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—Ya hijo, no seas ridículo —le dijo una mujer de cabello cobrizo, al muchacho que estaba estirando sus músculos en el jardín de su casa.

—¿Soy ridículo por hacer ejercicios, madre? —le inquirió sin darle mucha importancia Martin.

—No, eres ridículo por no aceptarte como eres, por querer cambiar por una niña caprichosa. Busca otra, la que tú quieras, y hablaremos con sus padres.

—Si rechazo a Eliana ahora, la dejaría mal vista ante la comunidad, lo hubieran pensando antes de elegirla.

—Nosotros no sabíamos en la muchacha que se iba a convertir de mayor. Y eso no importa, quizás así se le baje un poco el egocentrismo que tiene —le dijo molesta.

—No la humillaré frente a los demás sólo por capricho. Y si me disculpas, voy a continuar —sonrió, antes de acostarse en la colchoneta hacia atrás, para comenzar con los abdominales.

—No quiero que termines como el hijo de Rosa, en un matrimonio fracasado. Ni hijos le ha dado esa mujer al muchacho, y estoy segura que tu prometida es igual, después de todo, son amigas, son iguales. Muchachas bonitas que sólo atraen la atención de los hombres y dejan descuidado su hogar.

Martin rodó los ojos y se colocó los auriculares, para no seguir escuchando a la extremista de su madre.

***

Se observó en el espejo, y se quedó algunos minutos mirando su reflejo. Tenía unas pequeñas arruguitas a los costados de los ojos, y algo de cabello se le había caído, aunque no estaba calvo, ni había signos de serlo próximamente.

Pero sí, no era un hombre atractivo, y ya estaba cerca de los cuarenta años, bastante mayor para alguien que ni llegaba a los treinta.

Aún recordaba cuando la había visto por primera vez antes de la boda, en la casa de los padres de ella. Era tan bonita, tan respetuosa y atenta, que había sido imposible no enamorarse de ella a primera vista.

Era una muchacha que había sido bien criada, en una de las familias más conservadoras de su comunidad, y es por eso que sus padres la habían elegido.

Aunque luego su madre se había retractado, al verla de nuevo.

Ahora entendía ese gesto de ella, cuando lo vio por primera vez, cuando giró su rostro y miró a su madre. Quizás preguntándole ¿Por qué me vas a entregar a este hombre?

Salió del baño, y fue hacia su oficina, sentándose frente al escritorio y encendiendo su computadora. Cómo imagen de fondo de pantalla, había una foto de ellos, en su primer aniversario.

Ahí estaba nuevamente la sonrisa fingida de ella, su posición tensa porque él la estaba abrazando, sus brazos juntos, su mirada vacía.

Sólo habían dos motivos válidos para terminar con un matrimonio en su comunidad, y esos eran por violencia física hacia la mujer, o un engaño.

Y él no podía hacer ninguna de las cosas. Jamás podría, ni imaginar, pegarle, y tampoco podía engañarla. Dudaba mucho que a ella llegara a dolerle eso, más que nada se vería afectado su orgullo, pero no le dolería que él estuviera con otra mujer.

Tal vez... Sólo podía fingir que la había engañado, de ese modo aceptarían divorciarlos. Y estaba seguro que Ivanka preferiría vivir con un fracaso en el matrimonio, y no volver a casarse, a estar casada con él.

Esperaría a fin de mes, cuando ella se hiciera la prueba de embarazo, y si daba negativo, seguiría con su plan. Inventaría alguna aventura con una mujer fuera de allí, y luego se iría.

La empresa tenía varias sucursales por el país, podía pedir que lo transfirieran a otra, y de eso modo Ivanka no tendría que volver a la casa de sus padres.

Le dejaría la casa a ella, es lo mínimo que podía hacer por su esposa.

***

—Domingo—

"—Mira, estoy haciendo la tarea —sonrió divertido, mientras levantaba unas pesas."

Ivanka sonrió suavemente, al ver el pequeño video de segundos que Martin le había enviado. Si se estaba esforzando, y esperaba que Eliana valorara los cambios que él estaba haciendo por ella.

Salió de su habitación, y fue hacia la sala, dónde Héctor estaba viendo televisión.

—Cariño ¿Necesitas algo? ¿Quieres un café? ¿Algo para comer?

—Gracias, estoy bien.

Ella se sentó en el sillón, a diferencia de él que estaba en el sofá, y miró por un momento la televisión, antes de bajar la cabeza.

—¿Saldremos ésta noche? ¿Debo prepararme?

—¿Tú quieres salir?

—Siempre salimos los domingos.

—¿Pero tú quieres?

—Si tú quieres, yo también lo querré.

Eso sólo era un no disfrazado. Él volvió la vista a la pantalla, y negó con la cabeza.

—No te preocupes, no iremos a ningún lado.  Tal vez podrías ir a casa de tu amiga, o ir a la plaza a hacer ejercicio, ocupa el tiempo como quieras.

—P-Pero es domingo, se supone que debemos pasarlo juntos.

—No, ya no, además... Estoy algo cansado —le dijo apagando la televisión—. Iré a dormir un poco.

—Iré contigo —pronunció poniéndose de pie también.

—No quiero que vengas a la cama conmigo, está bien, Ivanka.

—D-De acuerdo —murmuró preocupada.

Sí lo estaba, él estaba muy molesto con ella. ¿Pero por qué? ¿Era por no estar en la casa? ¿Por Martin? Ella sentía que no estaba descuidando su hogar, todo estaba muy limpio y ordenado.

Le cocinaba a tiempo, lo atendía ¿Qué estaba haciendo mal? No quería que él se quejara de ella ante los ministros de su comunidad, aquello sólo hablaría mal de su familia.

Fue hasta la habitación, y vio que él se estaba quitando la ropa.

—Cariño.

—¿Qué pasa? —le inquirió deteniéndose, poniéndose nuevamente el pantalón.

—¿H-Hay algo qué pueda hacer por ti? ¿Q-Quieres... Q-Quieres estar conmigo? —le inquirió en un tono de voz incómodo, casi temblando—. Si me esperas un m-momento, me baño rápido y... Y puedo acostarme contigo.

Cada palabra que decía, sólo lo hacía sentir peor, no sabía si podría llegar a fin de mes así. Era un calvario para Ivanka su matrimonio con él ¿Por qué se había tardado tanto tiempo en darse cuenta?

—No, mi amor, no quiero eso, sólo... Quiero dormir.

—¿Seguro?

—Sí, estoy cansado.

—E-Está bien, descansa. Iré a comprar, te preparé tu comida preferida —sonrió levemente.

Él negó con la cabeza, sin poder mirarla de lo afligido que estaba. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? Tendría que haber dicho que no luego de que ella lo mirara por primera vez.

—N-No, Iva, sólo... Quiero dormir, cocina lo que tú quieras comer. Saldré de madrugada, tengo un viaje importante mañana.

—Ah, en ese caso te dejaré descansar —le dijo en un tono suave, acercándose a él para darle un beso en la mejilla—. Descansa, cariño.

Salió de la habitación, sintiéndose un poco más calmada. Sabía que algo le pasaba, Héctor siempre se ponía así cuando debía viajar y tenía reunión con sus jefes.

Al final, no era tan grave como ella creía...

...

Apuesto a tu medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora