Quédate. - LXXIV

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*7 Meses Después*

—¡No puedo creer que no se lo hayas dicho!

—¡Ponte en mis zapatos y trata de decírselo tu entonces!

—¿Realmente quieres que se lo diga? — El más alto se acercó peligrosamente al rubio, causándole el mismo miedo que le había causado unos años atrás. —Si es así, créeme que no tendré el más mínimo problema en hacerlo, y lo haré, Roger. Sabes que sí puedo.

El mejor no dijo nada. Solamente se quedó ahí parado, sin saber que hacer ni decir.

—Iré a la estúpida boda sólo para que mi hija no esté sola. Sobre ti va a caer todo lo que pueda pasar después. Al demonio todo.

Y es que realmente era un reverendo idiota. Habían pasado ya siete meses, la boda sería el sábado que estaba por llegar y nunca tuvo los pantalones de decirle la verdad a Danniel.

Iba a casarse. Estaba completamente decidido a hacerlo. Si Brian ya no quería nada con él, nada le impedía casarse plenamente con Danniel.

Brian salió de la casa azotando la puerta. Afortunadamente, Sophia no había estado ahí para presenciar la nueva pelea. Nick la había acompañado a su entrenamiento y no volverían hasta dentro de un buen rato.

Se sentó en uno de los sillones de la sala y por una de las ventanas miró hacia afuera. El jardín ya estaba comenzando a ser decorado, todss las personas que conocían ya tenían invitaciones... Incluso el traje que usaría ya estaba listo. ¿Cómo era que se había pasado tan rápido el tiempo? No podía creerse que había pasado tanto tiempo y jamás abrió la boca.

Estaba comenzando a arrepentirse. No sabía cómo iba a decírselo. Sabía lo que sentía y lo que quería. Lo que más quería en el mundo era volver con su familia a Londres, a comenzar de nuevo... Quería estar con Brian.

A este punto sabía que lo que había hecho estaba mal. Danniel lo había ayudado demasiado, se había hecho cargo de una niña que no era suya, siempre le había dado todo lo que quería... No podía responderle de una mala manera.

No estaba emocionado en lo absoluto. Sus lagunas mentales lo estaban ahogando, apenas y podía respirar. Estaba cayendo en un pozo que había cavado él mismo, estaba dejando su felicidad de lado por algo que sentía que era una obligación. ¿Desde cuándo el matrimonial era una obligación? No lo sabía. Dejó de saberlo cuando se dio cuenta que ya no había marcha atrás.

El amor de su vida se había ido unos cuantos minutos atrás, y no sabía si volvería a verlo después del día que los separarían para siempre. Su más grande miedo era estar sin él de nuevo, la única diferencia, es que está situación la había decidido él por no saber aclarar sus sentimientos.

—¡Papá! — Sophia entró corriendo en la casa junto con su novio y se acercó a él. —¿Ya se lo dijiste?

Negó levemente, dejando caer algunas lágrimas. —No, mi amor...

La sonrisa del rostro de su hija se desvaneció. —La boda es el sábado...

—Si, lo sé...

—¿Entonces por qué no se lo has dicho?

—Por que no puedo, Soph... No puedo lastimarlo de ese modo...

Las lágrimas corrieron por las mejillas de su hija y su novio se acercó a ella, envolviendola en sus brazos en un abrazo protector.

—Ya, linda... — Le pidió Nick. —¿Que habíamos hablado sobre llorar?

Ella negó con la cabeza y siguió llorando. —N-No puedo...

La abrazó más fuerte y la dejó llorar. Roger no sabía que hacer. Solamente pasaba su cabeza la respuesta más viable a su problema. Tendría que casarse con él a pesar del amor inmenso que sentía por Brian.

Quédate (Somebody To Love 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora