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—Señor Menzel, pase —le dijo Martin, al abrir la puerta del departamento y encontrar a suegro allí.

—Vine aquí para hablar contigo.

—Lo imagino ¿Qué quiere?

—Cuando decidimos casar a Eliana contigo, fue porque pensamos que tú le darías una buena vida. Y viendo dónde pretendes que ella viva, veo que nos equivocamos.

—Bueno, ella no está viviendo en la calle tampoco.

—Incluso la casa del hijo del panadero está mejor que esta mierda, y él tiene un sueldo menor que el tuyo, y el muchacho tiene diecinueve años, y sin embargo, se ha ocupado que a su mujer no le falte nada. Y aunque viven de una forma modesta, viven mejor que ustedes. ¿Qué es esto, Martin? ¿Crees qué soy estúpido? Tuviste seis años para ocuparte de tener un buen hogar, ¿Y nos sales con esto?

—Mire señor Menzel, lo que yo haga con mi dinero, no es asunto su-

—O cambias esto, o juro por Dios que tú y tu familia, no vuelven a ver un centavo en sus vidas ¿Lo entiendes? —pronunció con rabia—. Si para esta tarde no le das a mi hija una casa decente, mañana a primera hora, abro una fábrica tres veces más grande que el negocio que ustedes tienen.

Martin lo observó desconcertado, molesto.

—Y no creas que no me enteré del trato que tienes con ella. Eliana podrá ser una caprichosa, infantil, insoportable a veces, pero es mi hija, y no está sola. Y como su padre, siempre voy a protegerla. Qué yo no me entere que la vuelves a maltratar, o siquiera se te ocurra levantarle una mano, porque no me conoces, Martin. Hago una llamada, y ustedes se quedan sin nada —le advirtió antes de irse.

El muchacho apretó sus puños con rabia, conteniéndose para no romper nada. Sabía muy bien el poder que tenían los padres de Eliana, que incluso los abuelos de ella habían sido parte de los fundadores.

No sabía con exactitud cual era el trabajo del padre de ella, sólo que no trabajaba dentro de su comunidad, y estaba relacionado con la industria petrolera.

¿Por qué diablos la había casada con un hombre de allí? Simple, quería que su "princesa" llevara una vida de bien, correcta.

Valores y límites que ni ellos le habían puesto.

***

Luego de la visita del padre de Eliana, había ido al banco, y sacado un crédito hipotecario, que le permitiera comprar una maldita casa para Eliana.

Sí, era verdad que tenía dinero guardado, pero eso no era suficiente para comprar una casa, y él lo estaba guardado para un futuro, si llegaban a tener hijos y demás.

Estaba tan molesto, con tanta rabia, que agradecía no tenerla cerca, porque con sólo verla o escucharla, no sabía de lo que sería capaz de hacer.

Odiaba que se metieran en su vida, ni a sus padres se lo permitía, y ahora se había tenido que endeudar por treinta malditos años, para comprarle la casa a la "princesa".

La odiaba, cada día que pasaría con ella, la odiaría más. Sólo le traía problemas en su vida.

***

—¿Y Eliana?

—Está durmiendo en su habitación, ella realmente lucía cansada. Almorzó, y luego se fue a la cama. Nuestra hija no luce bien, cariño. Ella está muy triste.

—Lo sé, por eso fui a hablar con su marido. A mí no me interesa en estos momentos cuáles son sus diferencias, son jóvenes y recién casados. A mí sólo me importa que trate bien y respete a Eliana. Tú no viste el lugar asqueroso dónde pretendía que viviera —le dijo molesto—. No sé que se piensa que es Eliana ¿Una rata?

—¿Era un muy mal lugar?

—Es casi en las afueras, un edificio viejo, quizás uno de los primeros en hacerse, que se quedó en el tiempo.

—¿Y cómo lo solucionaron?

—Tuve que amenazarlo. Le dije que si no le daba una mejor calidad de vida a Eliana, mañana mismo abría una fábrica de lácteos aquí, tres veces más grande que el negocio que ellos tienen. Y la verdad, no me costaría nada, incluso los precios serían más bajos.

—¿Y aceptó?

—Sí, no le quedó más que hacerlo. Sólo espero que ahora no la trate peor, porque me conocerá.

—Yo sólo quiero que nuestra hija esté bien, jamás la había visto tan triste. Entiendo que los primeros días sean complicados, incluso el primer año lo es, pero ella se veía devastada. Tal vez, tendríamos que haber elegido otro muchacho.

—Comienzo a creer lo mismo. No le tenía confianza a ese chico, el hijo del panadero ¿Cómo era su nombre?

—Pablo.

—Sí, a ese, Pablo, y ahora ellos tienen una casa bonita, su mujer se la ve feliz, están esperando un bebé... Creo que no tendríamos que habernos fijado en la posición económica.

—No —murmuró—. Pero sus padres parecían buenas personas ¿Cómo íbamos a saber que Martin actuaría de este modo?

***

—Es bonita la casa, me gusta mucho el color de las paredes, y ese jardín que tiene al fondo. Es un buen lugar, hijo —sonrió su madre.

—Sí —murmuró con molestia.

—¿Qué pasa? ¿No estás feliz? Martin, esta casa está mucho más bonita que el departamento que habías alquilado. Ese lugar era deprimente, yo ya te lo había dicho, hijo. Era muy feo ¿Por qué pagaste por algo así?

—¿Tú crees que Eliana merecía algo mejor?

—No, tal vez no, pero tampoco esa era la solución. La chica no me agrada, siempre te lo dije, pero es tu esposa ahora, y tú debes hacer lo mejor para ambos.

—Yo creo que lo mejor es que me vaya con el socio de papá afuera de aquí, y venga los fines de semana no más. No quiero verla, me da rabia verla o escucharla.

—Pero-

—La detesto, cualquier mujer me daría más que ella fuera de aquí. Y nadie necesita saber que estoy casado de todas formas —le dijo sacándose el anillo, dejándolo encima de una repisa—. Esto no significa nada.

...

Apuesto a tu medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora