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—Querías una puta casa ¡Te compré la maldita casa! ¡¿Y actúas así en una reunión importante?! ¡¿Es qué nunca madurarás?!

—¿Tú me engañas y me dices eso? ¡Eres un cínico! ¡Una basura! —le dijo llorando.

Diez minutos después de que ella llegara a la casa, Martin también lo había hecho, furioso.

—Yo me puedo acostar con cuánta mujer quiera ¡Y me haga sentir bien! ¡¿Te piensas que lo disfruto contigo?! ¡Pues no! ¡Yo no voy a fingir que estoy bien a tu lado! Eres un desastre como mujer, no sabes cocinar, no haces nada, no me satisfaces ¿Por qué diablos te sería fiel? Si me quedo aquí ¡es porque tú padre una vez más te cumple los caprichos! Te detesto, Eliana. Odio verte, escucharte, tenerte cerca ¡Te detesto! No te soporto.

Sus labios temblaron, y lloró con angustia, dirigiéndose al baño para encerrarse allí y no verlo.

—Sí, enciérrate ¡Así solucionas y consigues todo! ¡Llorando como una niña! —exclamó con rabia, buscando su maleta.

La arrojó al suelo, y sacó toda su ropa del armario, metiéndola allí. Se iría cómo había dicho desde un principio, él no tenía que vivir allí, viviendo una mentira.

Fuera de la comunidad sería feliz, libre. Libre de estar con quién él quisiera, y con la mujer que quisiera. Una mujer de verdad, no una adolescente llorona.

***

Cuando escuchó que él cerraba de un portazo la puerta principal, salió del baño, encontrando el armario abierto y vacío de su lado.

Él se había llevado todo, se había ido de la casa.

La había humillado con su familia, estaba coqueteando con una mujer afuera de la casa de sus padres ¿Y encima él se enojaba? ¿Que debía hacer entonces para ser una buena mujer? ¿Actuar cómo si no hubiese visto nada?

Sabía que no cocinaba bien, que estaba aprendiendo a ser una buena esposa. Qué en la cama no lo satisfacía, pero era porque Martin no quería ni que lo tocara.

El pretendía que ella se quedara quieta y no hiciera nada, y siempre de espaldas, para no mirarla. ¿Para qué se acostaba con ella entonces? ¿Para qué tenía sexo con ella si la detestaba?

Y sí, quizás era eso, porque la odiaba y sólo quería hacerla pasar un mal momento.

Y se sentía tan inútil en ese momento, tan inservible, tan miserable. Era imposible no llorar angustiada al recordar las cosas que le había dicho.

Quería terminar con todo aquello, irse a casa de sus padres, y...

No, su papá le había dicho que a su casa no podía volver ya.

***

—Martin ¿Qué pasó? ¿Por qué trajiste tu ropa aquí?

—¡Me hartó la pendeja esa! ¡¿Quién diablos se cree qué es para decirme que hacer?! ¡Yo puedo estar con quién quiera!

—¿Qué hiciste? ¿Le dijiste que estabas con otras mujeres?

—Sí, pero primero me vio que estaba con Miriam. Sólo estábamos jugando, y ella hizo un escándalo. No pienso volver a esa casa, mamá, que se quede ahí, mañana me voy.

—¿Te vas a divorciar de ella?

—Que haga lo que quiera la infeliz esa, a mí no me interesa. Sólo me importa no volver a verla —le dijo con rabia, dirigiéndose a la que antes era su habitación.

La mujer suspiró, y negó con la cabeza. Sabía que aquella jovencita no sería buena para su hijo. Martin había cambiado mucho desde que había empezado a bajar de peso.

Y todo era culpa de Eliana.

***

Le había sorprendido recibir aquel mensaje, pero había ido de todos modos hasta su casa sin dudarlo. Tenía curiosidad de saber porqué quería verla.

Ivanka tocó la puerta de la casa de Eliana, y esperó a que la castaña le abriera.

—Hola, Eli.

—Hola, pasa por favor.

—¿Estás bien?

—N-No —le dijo en un hilo de voz, sintiendo sus ojos aguarse—. No estoy bien, no tengo con quien hablar... Y no quiero seguir molestando a mis papás con mis problemas —lloró.

—Eli ¿Qué pasó? —le preguntó preocupada, abrazándola al escucharla llorar de ese modo tan angustiante.

—M-Mi vida es u-un desastre, y-yo lo soy, y estoy cansada, Ivanka... E-Estoy muy cansada.

—Tranquila, estoy aquí contigo —le dijo en un tono suave, acariciándole el cabello y la espalda.

¿Qué habría hecho Martin para que estuviera tan angustiada?

***

—Cariño, estoy en casa de Eliana —habló en un tono bajo con su marido, mientras salía de la habitación de la jovencita que se había dormido.

"—¿Por qué estás en casa de Eliana?"

—Ella no se siente bien, y no quiere molestar a sus papás, es por eso que vine a verla... No la está pasando bien, Héctor. Es por eso que me quedé a hacerle compañía. Se quedó dormida de tanto llorar.

"—¿Tiene problemas con su marido?"

—Sí, muchos. Le prepararé algo para que coma cuando se despierte, y luego iré a casa —le dijo dirigiéndose a la cocina.

"—De acuerdo, pero no hagas esfuerzos, recuerda que tú debes cuidarte ahora."

—No lo haré, sólo le cocinaré algo. Si llegas antes que yo, adentro del refrigerador quedó algo de pastel de carne, puedes calentarlo hasta que llegue a cocinar.

"—¿Qué te parece si hoy cocino yo? —sonrió."

—¿Seguro? No me demoraré mucho tampoco.

"—No te preocupes, yo cocinaré. Te veo cuando salga. Te amo."

—Te amo —sonrió antes de cortar.

Miró las alacenas, y luego buscó algo que pudiera prepararle a la castaña. Entendía que Eliana no quisiera contarle a sus padres, incluso ella nunca le había contado a sus padres cuando no estaba bien con Héctor.

Siempre iba a hablar con Eliana, y ahora la jovencita había recurrido a ella, por la misma razón, aunque no compartían el mismo motivo.

No podía creer que Martin estuviera actuando de ese modo, pero sabía que el muchacho había cambiado. Hacía más de un mes no se veían para entrenar, ya que él le había dicho que prefería ir con sus amigos al gimnasio.

Y si lo había notado cambiado, más confiado de si mismo, lo cual era muy bueno, pero jamás creyó que cambiaría tanto.

...

Cerquita del final 👀

jajaja nah, mentira, aún falta mucho 🤣🤣❤️💞

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