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Estaba acostada en la camilla, con el vientre descubierto y gel sobre su piel, esperando a que la doctora le pasara el transductor y le dijera como estaba el bebé.

En aquella ocasión, su mamá la había acompañado. Estaba ansiosa por conocer a su nieto, o nieta. Era la primera ecografía que presenciaría de su hija.

Miró hacia la pantalla, y luego sonrió emocionada al escuchar el corazón del bebé.

—Mira, Eli, se está tomando de las manitos.

—Ya te dije que no nunca veo nada, mamá —le dijo desinteresada.

—Tu bebé se encuentra más grande ahora, por lo que podrás apreciar mejor la imagen —sonrió la doctora.

Eliana giró su rostro, y fue entonces que vio a su hijo acostado, tomándose las manitos, quieto. Tal vez estaba durmiendo, o era demasiado flojo como para moverse.

—¿Se puede saber el sexo? —sonrió Amalia.

—Tal vez si se mueve un poquito, podemos verlo.

—Háblale, Eli, los bebés siempre se mueven cuando escuchan la voz de su mamá.

—No tenemos ese tipo de contacto nosotros.

Su madre la miró seria, y la tomó de la mano, para apoyarla al costado del vientre de ella.

—Háblale, intenta. Él o ella ya es más grande, reconoce tú voz.

Eliana rodó los ojos, y suspiró, mirando hacia arriba.

—Ey, criatura, podrías moverte un poco ¿No? Aquí quieren saber que eres.

Esperaron unos segundos, y como nada ocurrió, Eliana quitó su mano. Fue entonces que el pequeño hizo un suave movimiento, tomándola por sorpresa. Era la primera que lo sentía moverse.

—Viste, sí se movió —le dijo emocionada su progenitora—. Hola bebé, ¿Me oyes? Yo soy tu abuela, y te estoy esperando muy ansiosa, pequeñito. Ya queremos conocerte.

Eliana suspiró y giró la cabeza en sentido contrario en donde se encontraba su madre. Ya no seguiría diciéndole que ella no se lo iba a quedar, porque era en vano. Su madre creía lo que quería.

***

Estaba comprando en el supermercado unas verduras, uno de sus nuevos antojos, ignorando que alguien la había estado viendo desde que había llegado.

Y decidió acercarse a ella, cuando la castaña entró a uno de los pasillos dónde no habían personas.

—Entonces era verdad, si estás embarazadas.

Casi suelta la manzana que estaba comiendo, al escuchar aquella voz. Se giró, y lo miró con el ceño fruncido.

—¿Te importa?

—No, no me interesa, pero me parece muy cínico de tu parte haberme acusado a mí de infiel, cuando tú también lo fuiste.

—¿Qué? —rio—. Por favor, podré ser muchas cosas, podrás creer e inventar muchas cosas sobre mí, pero yo jamás te fui infiel.

—¿Sí? ¿Y de dónde salió ese niño entonces?

—¿En serio me preguntas eso? Qué genio eres, Martin.

Abrió sus ojos aturdido, y luego miró desconcertado su vientre.

—¿E-Es mío?

—¿Te harías cargo de él si fuera tuyo?

—No —le dijo frunciendo el ceño.

—¿Entonces para qué preguntas, Martin? Ocúpate mejor de tu vida —le dijo con fastidio, pasando junto a él con su carrito de compras.

No, no se haría cargo de un bebé, pero tenía la curiosidad de saber si era o no suyo.

***

Cortó unas cebollas en tiras, y las puso en una cacerola, junto con pimientos y pollos también en tiritas, antes de batir unos huevos, y echarles un poco de sal y pimienta.

Tenía ganas de comer tarta, pero no cualquiera, sino la que ella preparaba. Estiró una tapa de tarta, y la puso en el molde, antes de verte todo el relleno, los huevos, y ponerle mucho queso para fundir arriba, sintiendo como su boca se hacía agua.

—Aumentaré como cincuenta kilos por tu culpa, se nota que eres hijo de ese infeliz, igual de glotón —murmuró, para no llamar gordo al bebé.

¿Podía ofender una criatura por algo que ella dijera? No, estaba segura que no, o sea, los niños no razonan y esas cosas. Pero de todos modos, sentía que sería una palabra muy despectiva para la criatura.

Metió el molde en el horno, y se fue a la sala para terminar de ver el capítulo de una serie. Eran las cuatro de la tarde, y ella se estaba preparando una tarta de pollo, verduras y queso.

Sintió moverse a su hijo cuando ella comenzó a comer una pata pollo, que le había quedado de la cena, y apoyó su mano sobre su vientre, riendo.

—Se siente extraño ¿Qué haces? ¿Estás feliz? ¿No te gusta? No entiendo porque te mueves... Mejor quédate quieto, así puedo comer tranquila y ver la televisión —le dijo dándose unas palmaditas en el vientre.

Cuando el bebé se quedó quieto, sonrió y se recostó contra los almohadones del sofá.

—Eso es, buen bebé. Tus papás estarán muy orgullosos de ti —murmuró.

***

Estaba acostado en su cama, sin poder dormir. Luego de haberla visto en el mercado cerca del mediodía, Martin no había podido sacarse a la jovencita de la cabeza.

Él no se había cuidado nunca estando con Eliana. Sí quería embarazarla egoístamente, para hacer más desgraciada la vida de la jovencita, pero no estaba seguro si había funcionado.

No sabía de cuántos meses estaba ella, ni recordaba la última vez que había estado con Eliana. A excepción de la primera vez, las demás veces fue estando con mucho alcohol encima, casi ebrio.

Sí, demasiadas estupideces en tan poco tiempo había hecho.

¿Y si el bebé era de él? ¿Y si Eliana luego lo obligaba a pasarle la manutención? Más le arruinaría la vida de ese modo.

Pero pensándolo, Iván no había dicho nada, él debía saber quien era el padre de su futuro nieto, o nieta. Y si Martin fuera el padre, seguramente se lo habría hecho saber.

Con aquella idea en mente, y dando por hecho que ese bebé no era de él, el castaño se dispuso a dormir tranquilo. Era imposible que fuera su hijo.

...

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