Los Secretos de Miriastir.- Intervención Divina

Capítulo 37.- Enseñando el Tesoro 1ra parte

Kira

Tres días ya habían pasado y yo no me animaba a compartir mi secreto. Pero con Amaris cada vez más distante era claro que en cualquier momento optaría por romper con nosotras "oficialmente". No lo podía permitir.

Asi que cité a Dana y Lucía para reunirnos en la habitación de éstas, caminé tranquila hasta su habitación, confiando en que estarían ahí y siendo cuidadosa de que no toparme con Amaris y de no dejar caer la pequeña cajita que le había quitado.

Toqué la puerta con discreción.

—Al fin llegas, ya Lucía se estaba desesperando, por saber... —me "saludo" Dana al abrirme la puerta.

Yo le tape la boca mientras la forzaba a entrar y cerraba la puerta tan rápido como pude.

—¿Qué te pasa?

—Te dije que quería discreción con esto Dana y tu te pones a cantarlo en el pasillo —respondí molesta.

—Solo dinos ya que era lo que querías mostrarnos Kira —se quejó Lucía, se notaba anciosa casi desesperada.

—Debes tranquilizarte, sabes que estar así no es bueno para la bebe.

—No me voy a tranquilizar hasta que me digas ¡por qué tanto misterio!

Dana se sentó a su lado y empezó a acariciarle la espalda. Lucía había vuelto a los entrenamientos, con la condición de que se le había aumentado gran cantidad de proteínas y vitaminas a su dieta. Aún así ninguna se atrevía a pelear con todo, para no lastimarla, lo cuál había estado estresándola más de lo debido. No le gustaba que la hicieran sentirse inválida.

—Temo que Amaris va a terminar con nosotras si no hacemos algo —la mirada de Dana y Lucía se quedaron heladas.

—¿Como que terminarnos? Ella, ella también es madre Lila no puede... —Lila, ya era el tercer nombre que se le había ocurrido en la última semana, a este paso ni ella recordaría su nombre.

—¿Qué te hace pensar eso Kira? Solo esta distante por qué la situación le es muy difícil pero eso no significa que las cosas no mejoren luego —me respondió Dana mirándome de mala manera, pues obviamente este no era el tipo de cosas que debía oír Lucía.

—Cuándo volví a nuestro cuarto el día de tú cumpleaños me mostró esto —indique pasándoles la caja, Dana la tomó con cuidado la puso sobre sus piernas y la abrió—. Me dijo que ya no valía la pena esconderlo y por eso me lo mostraba. No sabe que lo saqué de donde ella lo guardó.

—¿Son lo que creó son? —preguntó lentamente Lucía.

—¿Nos pensaba proponer...? —la pregunta de Dana se quedó en el aire, no era común que ella se quedara sin palabras, pero en esta ocasión era difícil saber que diría.

—Asi es, dijo que las pidió hace casi un año, ni siquiera me imagino cuánto debieron haber costado.

Al ser aprendices se nos daba un pequeño pago, del cuál buena parte se gastaba en nuestro entrenamiento, pero una porción nos la entregaban en efectivo, y esa porción la usábamos para ir a Daesrin o cualquier otra cosa que deseáramos. Estos collares tenían piedrillas de oro y las cadena eran principalmente de bronce, no me parecía que fuera un precio que ella hubiera podido pagar.