dulce de manzana, o incluso enseñarle a ella como hacerlo.
—Hola, pasen —les dijo Martin, abriendo la puerta.
Eliana fue la primera en entrar, y sonrió feliz al ver su hogar. Todo se veía tan limpio, luminoso, olía tan bien allí adentro. Los sillones estaban mullidos, nuevos, al igual que todos los muebles.
Ese sí era un verdadero hogar.
—Me gusta, has hecho una buena inversión —le dijo el padre de Eliana, cuando la jovencita salió de la casa para conocer el jardín trasero—. Sé que esto no me corresponde, pero dime cuánto te salió, y te daré la mitad.
—No hace falta, usted mismo lo dijo, no le corresponde.
—Pero de todos modos quiero hacerlo.
—No, déjele ese dinero a su hija, que seguramente en unos días tendrá un nuevo capricho —pronunció molesto.
—¿Tener un hogar decente es un capricho o una necesidad?
—No quiero tener problemas con usted, dejemos mejor las cosas aquí.
—Mientras cuides y respetes a mi hija, no tendremos problemas.
—¿Y su hija qué? ¿No me debe lo mismo a mí?
—Por supuesto, y ya hemos hablado con ella. Eliana cumplirá su rol como mujer, y hará las cosas bien.
***
Luego de haber llegado a la casa con su papá, Martin se había ido, sin decirle nada, y hasta la noche no había regresado. Su mamá había hablado con ella, y le había dicho que ella debía cumplir con su rol como esposa.
Era su deber tener el hogar limpio, en orden, y cocinar para su marido. Sin contar con el hecho de que debía respetarlo. Y a duras penas, Eliana le había dicho que lo haría, que lo intentaría.
Ella no sabía cocinar, por lo que había comprado la cena para ambos. Y lo había esperado hasta las diez de noche para cenar, y al ver qué él no veía, y la comida ya estaba muy fría, había comido sola.
Martin volvió a su casa eso de las once, yendo directo al baño a ducharse, antes de salir sólo con una toalla atada a su cintura.
—Te esperé para cenar, y... No viniste.
—¿Cocinaste tú? Creí que lo único que sabías hacer era gastar dinero.
—Exacto, compré la cena.
—Me parece que ya es momento de hacerlo ¿No? Ha pasado como una semana de nuestra boda.
Ella desvió la mirada y asintió con la cabeza, antes de sentarse en la cama y quitarse la ropa. La verdad, es que no quería hacerlo con él, y mucho menos en la situación actual en la que estaban.
Quedó desnuda en la cama y él se quitó la toalla, mirándola. Lo único que tenía, era un rostro y cuerpo bonito, todo lo demás, no valía nada.
Ella se acostó, y él se colocó encima de Eliana, sin mirarla. Martin cerró los ojos, e intentó recordar las veces que había estado con una mujer, para poder excitarse y tener una erección.
No habrían besos, ni caricias, ni palabras bonitas, ni nada. Ella lo miró, y luego desvió la mirada hacia un lado. ¿Cómo pensaba hacerlo?
—Podrías besarme —le dijo en un tono bajo.
—No quiero besarte, date la vuelta mejor.
—¿Q-Qué me ponga boca abajo?
—Sí, hazlo.
Él se levantó de encima de ella, y Eliana se giró, quedándose acostada boca abajo. Había dicho tantas veces que le sería infiel, con cualquier tipo, pero lo cierto es que no sabía como tener sexo.
Ella era virgen, y más que ver un par de veces porno, no había pasado. Y había pensado que él al menos la prepararía, pero no, luego de unos minutos de estar masturbándose, la penetró, haciéndola jadear alto.
Apretó las sábanas, cerrando sus ojos con fuerza, sintiendo que estos se cubrían de lágrimas.
—M-Mas despacio —le pidió en un hilo de voz.
—¿Por qué? —gruñó.
—M-Me duele.
—¿No era qué te acostarías con cuánto tipo se te cruzara? —gruñó cerca de su oído, hundiéndose profundamente en ella.
Negó con la cabeza, antes de que un sollozo lastimero se escapara de sus labios.
—P-Perdón.
—¿Qué?
—Perdón p-por todo.
Él se detuvo, y salió de ella. Eliana se acurrucó en la cama, sollozando, sintiéndose tan humillada. Sabía que no podía hacer ni decir nada, pero dolía mucho.
Martin la miró con pesar, y se sentó en el borde de la cama, sin saber que hacer o decir... Sólo se había dejado llevar por la rabia.
—Yo... Lo siento.
La castaña salió de la cama, temblando, y se fue al baño, encerrándose en él. No quería verlo, no quería volver a sentirlo, sólo quería bañarse.
...
Entiendo su frustración y enojo con el personaje de Eliana, pero ustedes cómo mamás (no sé si hay algún chico aquí leyendo 👀❤️) ¿Permitirían que trataran a su hija mal? Yo en lugar del padre de Eliana, pues le parto la cara jajaja
Mi hija sólo tiene 18 ¡Y es una adolescente! En cambio él, ya es un hombre ¿Tienen la misma madures? No, no la tienen, y él desde un comienzo supo cómo era Eliana.
¿Crees que Martin debería tener paciencia? Yo creo que sí, o mínimamente, sentarse ambos a hablar como dos "adultos".
Creo que como padres, uno quiere lo mejor para sus hijos, y Martin no le estaba dando eso a Eliana, y no hablo de lo económico.Conocí a alguien que cuando cambió de imagen, cuando se volvió "guapo", cambió completamente su personalidad. Se volvió alguien vacío, superficial, engreído, y crítico, que dañó a muchas personas.
Y sí, esa persona fui yo... Hasta que no tocas fondo, no mides la magnitud del daño que causas.
(Ni al caso todo el mensaje al final del capítulo, no lo leí yo cinco años después, menos ustedes ❤️)