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"—A-Ah... Héctor.

Levantó la cabeza, encontrándose con la mirada asustada de Ivanka, antes de que ella bajara suya.

—¿Qué pasa, cariño?

—Y-Yo... Quisiera h-hacer algo, y... Y no sé si tú lo podrías aprobar —le dijo en un hilo de voz.

—¿Qué cosa? Dime.

Ella apretó sus puños al costado de su cuerpo, antes de respirar profundo, buscando valor.

—Q-Quisiera estudiar, t-trabajar de algo luego.

—Ah, eso. Claro ¿Por qué no? ¿Qué te gustaría hacer?

Ella levantó la cabeza, y lo miró sorprendida. ¿En verdad había dicho que sí?

—¿Qué querías estudiar?

—E-Es una carrera corta, sólo un año y medio. Y es algo que me gusta, relacionado al ejercicio... El problema es que queda lejos de aquí —pronunció bajo.

—¿Me dejas ver?

Ella asintió con la cabeza, y le dio la tablet, para que él viera la página de la institución donde se dictaban las clases.

—Creo que puedo pedir permiso para llevarte y traerte de vuelta a casa, no tendrán problemas en dármelo."

Pasó con su auto por la plaza, dónde ella se juntaba con Martin a entrenar, y la vio hablar con él, sonriendo, antes de reír. Su joven esposa se veía muy feliz.

***

—Héctor —sonrió dándole la mano—. ¿Cómo estás? Vine en cuanto recibí tu mensaje.

—Gracias, pasa por favor, iremos a mi oficina —le dijo llevándolo hasta ella.

—No me cansaré de decírtelo, tienes una casa hermosa, enorme.

El castaño sonrió levemente, entrando a su oficina.

—Gracias, toma asiento.

El abogado lo hizo, se sentó frente al escritorio de él, observando la foto que tenía en un portaretrato pequeño, dónde estaba Ivanka.

La joven estaba distraída, mirando hacia arriba.

—¿Y tú esposa?

—Meditando.

—¿Meditando? —sonrió divertido—. Tiene muchas libertades esa muchachita.

—¿Por qué medita tiene libertades?

—No, por perder el tiempo. En fin ¿Para qué me querías?

—Quiero divorciarme, necesito dividir los bienes, quiero que la casa le quede a Ivanka.

—¿Divorciarte? ¿Por qué? ¿Te fue infiel? Si es así, a ella no le corresponde nada, lo dice en su contrato prenupcial.

—Ella no fue infiel, fui yo, ¿Y qué contrato prenupcial? Nosotros no firmamos ningún contrato.

—A mí me llegó al despacho, unos días antes de casarte, el pedido de un contrato prenupcial.

—Yo no te pedí nada —le dijo serio.

—Quizás fueron tus padres, pero ¿Ella lo sabe?

—No, aún no lo sabe, no se lo he dicho.

—Entonces no le veo el problema, es decir ¿Quién no tuvo alguna aventura alguna vez? —sonrió divertido—. Son deslices, estás cosas pasan, y no por eso debes divorciarte, mucho menos si ella ni lo sabe.

Era horrible escuchar eso, pero sabía que era cierto. Muchos de sus compañeros "aprovechaban" los viajes que tenían que hacer fuera de la comunidad, para tener encuentros ocasionales.

—Le falté a mi palabra, quiero separarme de ella.

—¿Es eso o quieres hacerlo por otro motivo? ¿Es por qué no te ha dado hijos? Es una opción válida también. El problema, es que no puedes dejarle tu casa. Se dividen los bienes que ustedes hayan adquirido en conjunto luego del matrimonio, no antes, como tu casa. Además ¿Por qué dejarle esta casa a ella? Es enorme, ni siquiera tienen hijos.

—Porque no quiero que vuelva con sus padres.

—¿Y tú dónde vivirás?

—Alquilaré algo, voy a ser trasladado a otra sucursal, fuera de aquí.

—Con todo respeto, Héctor, pero me parece una pésima idea. Ella quedará aquí, y será juzgada por todos como una mala mujer. Dirán que tú le fuiste infiel porque no fue una buena esposa, porque no te atendía.

—Lo cual no es verdad, ella es una excelente mujer.

—Bueno, pero la gente no sabe eso. Y ya sabes que hablan, ella era muy joven cuando se casaron, y tú ya tenías todo esto. La mayoría dice que sólo fue por interés.

—Claro que no —pronunció molesto.

—Te ofrezco una alternativa. Tú quieres una casa para ella, pero tú tampoco quieres vivir aquí ¿La quieres vender? Estoy dispuesto a comprarla, tú sólo pon el precio —sonrió—. Ya te lo dije, me encanta esta casa, y mi mujer está embarazada de nuevo, y vamos a ser seis pronto —rio—. Me parece una excelente opción este caserón que tienes.

Héctor lo miró, y luego observó la foto de Ivanka.

—No lo sé, debería pensarlo.

—Hazlo, piénsalo, y luego dime si quieres o no. Con el dinero de esta casa, podrías comprarle una más pequeña a ella, y un departamento para ti.

—Lo haré, gracias por venir, Ignacio —le dijo dándole la mano, acompañándolo fuera de la oficina.

Él no quería vender la casa, le había costado tanto poder construirla. La había terminado dos meses antes de casarse... Y había sido producto de su trabajo de diez años.

Cómo Ignacio, él también imaginaba una familia grande, con tres o cuatro niños. Su casa tenía tenía dos pisos, y ocho habitaciones, tres baños, un depósito, la cocina, el living, su oficina, y una despensa.

Sin contar con el jardín enorme de tres cuartos de manzana. Él había comprado una manzana entera para ellos, y la casa estaba ocupando parte de un cuarto de la misma, y el resto era todo jardín.

Sabía que no sería el primero en querer comprarla, varios conocidos también se habían mostrado interesados... Pero él dudaba poder venderla.

***

Sus padres habían ido de visita a la tarde, y se habían quedado a cenar. Era innegable la incomodidad de Ivanka cuando estaban ellos. Siempre buscaba algo para poder irse de la sala.

Lo cual no pudo seguir haciendo a la hora de la cena.

—Entonces —pronunció su madre, mirando a Ivanka—. ¿Aún no van a buscar un hijo? Ya pasaron seis años desde su matrimonio.

—Ah... N-No, señora, aún no he quedado embarazada —profirió en un tono bajo.

—¿Pero cómo puede ser posible? Los estudios qué te hicieron antes de casarte, dieron que eras sana, fértil ¿Estás usando algún método anticonceptivo?

—N-No.

—Mamá, entiendo tu preocupación, pero es un tema nuestro. Aún no queremos un bebé —le dijo Héctor en un tono bajo.

—Vas a cumplir treinta y siete años, Héctor ¿Cuándo planeas tener un hijo? ¿Después de los cuarenta?

—Tal vez, no está en nuestros planes ser padres ahora.

La mujer estaba por volver a hablar, cuando su marido lo hizo.

—Rosa, tengamos la cena en paz ¿De acuerdo? No es un tema para tratar en este momento.

—Sí, querido —pronunció bajo, antes de mirar con rabia a Ivanka.

Sabía que ella era la culpable de que su hijo no tuviera aún descendencia.

...

Apuesto a tu medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora