Los Secretos de Miriastir.- Intervención Divina

Capítulo 9.- Castigadas

¿Qué tipo de castigo creen que nos darían en una escuela militar?, bueno basta con decir que cuatro trabajadoras de Daesrin, estarán de vacaciones pagadas por un par de semanas y también otras cuatro de la Dilinsta.

Ahora nos toca participar de la limpieza de ambos lugares, según dicen, es una forma de recordarnos que cualquier falla disciplinaria cuando nos volvamos parte de la guardia, significará perder nuestro puesto de manera irrevocable.

El gran inconveniente, es el trabajo que 8 personas experimentadas realizaban nosotras solo somos 4, o sea el doble de trabajo, disponemos de menos de la mitad del tiempo ya que no podemos faltar al entrenamiento y tenemos que realizar un trabajo igual de impecable.

Lo más irónico de todo esto es que si llegamos a tiempo, pero hasta que nos abrieron la puerta para poder entrar se volvió tarde.

Ya iban tres días desde que inició el castigo, Kira y yo ingresamos a nuestra habitación agotadas, era más de la media, noche y si queríamos cumplir con el castigo teníamos que salir de la habitación una hora antes de que saliera el sol, pues estábamos al límite de los que el tiempo nos permitía, pero mañana debíamos despertar aún más temprano, pues nos tocaría servir los desayunos, así que no podríamos aprovechar esa pequeña parte de nuestro día para el castigo, y tendríamos que empezar mas temprano para compensarlo.

-Qué duermas bien -nos decimos a la vez, antes de dejarnos caer en nuestras camas, me duermo segundos después.

-¡Despierten de una vez! -escuché un grito, mientras sentía un gran dolor por la caída, si, me acaban de arrojar de la cama.

-¡¿Acaso estas loca?! -gritamos Kira y yo a la vez.

-¡Cállense de una vez!, ya suficiente tengo con tener que venir a despertar a promiscuas segunda raza, como para que quieran comportarse con actitud de casta dominante, apúrense que tienen 13 habitaciones que limpiar antes de que se puedan ir a servir los desayunos -dijo molesta y cerrando nuestra puerta con un golpe.

-Y después dices que las sigmas no son odiosas -le dije a Kira levantándome.

-Su trabajo es hacer duros los castigos, es lo que se espera de ella -me respondió-. Mi hermana jamás se comportaría así.

Preferí no discutir, había mucho que hacer así que solo respondí-. No todas las sigmas son como tu hermana.

Iniciamos nuestra labor, trece habitaciones que ellas nos designaron, el trabajo matutino incluía, además de limpieza encargarnos de vestir a las que estuvieran en la habitación si es que ellas lo solicitaban.

Por suerte la mayoría de chicas de las que nos tocó prefirieron no pedirnos aquello, y nos permitieron hacer la limpieza ni bien llegamos a sus habitaciones en lugar de tener que esperar a que se vistieran, la mayoría que iba más de un año en la academia había sido castigada al menos una vez, así que intentaban ayudar con esas sutilezas a quienes estamos castigadas y entonces toco nuestra treceava habitación del día, ambas tragamos saliva.

Era la habitación de Alara y Dinqui, una de sus dheltas, abrimos la puerta y ahí estaba ella sentada sobre su cama todavía sin vestir, Dinqui estaba cubierta bajo sus sábanas todavía.

-Esto esta genial, Kira vísteme, Amaris, tu encárgate de Dinqui -dijo sin darnos oportunidad de hablar antes que ella.

-Alara por... -intentó decir Kira, pero fue inútil ella la interrumpió.

-Todas sabemos que ustedes no quieren que presente una queja de servicio -Kira y yo suspiramos, para empezar, Alara nos señaló el armario, a pesar de que ella ya había sacado ropa era obvio que buscaba complicarnos el trabajo tanto como podía.

Buena parte del tiempo que estuve vistiendo a Dinqui estuve observando a Kira y ella a mi, ninguna se sentía cómoda con esto.

Ellas salieron y procedimos a la limpieza antes de correr a la cocina, ya se habían iniciado a servir los platos, así que empezamos a en cuánto llegamos, por suerte pudimos evitar que nos tocará servirle a Alara, y les servimos a Dana y Lucía, que por suerte hoy no les tocaba servir, fuimos las últimas en terminar así que tras sacar nuestros platos nos retrasamos en cerrar.

Cuándo fuimos a la mesa con Dana y Lucía ellas ya estaban terminando de comer, no las podíamos culpar por iniciar sin nosotras, nosotras nos moríamos de hambre, y seguro ellas igual.