Capítulo 28.- Avergonzada

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—¿Otra vez? —me gritó Kira volviéndome a tirar al suelo—. Es la tercera vez esta semana Amaris y solo van cinco días…

—Desde que me liberaron, no puedes culparme de que siga sintiéndome como si siguiera encerrada —dije mientras acariciaba mi hombro—. Tienes sueño pesado, prefería cuándo lograba despertarme antes de ti.

—Si no te desvelaras tanto podrías…

—No lo hago porque quiera y lo sabes —respondí levantándome y caminando para sacar mi ropa.

—Oye tranquila yo no…

—Cualquiera creería que estarías feliz de despertar con quién dices amar en tu misma cama.

—¿Acaso no te das cuenta Amaris?, estamos en la dilinsta, no en nuestras casas, si una de las maestras o encargadas de limpieza nos ve…

—No nos han visto hasta ahora, además dormir una junto a la otra no tiene nada de malo, somos una manada —le respondí sin mirarla.

Ella no estaba intentando comprenderme, ella no había tenido que sufrir lo que yo, era casi como si se olvidará de lo que yo sentía.

—Amaris, no hemos cumplido la mayoría de edad, no hemos formalizado nuestra relación de manera legal, para ellos nosotras no somos nada aunque intenten fingir que si lo aceptan —me recordó y puso su mano en mi hombro.

Sentir su piel tocando la mía, me tranquilizaba aunque no sabía del todo la razón, así había sido desde hace mucho tiempo, casi desde que nos conocíamos.

—Esto es tan humillante.

—¿Ahora de que hablas?

—De lo que le pidieron a la directora, ahora cada vez que una de las maestras me mira por demasiado tiempo creó que lo sabe…

—Tranquila Ama…

—Es difícil estar tranquila, sigo sin entender porque fue todo esto, ya todas las chicas están volviendo a la normalidad, aunque no lo hicieran, pero ¿Por qué los dioses hicieron esto, que buscaban decirnos con lo que pasó? —volteé a verla a los ojos, ella lo pensó unos segundos antes de responder.

—No lo se, pero si se que no fue por lastimarnos, tal vez solo querían enseñarnos algo —me respondió abrazando mi cuello pero sin acercarse más.

—Supongo que necesitarás que te ayude a vestirte ¿verdad? —ella soltó una risa corta.

—No lo necesitó, ni nunca lo necesite, pero la verdad, disfrutó cuándo lo haces —me explicó, susurrándome la última parte en el oído.

Los Secretos de Miriastir.- Intervención Divina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora