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—¿Pero no tiene nada malo? —le inquirió con miedo.

—No, pero sí debe cuidarse para que no se le haga algo malo. Te daré un antifebril, y las instrucciones y medicamentos que debe utilizar para las nebulizaciones. Tose de ese modo porque debe expectorar los mocos pegados en los pulmones.

—¿Podría escribírmelo?

—Por supuesto, regreso en un momento —sonrió la doctora, antes de dejarla a solas con Héctor.

Ivanka regresó a la camilla dónde estaba su marido durmiendo. Luego de hacerle varios estudios, y darle un medicamento para bajar su fiebre, Héctor se había quedado dormido.

Se sentó a su lado, y tomó una de sus manos, acariciándola suavemente, observando su anillo de bodas.

"—Jamás debes cuestionarle nada, lo que él diga que debe hacerse, lo harás. Si él quiere intimar contigo, debes aceptar, no importa si quieres o no.

—¿Y c-cómo es eso, madre? ¿Que debo hacer? —preguntó con vergüenza, mirando hacia abajo.

—Sólo quédate quieta en la cama, y él se encargará del resto. Te quitará la ropa, y luego te hará su mujer.

—¿D-Desnuda? ¿D-Debo... Estar desnuda?

—Sí. Si te da pena, cierra los ojos o mira para otro lado, y no digas nada.

Ella asintió con la cabeza, sintiendo como su cuerpo se estremecía. Sólo debía quedarse quieta y ya, él haría todo."

Lo escuchó quejarse, antes de toser y llevarse su mano libre a la garganta, haciendo una mueca de dolor. Había tosido tanto, que tenía irritado y lastimado por dentro.

—¿Quieres un poco de agua, cariño? —le preguntó apoyando su otra mano sobre el pecho de él, acariciándolo suavemente.

Héctor negó con la cabeza, y continúo con los ojos cerrados, tomando la mano de ella que estaba sosteniendo.

—¿Te sientes un poco mejor?

—Algo —murmuró.

—La doctora dijo que cuando puedas levantarte, y no estés mareado, podemos irnos. Ahora me traerá las instrucciones de que hacer cuando estemos en casa.

—Está bien.

Ella lo miró, y sus ojos se cubrieron de lágrimas.

—T-Tuve miedo de que fuera a-algo malo.

—Es sólo un resfriado.

—N-No, es más que eso. Puede s-ser algo malo si no te c-curas bien.

—Estaré bien, Iva.

Ella asintió con la cabeza, y luego lo abrazó, tomándolo por sorpresa.

—No me importa lo que pasó, n-no me importa, porque sé... Sé que yo no puedo hacer nada contra eso —sollozó—. Entiendo que busques otras mujeres para ser feliz.

—No fue verdad eso, Ivanka —le dijo abrazándola—. Sólo lo dije para tener una excusa para separarnos. Yo jamás podría engañarte, y sabes que no tenemos muchas opciones para que acepten un divorcio.

—¿E-Entonces m-me quieres?

La separó de él para mirarla a los ojos, y ver la angustia reflejada en ellos.

—Por supuesto que te quiero, eres mi esposa, mi compañera. Eres una mujer hermosa, que siempre me atiende y se encarga de todo sola en el hogar. No imagino mejor mujer para mí, más que tú.

—Yo s-sólo quiero que tú seas m-mi marido, nadie más.

Él sonrió levemente y la besó, sintiendo que le correspondía con timidez. Era un avance, pequeño, pero un gran avance para el valor de ella.

***

Estaba de compras por la ciudad, porque si algo tenía Eliana, es que le encantaba gastar dinero en ropa, carteras y zapatos. Tenía un armario enorme, una habitación un poco más pequeña que su recámara, donde guardaba todo.

Su familia tenía una muy buena posición económica, y al ser solo ella y su hermana, su padre les daba todos los gustos. Aunque la consumidora excesiva era ella.

Quizás por el simple hecho de que su hermana sólo tenía diez años.

La joven salía de la tienda, cuando vio a su futuro, desgraciadamente, marido en la plaza, corriendo. Observó como su cuerpo se sacudía con cada paso que daba, y negó con la cabeza, sintiendo náuseas.

Se colocó unos anteojos negros, y se subió al auto. Ella no quería casarse con ese tipo. Casi un mes había pasado desde que Ivanka había empezado el tratamiento con él, y ella no veía ningún cambio favorable.

A veces, pensaba que la mejor opción era un marido como Héctor, un hombre mayor, que ya tuviera experiencia en la vida. Sí, quizás tenía esa cara de perro amargado, pero su amiga jamás se había quejado de él.

Al contrario, siempre le contaba que él era muy atento, que la respetaba, que le llevaba regalos todos los días. ¡Y tenían una casa enorme!

Era la segunda casa más grande de la comunidad, la primera pertenecía al representante de ellos.

¿Por qué sus padres no le habían escogido un hombre mejor? Héctor, bueno, no era muy lindo, hasta estaba segura que si le quitaban esa "uniceja", le cortaban un poco el cabello a un look más actual, y se dejaba crecer la barba, se vería mucho mejor.

—Demasiado bien —murmuró pensativa.

Sí, Ivanka tenía suerte con el marido que le habían conseguido. La había dejado estudiar, la dejaba salir sola, tenía una confianza ciega sobre ella.

Y estaba segura que era porque sabía que su mujer era muy tímida y temerosa. Ivanka no iba a engañarlo.

No era gordo, tampoco flaco, tenía un porte promedio, que quizás podría darle forma, si tan sólo tomara clases con su mujer. Ahora que lo pensaba, Héctor sería un hombre muy atractivo si decidía cambiar de imagen, ocuparse un poco más en ella.

¿En cambio ella que tenía? Pues esa "cosa" grasosa de la plaza, que sudaba como si en un sauna estuviera, reconoció con asco.

Encendió el auto, y se fue de allí, conduciendo hasta su casa. Ya se le había quitado el hambre, y en serio esperaba un milagro para su casamiento.

No quería tener un recuerdo horrible de su noche de bodas. ¡Estaba segura que ni en las fotos entraría ella!

...

Apuesto a tu medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora