~ Emma ~
Como cada mañana los pájaros cantaban en su ventana para despertarla, o eso pensaba ella. Abrió sus ojos con delicadeza para que el sol que entraba no la molestara. Observó las margaritas que le regaló ese niño extraño y puso los ojos en blanco, se levantó y abrió la ventana. Empezó a cantar para los pájaros, se sentía tan agusto cantando, al hacerlo su imaginación de niña viajaba por mundos mágicos llenos de luces y animales, se sentía libre. Abrió su armario y eligió su vestido más cómodo, con la seda más suave.Ese día el sol brillaba más que nunca y el pasto estaba más verde que nunca. Emma observó con deseo de salir y poder corretear. Cerró la ventana y se sentó en su cama, pensó que lo mejor sería quedarse allí y no enfadar a su padre. Pegó un salto sobresaltada al oír la puerta de su habitación abrirse de un portazo.
-No hay nada para desayunar, porque te lo comes todo?- Su padre la observaba con ese rostro odioso y enfadado al que Emma no lograba acostumbrarse.
-Papi yo solo comí un poco de pan, ya no había nada- Su padre se acercó a la niña y la cogió con fuerza del brazo.
-No vuelvas a hacerlo, entendido?
-Entendido- Emma no miró a los ojos de su padre, no quería parecer desafiante, pero justo en ese momento recordó algo, las flores. Las miro rápidamente y al segundo apartó la mirada, pero su padre siguió sus ojos.
-Emma?- apretó más fuerte su brazo y empezó a temblar- Que coño es eso?
-Fue el otro día cuando me regañaste, te juro que no he vuelto a salir.
Su padre se levantó y tiró el jarron al suelo rompiéndolo a pedazos y esparciendo las flores por el suelo. Se acercó y sujetó la cara a la niña.
-Oh hija mía porque lloras? Es culpa tuya, debes madurar.
-Lo se papi.
-Lo hago porque te quiero- sonrió a Emma y al fin la soltó- voy al pueblo, mantén las ventanas cerradas.
En el momento que cerró la puerta Emma no pudo aguantar llorar. Sabía que su padre la quería, porque ¿ que padre no quiere a su propia hija? Pensó en lo que dijo el niño tonto << un monstruo >>, pero movió la cabeza de un lado a otro y se dijo que no para ella misma. Se levantó de su cama y cerró la cortina para no ver el exterior. Recogió las flores y los trozos de jarrón del suelo mientras cantaba melodías tristes y viajaba a su mundo. Cogió la última margarita del suelo, sonrió y se la puso en el pelo.
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Tu tesoro
RomanceEn 1780 la familia lo era todo, se necesitaba una para sobrevivir a la sociedad y llevarse comida a la boca. Los padres casaban a sus hijos con otros hijos de familia con más dinero... Pero y si eso cambiara y cada uno sellara su propio destino?