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Las manos grandes y largas se paseaban por mis muslos, llegando hasta la curvatura de mi trasero y lo delineaban ahí, tan lento y torturoso.

Mis manos se aferraban con desespero a lo que sea que pudiera encontrar, la madera del escritorio o la chaqueta de mi profesor favorito que desprendía ese adictivo aroma tan suyo.

Mordía con cierta fuerza mi labio inferior, callando los gemidos contantes y audibles que soltaba. Rogaba porque todos mis compañeros llegasen tarde, faltarán, qué nadie entrara por esa puerta de madera fina.

Mi pecho chocaba contra la fría superficie del escritorio a pesar de que aún me cubría la delgada tela de mi camisa. Incluso ese mínimo roce me hacía estremecer.

El bulto contra mis glúteos, la erección tan dura de mi profesor contra la tela de mis pantalones era la gloria. ¿Qué demonios esperaba por solo follarme ahí mismo? Era la mismísima tortura en carne propia.

Su mano libre, aquella que no paseaba por mis glúteos y los masajeaba, trazó un camino por mi espina dorsal hasta llevar a la nuca en donde acarició con cuidado. No podía.

No podía ser tan sucio y a la vez tan delicado, porque aquello sería el paradoja más delicioso. 

— Tu trasero, necesito que levantes tu trasero, Jimin.

Su voz grave era la gloria y en ese preciso instante, no estaba pensando si tenía ocho años menos que mi profesor, yo solo quería que me azotara tantísimo.

—Tu trasero, Jimin, necesito que lo levantes más...

Jimin, necesito que lo levantes...

Jimin....

Necesito

Que

Lo

Levantes...

— Jimin, necesito que lo levantes.

— ¿Eh? ¿Qué?

Y de nueva cuenta ahí estaba yo, de pie frente al piano mientras fantaseaba con mi profesor de música detrás mío en escenarios indebidos y bastante comprometedores.

— El do sostenido, necesito que lo levantes más, ¿Puedes? Haz solo el intento.

Claro, el quería una nota más alta y yo solo quería que el me follara. Bastante lógico.

Ah, sí, sí, claro.

Y mientras los dedos largos de mi profesor se deslizaba por encima de las teclas, yo intentaba no imaginarlos contra mi cintura o pidiéndome que los chupara.

Había pasado casi un mes desde que había ingresado a la escuela de música, y un poco menos tomando asesorías con mi profesor favorito, Min Yoongi.

Debo confesar que en un inicio me negaba muchísimo, tantísimo a qué un hombre volviera a despertar algo en mi, porque durante mucho tiempo pensé que quería volverme asexual.

Pero la gente no se vuelve, la gente nace así.

Y entendiendo eso, entendí que el gusto por los hombres nunca se iría de mi. Ni hora, ni nunca, ni mil internaciones en centros deshomosexualizadores lo iban a conseguir.

Yo ya había nacido así, y punto.

Y estaba bien, todo estaba bien. Menos el hecho de que el hombre del cual estaba completamente enamorado era mi profesor de música.

Taehyung decía que me sentía atraído hacía él porque tenía bastante tiempo sin intimar con nadie, sin coquetear, sin salir a tener un acostón o tener un free.

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