Regresó a su casa deshecha, sin poder controlar su llanto. Había creído que Eliana era su amiga, era a ella a quien le contaba todo lo que le pasaba.
Y ahora no sólo quería usarlo en su contra, sino que también había distorsionado todo lo que ella había dicho.
Héctor al verla de ese modo, apagó la televisión y la siguió a la habitación, preocupado.
—¿Por qué lloras? ¿Qué pasó? ¿Alguien en la calle te hizo algo?
—P-Perdón —lloró angustiada, sin poder verlo.
Él intentó abrazarla, pero Ivanka lo corrió con cuidado, caminando al baño antes de cerrar la puerta.
—Abre la puerta ¿Qué pasó con lo qué hablamos hoy? Prometiste contarme todo lo que te molestara, lo que no te gustara e hiciera daño. Dime qué pasa ¿Por qué lloras así? ¿Le pasó algo a tu amiga?
Al esperar y no recibir respuesta, él intentó abrir la puerta, comprobando que ella no la había trabado. La miró en el suelo, sentada frente a la bañera, cubriéndose el rostro con las manos, y se sentó junto a ella, suspirando.
—¿Puedes contarme qué ocurre?
—N-No me siento bien —sollozó.
—Y por eso estoy aquí, para ayudarte —le dijo en un tono bajo, abrazándola a él, dándole un beso en la cabeza—. Dime qué pasa, tal vez pueda ayudarte a resolverlo.
—T-Te mentí, perdón, Héctor —lloró temblando—. N-No quedo embarazada p-porque tomo pastillas, p-perdón... Tu mamá tenía razón, es todo mi culpa.
—Ah, eso... Sí, lo sospeché —le dijo en un tono bajo—. Me habría gustado que me dijeras que tú no querías un bebé, pero eso no importa ya, Ivanka.
—¿Tomarías a otra mujer? ¿Te casarías con alguien más? —le preguntó alejándose de él, mirándolo a los ojos, angustiada—. ¿Qué harás cuándo te canses de mí? Yo no sé... Cómo hacer para hacerte sentir bien en la cama, y sé que eso es muy importante para los hombres.
La tomó de la mano izquierda, y luego el anillo que estaba en su dedo anular. Ivanka lo miró con tristeza, y él se lo quitó, provocando que las lágrimas más mojaran su rostro.
Se quitó su anillo también, y se lo dio a ella, para tomar nuevamente su mano izquierda.
—Entonces, vamos a hacer lo siguiente. Hoy dejamos todo atrás, todo, no importa lo que haya pasado, ya no formará parte de nuestras vida. Y quiero, que ambos nos comprometamos a hablar siempre, a contarle al otro que es lo que siente, que le gusta, que no, que quiere, sin miedo ¿Sí?
—S-Sí —susurró.
—Y además, quiero que dejes de lado las cosas que te dijeron tus padres, olvídate de eso. A mí no me hace bien que tú te reprimas de ese modo, y a ti tampoco. Deja todo atrás, aprendamos juntos, Ivanka. Perdimos seis años ya, no quiero seguir distanciándome de ti, sólo quiero que seas feliz conmigo.
—¿Y t-tú eres feliz conmigo?
—Lo soy, y hoy cuando estuvimos juntos, cuando pudiste ser tú por primera vez, fui muy feliz —sonrió acariciándole el cabello—. Me hiciste sentir bien, porque supe que tú también lo estabas disfrutando conmigo. No puedo ser feliz si tú no lo eres.
—Y-Yo tampoco si t-tú no lo eres —le dijo sintiendo que iba a llorar una vez más—. Las personas piensan que yo no te quiero, y eso no es verdad.
—Lo sé. Y sé que mi familia te ha juzgado mucho, intentaré solucionar eso.
—No, no lo hagas, será peor.
—Claro que no.
La tomó nuevamente de la mano, y colocó el anillo en su dedo, al comienzo.
—Entonces ¿Te comprometes a aceptar nuestros nuevos términos? ¿A empezar de nuevo sin ocultarnos nada?
—Sí.
Con cuidado llevó el anillo hasta arriba, y luego ella también le colocó el suyo, antes de tomarlo de la mano y darle un beso en el dorso de la misma.
—Yo te quiero mucho.
—Y yo a ti —sonrió antes de besarla.
Y cuánto más ella se abría a él, más la quería. Era sentir que ya no estaba casado con una desconocida, con una mujer ausente que sólo hacía las cosas por obligación.
De a poco, muy poquito, Ivanka le iba teniendo confianza. Y él sabía que tendría que poner de toda su paciencia, para hacerla sentir cómoda y segura de contarle todo lo que le pasaba, sin juzgarla.
***
—Semanas después—
Estaba en el súper comprando, cuando inevitablemente se chocó con aquella joven, ya que ninguno de los dos iba viendo hacia dónde iban.
Eliana lo miró, y luego desvió la vista. Sí, se notaba que estaba bajando de peso, pero seguía siendo el mismo tipo grasoso de siempre.
—¿Harás cómo qué no me conoces?
—Ojalá no lo hiciera.
—¿Te das cuenta que tendríamos que estar casados para éstas fechas?
—Sí, así como me doy cuenta que también estaría en la cama de alguien más —sonrió—. No me mueve un pelo, cariño.
Él la miró a los ojos, y luego sonrió.
—Te vas a tener que tragar todas tus palabras cuando nos casemos. Y si quieres acostarte con alguien más, adelante, no me interesa. De todos modos serás mi esposa. Podrás tener sexo con todos los hombres que quieras, pero al final de la noche, con quién vas a dormir es conmigo.
Ella apretó los dientes, mirándolo con asco.
—No eres más que una bola de grasa, tienes suerte de haber nacido en esta maldita comunidad, porque en tu vida te habrías casado con una mujer como yo fuera de aquí —masculló con rabia.
—Tienes razón, fuera de aquí, jamás me habría casado contigo. Habría elegido a tu prima, Federica. Ella si es una muchacha con clase y valores. No como tú que sólo tienes un rostro bonito.
—¡Ni la estúpida esa te habría aceptado!
—¿Quieres apostar? Porque cuando me divorcie de ti, la única que quedará mal vista, serás tú —sonrió.
...