Luego de cenar solo, fue a la habitación, dónde Eliana ya estaba durmiendo. Se quitó la ropa, y se metió en la cama también, mirando el techo.
¿Cuándo se suponía que iban a consumar su matrimonio? ¿Debía esperar a que ella se sintiera mejor? Ya que seguramente debía seguir adolorida por las quemaduras del sol.
Y estaba seguro que al día siguiente tendría a los padres de ella en su casa, para ver cómo se encontraba su hija... Sabía que había exagerado un poco con el trato, que no tendría que haberle gritado y sacudido.
Pero ella realmente lograba cabrearlo. No podía olvidar todas las cosas que le había dicho en el pasado, y como lo había tratado. Las veces que lo había despreciado, no podía perdonarla.
***
—¿En qué piensas? —le dijo en un tono suave, acariciándole el hombro y brazo a su mujer.
Ambos estaban en la cama, disfrutando de la compañía del otro.
—Si el bebé es un niña.
—Todavía no sabemos si estás embarazada, yo creo que deberíamos esperar un mes más, o más, para que tú cuerpo quede limpio del anticonceptivo.
—Pero si quedara embarazada, y fuera una niña... Me daría mucha pena.
—A mí me gustaría tener una niña, estoy seguro que saldría a ti. Una mini Iva —sonrió, dándole un beso en la frente.
—No quiero que se case sin amor —murmuró.
—Bueno, supongo... Qué podríamos cambiar eso.
—¿Cómo? —le inquirió curiosa, levantando la cabeza para verlo.
—No comprometiéndola con nadie. El problema será, que si se enamora de un muchacho, de nuestra comunidad, lo más seguro es que él sí esté comprometido. Y no creo que sea feliz tampoco, sin contar con el hecho, de que no tendrá pareja. Todos estamos destinados a alguien desde el momento en que nacemos.
—Sí, en eso tienes razón —le dijo pensativa, en un tono bajo.
Héctor la acercó más a su cuerpo, y la besó suavemente, acariciándole la mejilla.
—Lo que tú pienses que será correcto para nuestros hijos, yo lo apoyaré.
***
Se despertó eso de las ocho de la mañana, y se encontró con que Martin ya no estaba en la casa. Se dio una ducha rápida, y luego se fue, para visitar a sus padres, para hablar con ellos.
Ella no quería seguir casada con él, quería irse de ese lugar. Hasta estaba dispuesta de irse de la comunidad, y tener que trabajar en el exterior, con tal de no volver a tener contacto con él.
Pasó primero por una cafetería, y desayunó allí. Sabía que sus padres ya habrían desayunado, ya que su hermanita iba a clases temprano.
—Eli ¿Cómo estás? —sonrió una muchacha castaña.
Eliana se giró, y se encontró con una ex compañera de secundario, quién al parecer, ya estaba embarazada.
—Hola, felicidades —sonrió levemente.
—Gracias, son mellizos —sonrió emocionada—. Me enteré que te casaste, felicidades a ti también.
—Sí, gracias —murmuró—. ¿Y mellizos? Wou, me imagino tu sorpresa.
—La verdad que no esperábamos con Pablo tener dos bebés de una sola vez, pero pasó. Estamos muy ansiosos por qué nazcan —rio bajo.
—Me imagino, habrá sido una sorpresa grande.
—¿Y ustedes ya están buscando un bebé? —sonrió sentándose con ella en la mesa, con su licuado de fresas.
—No, para nada. No quiero hijos por el momento.
Y muchos menos con alguien como Martin.
—Te entiendo, a mí también me dio un poco de miedo, y lloré cuando me enteré que estaba embarazada. Pero con los días, y saber que tienes una vida dentro tuyo, fui cambiando de parecer. Ahora amo a mis bebitos, no veo la hora de que nazcan.
—Que linda —sonrió levemente.
Pablo era el hijo del panadero, con quién ella se podría haber casado, si no fuera porque sus papás rechazaron la oferta de los padres de él.
Al parecer, la familia de Pablo no cumplían las expectativas financieras de los Menzel. Y Eliana en estos momentos hubiese preferido a ese muchacho simpático y agradable, que al tipo con quién estaba casada.
No necesitaba pasar por situaciones precarias para entender que el dinero no lo era todo, simplemente había sido suficiente tener que casarse con Martin, y soportar sus tratos.
***
—Volviste rápido de tu luna de miel —bromeó un muchacho, mirando a Martin levantar pesas.
—No se podía esperar mucho de ella tampoco, me casé con Eliana después de todo.
—Uy ¿Complicada, verdad? Te compadezco, amigo. Todos sabemos lo insoportable que es esa mujer.
—Hm, sí —murmuró.
—¿Sabías que incluso para su hermana más pequeña no consiguen ahora una pareja?
Martin dejó de levantar pesas, y se secó el sudor del rostro.
—¿Por qué?
—Porque temen que sea igual de caprichosa e insoportable como Eliana.
—Basta con ver a la niña para saber que no es igual, es una estupidez lo que hacen.
—Puede ser, pero la familia no está bien vista ahora... Esto es un pueblo pequeño, todos hablan.
—¿Y hablan de mí también, Esteban?
—Sí, amigo, ya te dije, todos se compadecen de ti.
***
Llegó a la casa de su madre, y se abrazó a ella, antes de comenzar a llorar, aferrándose a su progenitora.
—Hija ¿Qué pasa?
—Ya no quiero estar con él, mamá. Hagan algo, por favor.
—Pero ¿Por qué? ¿Qué pasó?
—¿Ustedes sabían que no tenía dinero para costear nada? No tenemos un hogar propia, alquiló un departamento muy precario, con muebles viejos y usados. Nos llevó a un lugar horrible y peligroso en Brasil, y mírame, mamá —le dijo alejándose de ella—. Estoy toda quemada por su culpa, por obligarme a caminar bajo del sol por cuatro horas. Y... Me maltrata, me ha dicho que me golpearía, me ha sacudido y gritado horrible. Martin no es un buen hombre, yo no quiero estar casada con él.
—¿Pero qué quieres que hagamos, hija? —le preguntó con tristeza—. No puedes separarte de tu marido si no hay motivos concretos para hacerlo.
—Ayúdame a escaparme, entonces. Cómprame un pasaje de avión, de autobús, cualquier cosa, para que pueda irme de aquí, y empezar una nueva vida.
—¿Y qué harás sola afuera, hija? Sin dinero, sin nadie que pueda ayudarte. La vida no es tan fácil como crees. ¿Y si no consigues trabajo?
...