Los Secretos de Miriastir.- Intervención Divina

Capítulo 41.- Suegras

Amaris

Me levanté nerviosa, ayer había sido la ceremonia de fin de año, hoy era el quinto día de la semana. Primer día del primer mes de primavera, del año seiscientos sesenta y nueve tras la gran guerra.

Me vestí con algo muy expuesto, lo que había pasado era mi culpa, y no me cubriría en una armadura. Prácticamente salí solo con mi ropa interior y una capa para cubrirme del frío.

Era evidente como todas me miraban cuándo caminaba hacia la entrada. La mayoría había venido con alguna vestimenta de la guardia. Una armadura ligera, según el gusto de cada una, la mayoría de las Dheltas y Ghamas prefirieron llegar con armaduras ligeras, usando las faldas cortas que usábamos de uniforme, pues facilitaban los movimientos rápidos, debido a que era una mañana fría llevaban también puestas protecciones de cuero en sus piernas. La mayoría de Alfas y Vitas, optaron por pantalones de cuero con cota de malla.

Mi capa cobertora me hacia resaltar, no pocas notaban que no traía una armadura debajo.

—¡Hoy como todos los años, la dilinsta abre sus puertas a las nuevas integrantes de nuestra hermandad, a las nuevas dilinsas y sus familias que vienen a despedirlas!

En ese momento abrieron las puertas e ingresaron a la dilinsta gran cantidad de jovencitas con sus familias. La mayoría las siguieron al interior para la ceremonia de iniciación.

Kira, Dana, Lucía y yo nos quedamos en la entrada. Cuándo la ceremonia empezaba cinco mujeres con ropas abrigadas ingresaron.

—Son ellas —habló Dana. Lucía ni siquiera las miraba, la vergüenza no le permitía hacerlo y aunque seguramente las había visto cuándo nosotras ingresamos, no las hubiera reconocido, pues nunca las conocí.

Nosotras cuatro llevábamos los collares de nuestro compromiso. Las cinco se acercaron a nosotras. En sus ojos pude notar cual era la alfa de la manada.

—Hija —saludo sin demasiado cariño en su tono, en parte era por donde estábamos, pero no podía saber que tanto era por directa decepción.

—Madre, ellas son Kira y Amaris. —nos observó, era obvio que entendía porque mi vestimenta particular.

—Dana —habló observándola—, para ser sincera siempre pensé que tu te embazarías antes que nuestra hija.

—Fue mi culpa —susurre al mínimo que era necesario para que me oyera.

—Normalmente coincidiría contigo, pues fue contigo que pasó, pero por esta única vez consideraré que fue la voluntad de los Dioses —me respondió y se acercó a mi.

Tomó mi collar de compromiso con sus manos y lo observó.

—En esta situación dudo que yo hubiera tenido el valor para aceptarlo, más te vale cuidar a mi hija menor —yo asentí aliviada.

Tras eso la situación se relajó un poco aunque siguió siendo incómodo.

Las cinco madres de Lucía parecían muy emocionadas por tener una nueva nieta. En ese momento comprendí lo afortunada que era, tenía tres chicas que me querían y nunca me traicionarían. Además pronto sería madre, no tenía tiempo de lamentar el pasado.