Capítulo 1.- Nacimiento

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Año 652 tras la Gran Guerra, fue un día de primavera. Ahora sé como se conoce ese día, pero en esa época no lo sabía, no sabía que era el mundo en el que había nacido y tampoco el significado de la palabra mundo.

Fui criada y educada como una niña Astir, en la ciudad de Miriastir, capital del reino Astir. Pero nunca estuve dispuesta a ser una más entre todas, yo era solo una de más de treinta mil "mujeres" de la subespecie Istar, y no estaba dispuesta a seguir siéndolo.

Por eso me uní a la dilinsta al cumplir trece, dilinsta un nombre complicado, una especie de escuela ubicada en medio de las montañas astiras, donde entrenábamos las que seríamos miembros de la guardia real. Si lo lográbamos seríamos las protectoras de las siete reinas.

El entrenamiento no era muy duro, era básicamente disciplina y manejo básico de armas, como miembros de esta debíamos mostrar muchas cosas, la mitad de dichas las aborrecía, pero había escogido este camino y no me rendiría sin importar el costo.

Desperté como cualquier día en esta cama, con sábanas cuyos bordes eran de seda dorada, el respaldar tenía un diseño bien trabajado en madera, un ave gigante de Nasrrian y el techo tampoco era menos lujoso, la verdad no entendía porque estos lujos eran tantos cuándo a penas éramos dilinsas, y nos tomaría años volvernos parte de la guardia.

Retiré las sábanas con cuidado de mi cuerpo, estaba solo en ropa interior, pero no podía decir que cualquiera, toda la ropa que usábamos en este lugar estaba hecha de doble capa de tela, con cota de malla entre ambas, incluyendo nuestra ropa interior.

Me cambié esta y luego tomé mi uniforme, un vestido cuya falda era ancha y no llegaba ni a mis rodillas, aunque no era tan cómodo al ser de cuero. Nuestros zapatos eran acolchonados por dentro, aunque por fuera parecían totalmente metálicos, aún asi eran elegantes a mi parecer. Pesados con el objetivo de fortalecernos.

-Amaris es muy temprano todavía para... -me dijo mi... compañera de habitación.

-Kira ya salió el sol, en unos minutos vendrán a despertarnos, y no quiero que me vistan como si fuera una niña, cuándo ya soy mayor -le respondí mirándome al espejo, podía ver mi cabello rojizo que me llegaba justo arriba de mi cintura, tome un mechón de este con mi manos y lo acaricié rodeándolo por completo, mientras ella se destapaba.

-Muy bien chica mayor, ven te ayudaré con tu cabello -añadió sentándose en su cama, asentí y me senté a su lado mientras ella me trenzaba el cabello, en tres trenzas largas.

No disfrutaba tanto de este peinado, pero era el único permitido-. ¿Sabes que sin importar como nos vaya todas seremos aceptadas verdad? -cuestionó tranquila.

-Me lo repites todos los días desde que iniciamos a dormir juntas, ya voy más de dos años aquí, estoy conciente de ello, pero igual ser de las mejores trae beneficios -se suponía que tras el recorrido a pie que debíamos realizar a la Dilinsta ya nos consideraban aptas para ser parte de la guardia.

-¿Como cuáles?

-Veo que ya están casi listas, no tarden -habló una de nuestras maestras, que había abierto la puerta sin tocar.

-Gracias Amaris, ahora no mandará a nadie a que me vista a mi -se quejo Kira.

-A tus dieciséis años cualquiera pensaría que ya sabes vestirte sola -sonreí, pero no por mucho pues ella jaló mi trenza central, que había sido la primera que había terminado, suprimí un grito de dolor.

-Se vestirme sola, pero que lo hagan por mi siempre lo hace más divertido -me respondió-. Listo, ahora espero que me ayudes con la mía -pidió de manera nada cortés.

-Por supuesto, su majestad -respondí volteando para hacerle una reverencia, tal y como nos habían enseñado.

Ambas nos reímos antes de continuar alistandola.

Los Secretos de Miriastir.- Intervención Divina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora