En 1780 la familia lo era todo, se necesitaba una para sobrevivir a la sociedad y llevarse comida a la boca. Los padres casaban a sus hijos con otros hijos de familia con más dinero... Pero y si eso cambiara y cada uno sellara su propio destino?
~James~ El trabajo se le estaba haciendo mucho más largo que de costumbre, estaba tan torpe, su cabeza estaba en otro lado. La campanita de la puerta sonó y vio entrar a Robert. -Hola Robert, que necesitas? -Necesitar? Oh no amigo, vengo a verte- sonriente puso una mano en su hombro- Vamos no seas tímido James, como fue mi regalito? -Mejor de lo que me esperaba- James no pudo evitar sonreír. -Me lo suponía amigo, esa chica es toda una fiera. -Si si toda una fiera- James rió y quedó en babia recordando sus manos suaves mientras bailaban y sus labios carnosos sobre su cuello. -Hey, James, me estás escuchando? -Perdona que ? -Decía que si repites esta noche!? -Emm si claro ahí estaré. -Ahí está el herrero que yo decía, todo un mujeriego. Justo volvió a sonar de nuevo la campanita, donde vio a Mery entrar. -Hola Mery - al momento Robert se giró, posiblemente a mirar sus pechos- Alguna noticia de tu padre o es que tienes algún cotilleo desagradable para mi? -Justo por eso venía- parecía bastante mal humorada, algo no muy normal en ella ya que intentaba seducirlo desde que empezó a trabajar ahí- No hay noticias de mi padre, ni una carta, ni habladurías en otros pueblos... Nada, nadie lo a visto. -No me dijiste que estaba en algo importante? -Oh James porfavor, todo es mucho más importante que este trabajucho. -Pues para algunos es nuestro pan de cada día- volvió a ignorarla como de costumbre- No me cuentes tu vida, mientras tú y tu madre me sigáis pagando mi sueldo no me importa. -Eres un desagradable James- se puso roja de furia. -Lo mismo pienso de ti Mery. Robert silbó flojito para que ambos se dieran cuenta de su presencia, pero en ningún momento apartó la mirada de Mery.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-Y tú que estás mirando? Robert no? Tus rumores tampoco son muy buenos- les dio la espalda y se fue dando un portazo. -Esa muchacha... por esas no se puede pagar- James solo puso los ojos en blanco- Imagínatela desnuda cabalgando sobre un caballo y sus pechos- Antes de que siguiera James le interrumpió. -Ya es suficiente Robert. -Mis abuelos tenían un cuadro como ese. -Ahora entiendo tu obsesión. -Bueno herrero debo ir a practicar espada, nos vemos esta noche. -Nos vemos Robert. Esa noche el cielo estaba más despejado que nunca, era perfecto para observarlo y pedir algún que otro deseo. La vieja taberna volvía a estar llena como de costumbre, no entendía muy bien como podían ir ahí tantos hombres. James siempre pensó que cuando te casabas, tú alma se unía a la otra por mucho que fuera por dinero, esa persona siempre sería tu compañera. -Hey James aquí- Robert le interrumpió de sus pensamientos señalándole un taburete enfrente de la barra- Como has acabado el trabajo? -No había mucho que hacer hoy- decía mientras se sentaba- Hoy no vienen tus amigos? -Ya están aquí, pero se nos han adelantado- se interrumpió a sí mismo para pedir dos jarras a la misma camarera de pechos abundantes- nos han quitado a las mejores. -No pensaba hacer nada. -Seguro? -Robert rió mientras pegaba un sorbo a la jarra espumosa- La chica que tanto te gustó ya debe estar acabando con mi amigo. James no pudo evitar poner cara asco y sentir rabia. Una chica muy joven, incluso más que ellos dos se acercó a saludar a Robert. -Hola fortachón. Mientras tanto se sentó encima de Robert moviéndose de tal forma que James evitó mirar. -Necesito aire. Salió del bar sudando y se apoyó contra la pared. -Quieres un masaje? -No déjame- le gritó y al segundo se sintió horrible. Se alejó de ahí y acabó por la parte de atrás del local, donde ninguna prostituta iría a venderse. Se secó las gotas de sudor de la frente y volvió a apoyarse sobre la pared. Escuchó unos pequeños llantos en la oscuridad. -Hola? - fue acercándose en silencio y despacio. -Largo de aquí- chilló la voz. -Necesitas ayuda? -decía mientras ya estaba justo ahí. -No, fuera- volvió a chillar una silueta en el suelo- Naciste sordo bastardo? Se levantó del suelo empujando a James en el pecho y ahí estaba ella... Su mirada de gata, sus labios carnosos.