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—Hija, ven aquí, queremos hablar contigo —pronunció seria su madre, entrando a la habitación de la muchachita.

—En un momento —le dijo sin prestarle mucha atención, maquillándose.

—Tienes menos de cinco minutos para bajar, Eliana —profirió como advertencia su progenitora.

La joven rodó los ojos y tomó el rimel, ya estaba cansada de que la trataran como una niña. Ella ya era una mujer, debían respetarla.

Luego de casi diez minutos, bajó a la sala, dónde sus padres estaban allí, mirándola disconformes.

—¿Qué es eso que has puesto en tu rostro? Pareces una de esas mujeres vulgares, quítatelo —pronunció serio su padre.

—Tú dijiste que no podía salir así a la calle, pero sí estar maquillada en casa. Sólo estoy obedeciendo, padre —le dijo con una expresión aburrida, sentándose en el sillón, cruzada de piernas.

—Los padres de Martin nos han llamado, están muy molesto con la actitud que ha tomado su hijo.

—¿Qué actitud?

—De querer cambiar su imagen tan drásticamente por ti.

—Por favor —sonrió con sarcasmo—. Deberían agradecerme que esa bola de grasa pusiera un dedo en funcionamiento. No iba a llegar a los treinta, que seguro sufría de un paro cardíaco, por una arteria tapada. Y tendría que haber esperado que ocurriera eso, de ese modo, me liberaba mucho antes de él. Qué estúpida.

—¡Eliana! —exclamó molesto su padre—. Nosotros no te hemos criado así, elegimos a ese muchacho porque es bueno, porque su familia lo ha criado bien. Y ellos pusieron su confianza en nosotros, esperando lo mismo de ti. Te casarás con ese muchacho, quieras o no ¡Y lo respetarás! ¡Sin importar cómo se vea!

Sin miedo alguno, la joven los miró con rabia a ambos, apretando sus puños.

—Sí, padre —murmuró.

En la primera oportunidad que tuviera, se iba a acostar con el primer idiota que se le cruzara. Ella no iba a serle fiel, no le gustaba, no lo quería ¡Lo odiaba más con cada día que pasaba!

***

—Dios mío ¿Pero qué estás haciendo? Eso es una tarea de las mujeres, sal de la cocina por favor, Martin —le pidió su padre perdiendo la paciencia.

—Luego de que termine de cocinar mi almuerzo, saldré —le dijo mientras cortaba unas verduras.

—¿Cocinar? ¡Para eso está tu madre! Ya para con estas ideas absurdas ¡Acéptate como eres, maldición!

El muchacho rodó los ojos, y se fijó luego el pollo que estaba hirviendo. Le interesaba poco y nada lo que su familia pensara o dijera de él.

Ver qué su ropa comenzaba a quedarle suelta, que ya no le ajustaba tanto, era todo el apoyo que necesitaba. Lo motivaba a seguir, a no abandonar el tratamiento.

Ivanka tenía razón, quizás iba a un ritmo muy lento, pero su cuerpo comenzaba a adaptarse mejor a los ejercicios y los alimentos.

Ahora podía caminar más kilómetros, correr sin cansarse tan rápido, hacer más tiempo de ejercicio. Lo cual lo llenaba de energía y vitalidad, comenzaba a gustarle aquello.

Se sentía bien saber que tanto esfuerzo, finalmente comenzaba a mostrar sus frutos.

Y sí, las mujeres cocinaban, pero como su madre no quería cocinarle, porque estaba en contra de su cambio, decidió hacerlo él. No era tan complicado prepararse la comida, y no se sentía menos hombre tampoco por hacerlo.

***

Lo vio quitarse la ropa, y sintió su corazón acelerado. Seis años, y aún no se acostumbra a verlo desnudo. Se ponía tan nerviosa, aún con la luz apagada.

Héctor se quedó con el boxer puesto, y se subió a la cama también, mirándola.

—Siéntate.

Ella asintió con la cabeza, y se sentó, mirándolo con confusión. Él se acercó más a ella, y la tomó del rostro con una de sus manos, acariciándole el cabello con la otra.

—Esto es algo que debemos hacer los dos. Si yo te acaricio, tú me acaricias, si yo te beso, tú me besas. No debes tener vergüenza, o miedo, es sólo una muestra más de amor, que deberíamos disfrutar ambos.

Ella asintió con la cabeza, ya sintiendo su estómago revuelto. Le había contado a Héctor, a duras penas, lo que su madre le había enseñado. Y luego de eso, su marido había comprendido el porqué de su actitud con él.

Uno de sus principales problemas como pareja, era la falta de comunicación que había entre ambos.

—Entonces ¿Quieres hacerlo?

—S-Sí.

—Quiero que seas sincera conmigo, yo no voy a obligarte a nada.

—Sí quiero.

Sonrió suavemente, y unió sus labios con los de ella, besándola con lentitud, dejando que ella se adaptara a él, que lo aceptara, que se animara a soltarse.

***

Había estado llamando la última hora a Ivanka, pero la muchacha no le había contestado ni las llamadas, ni los mensajes. Y Eliana estaba segura que estaba perdiendo el tiempo con Martin.

Porque ¿Qué más podría estar haciendo?

Quería proponerle, lo que para ella sería, una opción justa, acorde a los gustos de ambas. A ella no le gustaba Martin, ella quería un hombre como Héctor.

Y a Ivanka no parecía molestarle estar con Martin, siempre hablaba bien de él, y de lo mucho que se esforzaba, y de lo simpático que le parecía.

Entonces ¿Por qué no arreglar cambiar de pareja? Si a ella le gustaba Martin, estaría encantada de estar con un tipo que no fuera serio y amargado como Héctor.

Y Héctor tenía todo lo que ella quería, sin contar con el dinero. Pensándolo, Ivanka estaba siendo muy tonta de no aprovechar el marido que tenía al lado.

—Iva, cuando escuches éste mensaje llámame, o ven a mi casa. Te tengo una propuesta —sonrió, enviándole una nota de voz.

...

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