𝐑 𝐄

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— Sí, sí, más...

Mis gemidos eran lo suficientemente fuertes como para resonar por mi habitación y el resto del pasillo de la plata superior de mi hogar, pero aquello poco me estaba importando en ese momento.

Los trabajadores se habían ido en el momento en que yo me había ido al recital antes de las 19:00 PM, mis padres seguían de viaje en BoraBora haciendo un yo-que-sé de contrato con algún artista o simplemente un viaje para que mi padre se relajara, y SunHee tenía la noche libre por lo mismo. No había sirvientes, ni cocineros, ni nadie en el terreno que pudiera interrumpir.

Y sé que para este punto preguntarán si no existen las cámaras de vigilancia en mi hogar, y claro que las hay, pero el audio no existe en ellas y yo, por mi seguridad y la de mi dignidad, las había apagado previmente antes de subir a mi habitación.

Mi ropa estaba regada por toda mi habitación, y tampoco me importaba, el fin de semana apenas y comenzaba y yo podía, si quería, quedarme desnudo el resto de los días.

No sonaba mal.

El frío recorría mi espalda descubierta y mi pecho subía y bajaba contra la cama, y mis pezones previamente estimulados rozaban contra la sábana de franela que cubría mi cama.

Mis caderas permanecían levantadas gracias a mis piernas flexionadas y una pequeña curvatura se formaba en mi espalda, pasando entre los dos bonitos hoyuelos que se marcaban por encima de mis glúteos.

— Ah... Profesor...

Y habían mil maneras más en las cuales podía llamarle, pero saber que él era mi profesor me ponía de una manera en la que, ni en años, había disfrutado tanto.

Unos segundos más bastaron para que rozará con mi punto dulce y terminara llegando a mi propio y delicioso orgasmo, jadeando de manera completamente sonora y con las piernas temblándome.

Jadeaba, jadeaba tanto que incluso con la mejilla estampada contra mi cama estaba sonriendo. Sin más remedio deslice el bonito dildo de
17 centímetros fuera de mi entrada y me deje caer encima de la cama mientras cerraba los ojos, pensando en lo bonito que sería que ahora me estuviera llenando la espalda de besos.

Bien, bien, quizás se me había quitado un poco la molestia.

Pero solo recordar la manera brusca en la que le había cortado la excitación, me volvía a dejar perplejo, molesto y... ARGH. Incluso no quiero ir a clases, no quiero verlo. 

— ¿Que?

— Para...

No se si mi expresión fue lo suficientemente molesta o sorprendida por lo que acababa de decir. ¿Estaba bromeando? Me tenía excitado encima de sus piernas entre su cuerpo y un bonito volante de cuero, ¡Y me estaba deteniendo!

— Tu rostro. —Aseguró riendo de manera divertida pero nada burlesca.— Tus padres van a matarme por irrumpido la inocencia de un angelito como tú. — El dorso de su mano acarició parte de mi mejilla, pero yo no quería eso.

¿Angelito como yo? ¡Hombre! Me he venido pensando en ti desde los pasados tres meses, ¿Quieres por favor decirme en qué descripción entro como angelito?

— Como quieras.

Estaría mintiendo si dijera que no me había molestado, porque lo estaba. Ardía en enojo y molestia. Nunca, nunca en todos mis años cogibles alguien me había parado de manera tan seca como lo acababa de hacer el Famosísimo Min Yoongi, palabras de Yiruma, ahora no mías.

Aún con la molesta erección entre mis piernas tomé la manija de la puerta del piloto, para abrirla de inmediato y salir de aquel bochornoso y molesto lugar.

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