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Kim HongJoong no recordaba el día en que conoció a Jung YunHo, el dueño de una gran empresa seulense y padre de dos omegas. Jung era un buen amigo de su fallecida alfa, una mujer mucho mayor que él, y que lo había sacado de su vida de miseria, de la pobreza en la que él, un pobre omega destinado a la prostitución, había nacido hacía veintiún años.

Pero eso no sucedió, por fortuna, pues la alfa dueña de una empresa de telas se fijó en él, un miserable omega treinta años menor, y engatusada por su olor a cereza, lo marcó como suyo. HongJoong nunca sintió un amor apasionado por la alfa, sin embargo, gracias a ella, había heredado su fortuna y ahora era un asesor de imagen contratado por los omegas de clase alta del pais. Y que por cierto, tenia un desafío interesante.

El señor Jung lo llamó necesitando de sus servicios, y HongJoong aceptó de inmediato. Tener que asesorar al hijo mayor de estos, YunHo, no iba a ser tarea fácil. El muchacho tenía una personalidad agradable pero algo desordenada, sin embargo eso no le quitaba el rango y la belleza de un omega de clase alta, y bueno, como el omega con experiencia que HongJoong era, estaba consciente que después de todo, el muchacho se podía domar.

Si sus dos hermanos mayores, aquellos inescrupulosos betas que querían venderlo a alfas adinerados cuando apenas había cumplido los doce años, supieran que ya de adulto estaba apunto de vivir con los reyes, y asesorar al futuro monarca omega, se habrían caído de espaldas, además de exigirle todo el dinero para poder gastarlo en alcohol. Pero como su alfa lo salvó, jamás volvió a ver sus asquerosas caras.

No los extrañaba de todos modos. Toda la gente a la que de verdad amaba se había muerto: sus padres y su alfa. HongJoong era un joven independiente, exitoso y solitario que no necesitaba la ayuda de nadie, y así mismo llegó a la casa de los Jung, cerca de las cuatro de la tarde, con el sol pegando fuerte en el cielo y una maleta llena de ropa y maquillaje.

Quien lo recibió fue una de las sirvientas de la familia, una agradable beta que lo condujo hasta la antigua casa de los Jung en un automóvil pequeño. La casa en sí estaba rodeada de un espeso bosque, característica de cada familia antigua, de clan con prestigio.

Eso era lo único que HongJoong todavía no podía tener: prestigio.

Pero ya lo tendría. Por ahora sólo era un cazafortunas para la mayoría de la gente. Y un buen asesor de imagen, claro.

En Anyang vivía en una enorme mansión, sin embargo él no tenía un bosque propio. Su alfa era muy celosa, y temía que se encontrara con algún lobo que lo poseyera en los bosques. Ahora que era viudo, HongJoong podía pasar todo su celo en los bosques de la ciudad, dejándose complacer a gusto. Algo que honestamente, su alfa no hacía demasiado.

Al llegar a la casa, enorme y tradicional, solo de un nivel, y rodeada de plantas de fuertes olores, pudo distinguir entre estos el olor a petunias de la señora Jung. Ella, que lo esperaba en la entrada, vestía un traje sobrio, una trenza larga, y poco maquillaje. Se notaba que estaba cansada. Tenía entendido que su hijo menor le estaba dando problemas, y que ni siquiera vivía con ellos ahora.

Luego de la típica charla inicial, HongJoong miró a su alrededor, oliendo a lo lejos begonias. Yunho estaba en casa, seguro, quizás cazando algun bicho, u orinando árboles por el bosque, el muy salvaje.

La señora Jung al parecer intuyó sus pensamientos, porque de inmediato aclaró:

—YunHo está en su habitación. Esto… su matrimonio, le ha afectado un poco. Él ha estado algo desanimado estos días, además... extraña a su hermano. Por favor, espero que comprendas por qué no ha venido a saludarte todavía— Ella hizo una pequeña inclinación de su cabeza a modo de disculpas—. Te llevaré a tu habitación mientras tanto… 

—Eso puede esperar —se impuso HongJoong interrumpiéndola—. Quiero ver al omega ahora. 

Y sin pedir permiso, dejó sus maletas en el suelo y se dirigió a la habitación de YunHo guiado por el olor. El muchacho desprendía su aroma con una vibra baja, como si estuviera muy cansado, o como si fuera un omega anciano. Sin embargo, y seguido por la impertérrita señora Jung, él dio con tal lugar, al fondo de un pasillo angosto. El olor de YunHo allí era más intenso que en otras partes.

—¡Oye, llegué! —gritó HongJoong, comenzando a tocar la puerta con insistencia—. ¡Jung YunHo, soy yo, tu asistente!

El oído licántropo del omega apenas alcanzó a escuchar un desanimado: "Dejenme tranquilo".

HongJoong suspiró, llevó su mano hacia el pomo de la puerta, le dijo a la señora Jung:

—Déjenos solos.

Y luego abrió la puerta.

IDEAL [yungi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora